Fin de las sanciones internacionales

Victoria polí­tica de Irán frente a EEUU

La «diplomacia de terciopelo» puesta en marcha desde 2013 por el nuevo presidente iraní­, Hasan Rohani, ha obtenido un gran triunfo polí­tico con el levantamiento de las sanciones impuestas por EEUU y las potencias occidentales, una vez que la OIEA confirmara el pasado sábado que el régimen de Teherán ha cumplido su parte del acuerdo sobre paralización del programa nuclear.

La primera reacción de los grandes medios de comunicación ha sido resaltar las nuevas perspectivas de desarrollo económico que se abren para Irán con el fin de las sanciones. Pero en realidad lo que ha ocurrido este fin de semana va mucho más allá de una simple cuestión económica. Representa el inicio de una auténtica recomposición geopolitica del tablero en una región tan sensible y explosiva como Oriente Medio.

Tras estar situando durante 40 años a Irán en el corazón del “eje del mal”, EEUU se ve obligado a recular, reconocer la realidad y aceptar al Estado persa como un jugador activo de primer orden en la región. El hostigamiento de todos estos años no sólo no ha conseguido descomponer al régimen iraní, sino que por el contrario ha llevado a que su influencia sobre el llamado “arco chiita” que se extiende por Irak, Siria, Líbano, Bahrein y Yemen se haya multiplicado. Hasta el punto de que hoy resulta ya impensable la resolución de cualquiera de los múltiples conflictos que atraviesan Oriente Medio sin contar con la participación activa de Teherán. «Cuando un pueblo está unido en la defensa de su independencia, el imperialismo se ve obligado a reconocer su impotencia para doblegarlo»

Este ejercicio de realismo político es el que se ha visto obligado a hacer Washington al levantar las sanciones. Con ello, no sólo el petróleo, las finanzas y la economía iraní pueden volver a integrarse plenamente en el mercado mundial, sino que Irán adquiere el derecho a ocupar plaza, y no menor, en aquellos lugares donde se negocian y se deciden los asuntos clave de la región.

Cuatro décadas de defensa intransigente de su independencia nacional acaban dando sus frutos. De “apestado mundial”, el régimen iraní pasa a ser reconocido como actor clave en el escenario regional.

Una nueva situación que, necesariamente, va a provocar tensiones y conflictos entre Washington y dos de sus principales aliados en la zona: Israel y Arabia Saudita. Tel Aviv ya ha anunciado que rechaza el acuerdo y que a partir de ahora estará “extremadamente vigilante”. Y ya sabemos lo que esto quiere decir para el Mossad, desde sabotajes hasta atentados terroristas en suelo iraní.

Arabia Saudita, por su parte, lleva meses preparándose para lo que se anunciaba como inevitable. Desde la intervención militar en Yemen hasta la creación de una especie de “OTAN árabe”, sus esfuerzos se dirigen a crear un amplio frente sunita con el que hacer frente al previsible aumento de la influencia iraní en la región. Sin embargo, esta agresiva política no sólo provoca tensiones con su gran valedor, EEUU, sino en el seno de la propia casa real gobernante, de la que una buena parte acusa al rey y a su hijo (ministro de defensa) de llevar a cabo una política exterior aventurera y peligrosa de nefastas consecuencias. A ello se le suma, además, una más que probable aceleración del descenso en el precio del petróleo, al tener ahora Irán (primer productor mundial de gas natural y cuarto de petróleo) acceso libre al mercado mundial, lo que sin duda repercutirá sobre la ya delicada situación económica de Arabia Saudí.

El levantamiento de las sanciones sobre Irán es una magnífica victoria del pueblo iraní y una gran noticia para todos los pueblos de la región y del mundo. Es la constatación de cómo, cuando un pueblo está unido en la defensa de su independencia política, tarde o temprano el imperialismo se ve obligado a reconocer su impotencia para doblegarlo.

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