SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Viejas y nuevas mentiras sobre las pensiones

La población envejece, la pirámide demográfica se invierte, cada vez nacen menos niños… por lo tanto el sistema público de pensiones es insostenible y más nos vale a todos ir contratando un plan privado o preparándonos para una vejez empobrecida. Sin duda, el lector habrá escuchado este mensaje muchas veces en los últimos veinte años. Como las mejores mentiras, ésta toma datos ciertos y verdades a medias para conducir a conclusiones falsas e interesadas.Las pensiones son un pilar básico del Estado del bienestar. Y éste, tal y como lo hemos conocido los europeos, es un invento de la postguerra que facilitó la recuperación de un continente devastado y que proporcionó a cientos de millones de personas unas cotas de prosperidad nunca vistas gracias a la cohesión social y a la igualdad de oportunidades. Sí, es cierto, el Estado del bienestar se construyó justo cuando se producía un boom de la natalidad, lo que, unido a unas tasas de desempleo bajísimas en casi toda Europa, hizo que durante décadas se pudieran pagar jubilaciones a ciudadanos nacidos antes de la II Guerra Mundial cuya esperanza de vida era baja comparada con la actual.Es indudable que los cambios demográficos exigen la reforma de las pensiones. De hecho, como esos cambios se produjeron en España con posterioridad al resto del continente, ya podemos ver lo que se ha hecho en otros países y aprender de su experiencia. Para empezar, destinan a pensiones cuatro puntos más del PIB que nosotros. Han aplicado reformas, pero no han recortado el gasto, sino todo lo contrario. Son conscientes de un hecho evidente que suele pasarse convenientemente por alto: la inversión de la pirámide poblacional no es permanente. Durará un par de décadas, pero después tenderá a regresar a su forma original. Además, el envejecimiento de la población exige mayor gasto, pero también libera algunos recursos, por ejemplo los destinados a educación.Tras prometer por activa y por pasiva que mantendrían el poder adquisitivo de las pensiones, el PP S.L. (Solidaridad Limitada) y el Gobierno han presentado una reforma – que pretenden imponer, pese a su retórico llamamiento al consenso del Pacto de Toledo – que supondrá más pobreza para los pensionistas. Una reforma que no está pensada para las generaciones venideras, sino para reducir el gasto público aquí y ahora. Una reforma que no contempla ni por asomo mejorar los ingresos para converger a ese 14% del PIB que otros países destinan a pensiones (en España es el 10%).En el fondo, esta propuesta gubernamental es coherente. Coherente con las mentiras que nos cuentan todos los días, las últimas referidas a unos Presupuestos Generales del Estado incompatibles con la recuperación que vaticinan. Coherente con el empeño por ganar competitividad por la indecente vía de instalar a España en el tercer mundo. Coherente con una reforma laboral cuyo único objetivo fue y es la devaluación de los salarios. Coherente con su negativa a mejorar los ingresos del Estado luchando contra el fraude (Montoro prefiere la amnistía) y mejorando el sistema fiscal. Coherente con el empeño bipartidista de mantener un modelo de Estado derrochador, ineficiente y corrupto.El Estado de bienestar es lo que permitió que Europa saliera a flote. España, que llegó tarde, se esfuerza por ser la primera en darle la puntilla. Precariedad y paro. Salarios y pensiones cada vez más bajos. Educación, sanidad, dependencia… recortadas. Un país en el que se dispara la desigualdad. Esto es lo que ofrece el Gobierno a los españoles. «Acabaremos con lo que nos une y con el bienestar», parecen decirnos, «pero tendréis unas diputaciones que serán la envidia del mundo».

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