El PNV se revuelve contra el resultado electoral

Vientos de cambio y agresiones polí­ticas

El máximo dirigente vizcaí­no del PNV, Andoni Ortúzar, calificó ayer de «agresión polí­tica» el posible acuerdo a tres bandas entre PSE, PP y UPyD para dar apoyo a un nuevo gobierno en Euskadi. No son quiénes según qué dirigentes del PNV para hablar precisamente de agresiones. Polí­ticas o no polí­ticas. Lo que no ven, o no quieren ver, es que una nueva correlación de fuerzas en el paí­s, que ya emergió en las generales de año pasado, no ha hecho ahora más que aflorar en las elecciones vascas y gallegas.

Que la mayoría del ueblo vasco ha votado por el cambio es algo tan incontrovertible que detenerse siquiera a explicarlo es hoy una pérdida de tiempo. Eso es lo que ya ha ocurrido. El problema, a partir de aquí, es qué va a ocurrir. Porque aunque la posición de la mayoría de las fuerzas políticas ante esta nueva situación es clara, en cada uno de los bandos existen dos grandes incógnitas, dos enigmas llamados PSOE y PNV de cuya resolución, en una u otra dirección, va a depender el futuro inmediato. En el bando de los denominados no nacionalistas (para entendernos), el PP ya ha anunciado que apoyará la investidura de Patxi López sin pedir a cambio ni consejerías ni siquiera la firma de un pacto de legislatura. UPyD, por boca de Rosa Díez también lo ha dicho explícitamente. Lo único que exigen a Patxi López para darle su voto favorable es una política de firmeza ante el terrorismo y un cambio sustancial en la política lingüística. Un programa realmente mínimo. Apenas un punto de partida. Pero, ¿cuál es la posición de fondo del PSE de Patxi López? Hasta el momento, lo único que conocemos es la intención firme de presentar su candidatura como lendakari en la sesión de investidura. Pero, ¿lendakari con quién? ¿Lendakari para qué? Formar un gobierno de coalición con el PNV, tras haberlo negado reiteradamente durante toda la campaña –y menos en una situación en que Ibarretxe sigue siendo su cabeza parlamentaria– sería un auténtico suicidio político. Hasta el punto que hoy mismo, el diario El País reconocía que “desde la misma noche del domingo se ha levantado una ola imparable (…) que arrastra a Patxi López a liderar el cambio tras casi 30 años de hegemonía nacionalista”. Advirtiendo a continuación que “la idea de un relevo que entierre la década de Ibarretxe, (…) se ha convertido en una ola imparable para el PSE, en la que participan nacionalistas desencantados con el soberanismo, y, si no la cumple, puede verse arrollado por ella”. Pero esto es resover sólo la mitad del problema, gobernar sin el PNV. Aún queda la otra mitad, la más difícil, gobernar contra el PNV. ¿Está el PSE-PSOE de Patxi López y Zapatero dispuesto a ello? ¿Se van a atrever a lanzarse a gobernar en solitario para empezar a desmantelar, aunque sea sólo en parte, el régimen de poder económico, político, cultural y social urdido en todo este tiempo por el PNV? Si no es posible la coalición, la tentación para el PSE de encontrar alguna fórmula de cohabitación con el PNV va a ser muy fuerte. Y este puede ser, justamente, uno de los significados de la advertencia lanzada ayer por el dirigente del PNV, al que además, por su condición de máximo jefe de la organización de Vizcaya, se le supone ajeno a la línea nazifascista de los Arzallus, Ibarretxe y Egibar. Si la ofensiva y la presión por hacer desistir al PSE de encabezar el gobierno no tiene éxito, al menos que su gobierno sea lo menos”frentista” posible. Traducido del enrevesado lenguaje político vasco en que nada es lo que parece: que aún sin estar en el gobierno, de un modo u otro el PNV pueda seguir contando con suficientes resortes de poder del régimen. Bien sea a través de un acuerdo tácito, no escrito de cohabitación política ente Urkullu y Patxi López, bien incluso con la entrada en el gobierno de nacionalistas moderados e independientes, no vinculados orgánicamente al PNV, pero sí bajo su área de influencia política o ideológica. Una alternativa que, lógicamente, no podría ser asumida por Ibarretxe, cuyo proceso de dilución política necesariamente será largo y complejo dados los resultados obtenidos, pero sí por otros sectores que, como en el caso de Ardanza, hace tiene que vienen propugnando una alternativa de este tipo en caso de que finalmente, como así ha sido, eclosionara la oleada por el cambio. Alternativa que, por otra parte, en Moncloa sería recibida con los brazos abiertos. Esta es la incógnita que permanece abierta tras el 1-M. El viento del cambio, el viento popular por la unidad se ha impuesto. Pero quien va a gestionarlo y hacia dónde es harina de otro costal.

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