Homenaje a Chavela Vargas

Voz caliente. Vida intensa

Chavela cantó para gritarnos que vivir es amor y pasión sin lí­mites, sin leyes ni moral que los coarten. Y lo demás lo demás es otra cosa

Pocas veces nos quemó tanto una canción. Pocas veces sentimos el dolor tan hondo, y ese dolor, por ser verdad y pasión, nos llenó tanto de vida.

Pocas veces nos hemos estremecido como cuando escuchamos a Chavela Vargas cantarnos que la vida es una aventura sin trampa ni cartón. Y que, siempre, hay que jugársela, hay que saltar aunque no haya red que nos proteja.

A principios de los años cincuenta, una mujer llegó a México desde Costa Rica. Nunca consintió ser menos que ningún hombre, y fue más que casi todos. Enamoró a otras mujeres, pasional y violentamente, la única forma de amar de verdad. Y lo hizo sin dar explicaciones, y por supuesto sin pedir permiso ni perdón.

Esa mujer era Chavela Vargas. Confidente de Diego Rivera y Frida Kalho. Compañera de canciones y parrandas de José Alfredo Jiménez. Inmersa en un México violento y libérrimo.

Chavela puso boca abajo la canción mexicana, le dio la vuelta para que mirara a lo más hondo. Con un estilo dulce y desgarrado, hondo y bravío, macho y femenino.

Depuró la canción para eliminar todo lo accesorio, para tapar todas las salidas que buscamos para no enfrentarnos a los conflictos. Chavela nos los colocaba a pocos centímetros de los ojos, y nos obligaba a mirar.

Su voz se desgarra para afilarse, para abrirse paso hasta los últimos pliegues del alma. Y allí recordarnos que el dolor es una de las más poderosas fuentes de vida. Porque aquello que más nos duele es precisamente lo que más hemos deseado, lo que se nos ha negado con mayor ferocidad.

Donde está el dolor, se esconden los trozos de vida más intensos. Volver la cabeza, arrojarlo al olvido para edulcorar nuestra existencia, es renunciar a lo más valioso.

La mejor tradición de la canción hispana -desde las rancheras y corridos a los boleros o los tangos- conocen esta verdad íntima. Por eso su voz es mucho más caliente. Porque huye de los lugares anodinos donde no nos jugamos nada, y busca precisamente allí donde el conflicto, la batalla y la lucha, han elevado la temperatura.

Chavela no lo comprendió, lo sintió como pocos y consiguió transmitírnoslo como nadie. Aunque nos doliera. Aunque a ella misma le costase a veces demasiado caro. Pero no se puede medir el precio de lo que uno desea. Hay que pagarlo sin mirar la cuenta.

Ella decía que en sus conciertos a la gente le daba por llorar porque gracias a su voz cada uno de los presentes recordaba que aún podía sentir la fuerza del deseo, el misterio de la muerte, las heridas del amor y el desamor.

Los últimos días de Chavela Vargas nos la mostraron en una relación especial con la muerte, demasiado hispana para que pudiera ser entendida en otras latitudes.

“Tengo ganas de recostarme en el regazo de la muerte, que debe de ser bellísimo, muy bello. Tal vez por eso le tenemos tanto miedo a ese momento. Porque debe de ser hermosísimo”.

La muerte y la vida unidas en un mismo baile, tan juntas como dos amantes apasionados.

Chavela quiso volver a España, aún sabiendo que no podía hacerlo. Pero ella era la que decidía lo que era posible o imposible.«En mis conciertos la gente llora porque recuerdan que aún pueden sentir la fuerza del deseo, el misterio de la muerte «

Volvió para cantar a Lorca. Y para decirnos “qué bella es España, que libertad. Se siente España. Se siente la fuerza de la hembra de Europa que es España, novia del macho de América que es México”.

México y España, macho y hembra, unidos copulando febrilmente, amándose sin el límites de leyes o normas morales.

Y, mientras Chavela se despedía de nosotros con esa verdad que nos estremece a todos, los rubios del norte, sajones o bávaros, no entendieron nada. Ni entenderán.

Adiós volcán

(…) Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo.

El gran escritor Carlos Monsiváis dijo “Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues”. Según el mismo escritor, al prescindir del mariachi Chavela eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras. En el caso de Piensa en mí, (eso lo digo yo) una especie de danzón de Agustín Lara, Chavela cambió hasta tal punto el compás original que de una canción pizpireta y bailable se convirtió en un fado o una nana dolorida.

Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez como lo hizo Chavela. “Y si quieren saber de mi pasado, es preciso decir otra mentira. Les diré que llegué de un mundo raro, que no sé del dolor, que triunfé en el amor y que nunca (YO NUNCA, cantaba ella) he llorado”. Chavela creó con el énfasis de los finales de sus canciones un nuevo género que debería llevar su nombre. Las canciones de José Alfredo nacen en los márgenes de la sociedad y hablan de derrotas y abandonos, Chavela añadía una amargura irónica que se sobreponía a la hipocresía del mundo que le había tocado vivir y al que le cantó siempre desafiante. Se regodeaba en los finales, convertía el lamento en himno, te escupía el final a la cara. Como espectador era una experiencia que me desbordaba, uno no está acostumbrado a que te pongan un espejo tan cerca de los ojos, el desgarro con tirón final, literalmente me desgarraba. No exagero. Supongo que habrá alguien por ahí que le pasara lo mismo que a mí. (…)

Las mejores versiones de La llorona las interpretó en sus últimos conciertos. Abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final. Cantar lo que se dice cantar solo cantaba la última estrofa, de un modo ascendente hasta gritar su última y breve palabra. “Si como te quiero quieres llorona, quieres que te quiera más. Si ya te he dado la vida, llorona, qué más quieres. ¡Quieres MÁS!» Estremecía escuchar la palabra “más” gritada por Chavela. (…)

Adiós Chavela, adiós volcán.«Chavela me transmite un dolor cómplice. Tenemos complicidad en el dolor.(Pedro Almodóvar)»

Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme, Pedro Almodóvar. (El País, 5 de agosto de 2012)

La voz de Chavela

“Las personas, simplemente, aman o no aman. Los que aman, lo harán siempre a todas horas, intensa y apasionadamente. Los que no aman, jamás se elevarán ni un centímetro del suelo. Hombres y mujeres grises, sin sangre”.

“Yo quiero que algún día se entienda que mi mensaje ya no es de la garganta, ya no es de disco, ya no es de concierto: es la voz inmensa del individuo humano que está callada, que no tiene nombre, que no puede llamársele de ninguna manera. Eso es lo que yo siento, eso es lo que no me deja morir hasta que la gente sepa que mi canto no es canto, que es algo más allá del dolor, más allá de la angustia, más allá del saber, más allá de todo, del arte en sí mismo”.

“El dolor y la angustia y todo lo que hace falta para crear. Hay que inventar las cosas y cuando se inventan, duelen”.

“Me costó mucho ser lo que soy. Me enfrenté al mundo. Abrí los brazos. Y le dije al mundo: ven. Hablemos. Hablemos noche a noche. Y el mundo y yo platicábamos todas las noches. A veces se me negaba. Me costó mucho salir adelante. Muchas lágrimas de sangre”.

“Así me voy a morir, libre, sin yugos. Me voy. Les dejo de herencia mi libertad, que es lo más preciado del ser humano”

Extractos de entrevistas concedidas por Chavela Vargas

Es imposible. Es inútil perseguir el duende. No lo puedes comprar. No lo puedes alquilar.

¿Le das vueltas a la idea de la muerte?

No siempre. De repente. Me topo conmigo, y hablo.

¿Y qué te dices?

Me dice la Chavela: vas bien por ahí. Quisiste ser libre [se le quiebra su voz tan potente] y yo te he mantenido libre. Sigue así, sigue adelante. Termina tu jornada, que el final ya va a ser pronto y muy hermoso. Y yo le doy las gracias. Ya voy teniendo ganas de descansar para siempre. Yo no le debo nada a la vida ni la vida me debe ya nada a mí. Tengo ganas de recostarme en el regazo de la muerte, que debe de ser bellísimo, muy bello. Tal vez por eso le tenemos tanto miedo a ese momento. Porque debe de ser hermosísimo.

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