Se escribió y publicó en 1877, pero hunde sus raíces medio siglo atrás, en una hecatombe política y social que hoy cumple su bicentenario. Nos referimos a “El terror de 1824”, enmarcado en la segunda serie de los Episodios Nacionales, el gigantesco friso literario con el que Galdós, al que siempre es necesario volver, tomó el pulso a la historia.
Sus estampas son decimonónicas, retratan el siglo XIX, pero su modernidad es en algunos casos sorprendente. Leyendo “El terror de 1824” nos sacuden los abismos del siglo XX y también del XXI.
El escenario de la novela, el momento histórico que Galdós disecciona, se sintetiza en las primeras páginas, en boca de uno de los protagonistas: “¿Qué se hizo de aquellas ideas de emancipación que inundaban de gozo nuestros corazones? Todo cayó, todo se desvaneció en tinieblas”.
El régimen liberal de Riego, que recuperó los deseos de transformación plasmados en la constitución de 1812, y cuyo himno resonará en la IIª República, ha sido cercenado por la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis. El fango del absolutismo, en la lúgubre figura de Fernando VII, ha sido reinstaurado, como una losa que aplastaba a toda la nación.
Los dueños del terror
Galdós abre la novela con la ejecución de Rafael del Riego, cabeza del régimen liberal, en la madrileña plaza de la Cebada. Y la cierra con otro asesinato político ejecutado por el Estado, el de Patricio Sarmiento, maestro jubilado y activista contra el absolutismo.
Lo que sucede entre estos dos acontecimientos es la radiografía de la sustancia del terror cuando se impone, desde el poder del Estado, para obtener réditos políticos.
La reinstauración del absolutismo da lugar a la llamada “década ominosa”, de 1823 a 1833. Se abre con una orgía de represión que pretende extirpar cualquier vestigio de progreso y libertad. Cientos, miles de progresistas son torturados y ajusticiados. La pena de muerte se impone, de forma arbitraria, por tribunales militares que no necesitan aportar prueba alguna, por el más mínimo signo de rebelión.
¿Pero de dónde surge ese terror viscoso y que nunca tiene suficiente sangre?
Al releer “El terror de 1824” algunos lo atribuyen a la exaltación de la turba o a los defectos propios del carácter español, con esa “propensión al fanatismo” que “nubla la razón”. No. El terror no surge de la sociedad. Es impuesto desde arriba, desde el poder.
El terror no es espontáneo. Está planificado. Tiene su territorio, con la Superintendencia General de Policía y la cárcel unidos por el callejón del Verdugo, que en palabras de Galdós facilitaba “el tránsito para que del tribunal pasaban a los calabozos o los de los calabozos a la horca”.
El terror no es espontáneo. Está planificado. Y tiene dueños
Y el horror tiene dueños, que lo ejecutan con eficacia industrial y frialdad de contable. Están representados por Francisco Chaperón, presidente de la Comisión Militar, un hombre que para Galdós “mostraba en todo su condición perversa, y en cuyo enjuto esqueleto el uniforme de brigadier parecía una librea de verdugo”.
Pero Galdós no se regodea en el horror. Anuncia que quienes hoy disponen de todo el poder para imponer la represión serán inevitablemente barridos: “el absolutismo, a fuerza de estrangular, se sostendrá un año, dos, tres, pongamos cuatro… (…) Vuecencias ahorquen todo lo que quieran. Mientras más ahorquen, peor. El absolutismo acabará ahorcándose a sí mismo”.
¿Demonios internos?
Se suele buscar el humus de la reacción en España, que estalla en matanzas en 1824 o en 1936, en los “demonios internos”, el atraso atávico nacional o la sustancia de unas élites locales incompatibles con la modernidad.
Pero Galdós enfrenta a esta visión, todavía hoy dominante, una clave esencial. “El terror de 1824” solo puede entenderse desde la anterior entrega de los Episodios Nacionales, “Los Cien Mil Hijos de San Luis”. El retorno del absolutismo es impuesto por una invasión extranjera, decidida por las grandes potencias en el Congreso de Verona, y ejecutado por un ejército francés. Las tropas galas permanecerán varios años en España, garantizando la cobertura necesaria a la imposición del terror.
La reacción en España existe, pero siempre es alimentada desde fuera de nuestras fronteras, por potencias que se apoyan en ella para dominar el país. Sucederá en 1824, y en 1936, con un franquismo que no podría haber triunfado sin el apoyo directo del fascismo hitleriano y mussoliniano… y el encubierto de las “potencias democráticas”, desde Inglaterra y Francia a EEUU, bajo la falsa bandera de la “No intervención”.
Galdós nos recuerda que el retorno del absolutismo es impuesto por una invasión extranjera
La historia desde abajo
Cada página de “El terror de 1824” está recorrida por el mismo impulso que galvaniza las 46 entregas de los Episodios Nacionales.
Se retrata la historia con mayúsculas fijándose principalmente en las minúsculas. Se nos ofrece la sustancia de los grandes acontecimientos históricos, pero apenas aparecen los grandes personajes. La historia está contada en un contrapicado, desde abajo. Quienes tienen voz y cuentan lo que sucede son los personajes que viven la historia a ras de suelo.
Desde el espíritu que Galdós nos revela en su discurso de entrada en la Real Academia de la Lengua, titulado “La sociedad presente como materia novelable”. En él el escritor canario nos desvela: “Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y físico que nos constituye y nos rodea”.
Esa “novela total”, con la imposible pretensión de retratar la vida en sus múltiples facetas, que dio lugar a lo mejor de la literatura del XIX, y que bulle en los Episodios Nacionales y en toda la obra de Galdós.
Carlos dice:
Gracias Joan por el libro,no lo he leído,lo haré. Por aquí os lo dejo https://biblioteca.org.ar/libros/131156.pdf
Sí,ya lo decía Pierre Vilar «la historia de España en los últimos 200 años es la historia de la intervención del imperialismo»
De Galdós he leído poco: Trafalgar, Cádiz,el 2 de Mayo, Gerona…..y lo hace con una precisión milimétrica. Y como comentabáis en otro artículo,no le dieron el premio Nobel porque los conservadores nunca le perdonaron su íntima amistad y correspondencia con Pablo Iglesias, fundador del PSOE
Sí,desde la batalla de Rocroi, España pasa a ser el patio trasero del imperialismo