La palabra «España» sale sin cesar de sus gargantas, como una jaculatoria o una metralleta. Pero su pensamiento, su financiación, sus políticas y hasta su misma existencia han sido diseñados al otro lado del Atlántico. La ultraderecha de Vox es un producto transgénico, genuinamente norteamericano, ideado para ser el ariete tóxico del proyecto de recortes y saqueo que los centros de poder hegemonistas quieren imponer sobre España y sus clases populares.
El refranero español no falla. «Quien paga, manda» o «dime de dónde vienes y te diré quién eres». Estas son las claves para desnudar la esencia de Vox. Mucho se habla de la propaganda fascista del partido de Abascal, de su hedor nacionalcatólico, de su tufo xenófobo y racista, de sus permanentes ataques al movimiento feminista o LGTBI o a su bilis contra todo lo progresista. Nos dicen que estamos, en pleno siglo XXI, ante la resurrección de la vieja ultraderecha del régimen franquista. Pero, con ser esa su apariencia, esto nos despista. No es esa su verdadera naturaleza.
No estamos ante una «vieja» extrema derecha, sino ante una «nueva». Una ultraderecha «norteamericana», directamente vinculada con los nódulos más reaccionarios del establishment de Washington. Una herramienta del hegemonismo para intoxicar, crispar, polarizar y degradar la vida política del país. Y para colarnos nuevos y más brutales recortes y ajustes contra el 90%.
Nacidos a base de dólares
Hasta los propios dirigentes de Vox han tenido que reconocer que en su etapa inicial -en la campaña de las elecciones europeas de 2014, cuando esta formación era aún extraparlamentaria y residual- recibieron un millón de euros «del exilio iraní». “Vox se fundó con un millón de euros del exilio iraní”, titulaba el diario El País el 21 de enero de 2019, revelando que el partido de la ultraderecha se financió con 800.000 euros abonados por hasta 146 aportaciones, de una quincena de países, de los “seguidores de un grupo iraní”. Con estos fondos no solo se financió el 80% de la campaña electoral de 2014, sino que sirvieron también para impulsar a Vox desde el mismo momento de su nacimiento.
¿Qué hacían estos extraños iraníes financiando a un partido ultra en España? El llamado Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (CNRI), una organización que hasta 2012 era considerada por Washington como una organización terrorista, pasó luego a estar bajo la protección del Departamento de Estado, convirtiéndose después en una plataforma de intervención de la inteligencia norteamericana.
La «conexión iraní» conduce directamente a Washington, concretamente a los sectores más agresivos de la superpotencia.
La relación de Alejo Vidal-Quadras, uno de los fundadores de Vox, con el CNRI, viene de largo. Como vicepresidente del Parlamento europeo formó parte de la plataforma llamada “Amigos del Irán Libre”, participó en los actos anuales del CNRI y visitó sus campamentos militares en Bagdad.
Por los actos que este grupo del «exilio iraní» realiza cada año en París han acudido figuras prominentes del establishment republicano y del trumpismo -Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York y abogado del magnate, y John Bolton, que fuera Consejero de Seguridad Nacional de Trump- y hasta dos ex directores de la CIA (James Woolsey y Porter Goss). La «conexión iraní» conduce directamente a Washington, concretamente a los sectores más agresivos de la superpotencia.
Una franquicia de la CPAC
Tampoco es ningún secreto que el auge de Vox se produjo a raíz de que la formación de Santiago Abascal fuera «apadrinada» y asesorada por Steve Bannon, ex-jefe de campaña y asesor presidencial de Trump. Un oscuro personaje de la alt-right (ultraderecha) norteamericana que impulsó «The Movement», una suerte de «Internacional de la extrema derecha» que trató de coordinar la acción tóxica de los partidos ultras europeos: la Liga Norte italiana de Salvini, el Frente Nacional francés de Le Pen, el Vlaams Belang belga o Alternativa por Alemania.
El «estratega e ideólogo» de Vox, Rafael Bardají -un personaje que estuvo vinculado a la Fundación FAES de Aznar, al Ministerio de Defensa y al CNI- ha viajado muchas veces a Washington estos últimos años. Allí ha mantenido entrevistas ni más ni menos que con Jared Kushner (yerno de Donald Trump) o con halcones neocon como John Bolton.
El año pasado, Santiago Abascal, Espinosa de los Monteros y Hermann Tertsch acudían también a Washington, a la Conservative Political Action Conference (CPAC, la Conferencia de Acción Política Conservadora), uno de los círculos más ultra reaccionarios del Partido Republicano y de la oligarquía norteamericana, justamente los que han respaldado los cuatro años de Trump. Son esos mismos nódulos de Washington los que desde el principio han estado financiando y aupando a Vox, un elemento tóxico en la política española muy útil… para ellos.
El verdadero programa de Vox
Los exabruptos fascistas, racistas o machistas de Vox llenan de ruido las tertulias y los informativos. Pero detrás de sus provocaciones hay todo un programa económico y social, del que poco o nada se habla.
Las palabras de Rubén Manso, uno de los «gurús económicos» de Vox, nos desvelan a qué intereses sirven. «No es función del Estado proveer de ningún bien ni de ningún servicio. Salvo tres o cuatro, como justicia criminal, policía y Ejército. Todo lo demás, otros servicios que ustedes quieran pensar como sanidad, educación… puede ser el asegurador, pero eso es todo. Todo esos servicios -asegurar la vejez, dar educación a los hijos, gozar de ahorros suficientes o de un sistema de protección que nos asegure la sanidad- deben ser decisiones de consumo»
Una ultraderecha «norteamericana», diseñada, impulsada y financiada desde los círculos más reaccionarios y tenebrosos del establishment de Washington, para intoxicar y degradar la vida política española. Y para colarnos recortes y ajustes contra el 90%.
Menos la Justicia, la policía y el Ejército, todo lo demás “deben ser decisiones de consumo”. Todo lo demás -sanidad, educación, pensiones, etc…- debe ser privatizado. Este es el verdadero programa de gobierno de Vox: entregar todo a las manos de la oligarquía financiera y del capital extranjero, principalmente norteamericano. Es decir: instaurar en España, sin tapujos ni medias tintas, el modelo social y económico «neoliberal» imperante en EEUU.
Las pensiones públicas, en palabras del partido de Abascal, son «un lastre para el crecimiento económico de España». Y proponen abiertamente su sustitución por un sistema de capitalización, donde la mitad o más (entre un 50% o 60%) de las cotizaciones vayan a parar a fondos privados en manos de bancos o fondos de inversión, generando un plan de pensiones que se percibe al jubilarse.
Una extrema derecha que sirve como «ariete» de los recortes, para poner encima de la mesa cuestiones e intereses oligárquico-imperialistas que ni el Partido Popular se atreve a plantear. Es para esto para lo que han sido diseñados, financiados e impulsados desde el otro lado del Atlántico. No para hacer que «España sea grande de nuevo», sino para que Washington secuestre aún más la soberanía nacional y para que España sea devorada, más aún de lo que ya lo está, por el saqueo y el expolio de los Estados Unidos de América.