Cine

«Vals con Bashir» llega a las pantallas españolas

Este fin de semana podremos elegir una pelí­cula que nos va a marcar, de las que nos hacen conocer mejor el mundo en que vivimos, de las que tendremos imágenes al dí­a siguiente, de las que comentaremos y recomendaremos. Una de las candidatas al Óscar a la mejor pelí­cula extranjera, que cada año se afianza más como el único Óscar a tener en cuenta.

Vals con Bashir es una elícula estremecedora. Tanto, que consigue que nos parezca absolutamente natural ver un documental en forma de animación, cosa nunca antes hecha en la Historia del Cine. Es el dibujo y la estética desbordantes de verdad, capaces de transmitir con mayor justeza que una fotografía la cruda realidad de una de las heridas más hondas del mundo: el conflicto Árabe-Israelí.No se trata de una película que se cebe en mostrar atrocidades cometidas contra un pueblo, en evidenciar lo evidente. No se limita a dar forma visible a los horrores que nuestra imaginación sólo puede deducir mientras lee los diarios. Lo que hace que esta película rebose verdad, es la posición de su autor-protagonista, que no hace el papel de víctima, sino más bien al contrario. La película es para él una terapia de redención basada en un ejercicio de memoria.Ari Folman combatió en el ejército israelí hace unos veinte años, cuando una de las guerras del Líbano. No conserva más que unas poquísimas imágenes sin demasiado sentido grabadas en su cerebro. También intuye que una pesadilla recurrente, en la que una treintena de perros feroces destrozan y matan todo lo que encuentran a su paso en una apacible ciudad, puede tener algo que ver con su ahora lejana experiencia como soldado.¿Qué pasó allí? ¿Por qué no recuerda casi nada?La memoria es maleable, se transforma con el tiempo. Los recuerdos también evolucionan para adaptarse a las nuevas realidades ¿Cómo saber entonces qué fue lo que provocó ese agujero negro en su psique? La única solución es indagar qué sucedió, no buscando en los rincones recónditos de su mente, sino saliendo fuera, a investigar, a informarse, a entrevistar a sus compañeros de la « mili ».Que la nobleza de este empeño por desentrañar la verdad venga acompañada por la música de Max Richter es una coincidencia. Que un documental tenga un guión trepidante, y que además sus imágenes sean de una belleza que mantiene boquiabierto al espectador durante toda la sesión, es otra coincidencia. Independientemente del innegable talento de su autor, hay películas que se vuelven imprescindibles a base de coincidencias.La mayor: que Ari Folman tenga un borrón en la memoria de la masacre de Sabra y Shatila, y que de ella apenas existan documentos verídicos, ni fotos ni filmaciones. Sólo la memoria de los que estuvieron allí.

Deja una respuesta