Ese día, el ministerio de Asuntos Exteriores hacía público un comunicado por el que Suecia se convierte en el primer país miembro de la Unión Europea que reconoce a Palestina como Estado.
Transcurrido apenas un mes de su toma de posesión, el nuevo gobierno de izquierdas sueco reconocía al Estado palestino porque “al tomar esta decisión queremos otorgar una nueva dinámica al estancado proceso de paz”. Mientras la reacción en Palestina ha sido de euforia total, Israel llamaba a consultas a su embajador en Estocolmo y amenaza con retirarlo de forma permanente.
La decisión sueca se inscribe en un movimiento europeo más amplio. Durante el mes de octubre tanto el Parlamento británico como el Senado irlandés han aprobado sendas resoluciones en las que instan a sus respectivos gobiernos a que se sumen a la lista de países que ya reconocen oficialmente a Palestina como Estado.
Más significativo aún, en plena escalada de la tensión por el atropello de varios soldados israelíes y el anuncio de Netanyahu de ampliar las edificaciones judías en Jerusalén este y reivindicar la ciudad como capital del Estado hebreo, la nueva jefa de la diplomacia europea, la italiana Federica Mogherini, defendía en Ramala, sede de la Autoridad Nacional palestina, que Jerusalén sea “la capital de dos Estados”, el israelí y el palestino, dando así, de forma indirecta, su apoyo al reconocimiento del Estado palestino.