Territorios í‰ticos

Valores Refugio

El capitalismo ha inspirado una metáfora. En tiempos de crisis hay que poner a buen recaudo el dinero acumulado, refugiándolo en algunos valores que den tranquilidad al inversor.

Monedas extranjeras, metales diversos, obras de arte o bonos garantizados. Son los territorios habituales donde se refugia el inversor asustado.

¿Puede el arte del actor, un arte que hace de lo efímero y fugaz su eternidad, un valor de refugio? ¿Para refugiarse de qué?

El capitalismo disfrazado de liberalismo salvaje ha decidido asemejarse al fundamentalismo islámico. Estos, como no pueden cambiar el mundo y las creencias de los seres que lo habitan, han decidido destruirlo.

Los dueños del universo financiero, a eso le llaman mercado, como no pueden comprar y vender la totalidad de los bienes y con ello seguir obteniendo altas rentabilidades, han decidido lo mismo que los fundamentalistas, destruirlo.Me resulta muy duro soportar que el arte del actor, utilizando la televisión y la profesionalidad como excusa, sea una parte decisiva de lo mismo. Otro de los refugios donde la realidad construida y sostenida por el capital complete su tarea: matar al individuo.

La mercancía acaba teniendo mas valor que el sujeto. Con la técnica el individuo domina el objeto, pero se olvida del ente, del ser (Martin Heidegger). Dominamos los medios para matar al ser humano.

Carlos Marx dijo que “la burguesía no va a parar hasta destruir al ser humano”. Deseo que su profecía no se cumpla.¿De dónde vengo?

Hace casi 20 años que las dos primeras horas de cada día las dedico a la lectura. Mi pasión por Philip Roth, mi desencanto por Paul Auster, el descubrimiento de Thomas Pynchon, mi empecinamiento con Valdimir Nabokov o mi admiración por Anne Bogart vienen de ahí.«Entre el vez a vez y el vínculo entre los individuos, vive la acción escénica»

Mi inclinación por la filosofía, más que nada lo que sigo estudiando al respecto, no lo considero lectura recreativa. No es la misma ayuda para comenzar el día que una buena novela. Me instala en mis tiempos de estudiante. Creo que intento acabar una carrera que en su momento no me atreví a concluir.

Mi compañera Carmen y mi hija Camila me llaman con ironía, el filosofo. Supongo que para hacerme creer que soy lo que no he sido capaz de ser. No creo que sea un homenaje a Jorge Valdano.

En el año 1980 contraje una hepatitis. Ricardo Domenech en aquel momento director de la RESAD donde yo había comenzado a trabajar hacía un año me preguntó que libros deseaba que me regalaran para hacer más llevadero mi reposo. Entre otros le solicité Vigilar y Castigar de Foucault, Ser y Tiempo de Heidegger y Consideraciones Intempestivas de Nietzsche. Me escuchó sorprendido. Ni un solo libro remitía a algo teatral.

Ricardo ha fallecido hace un año mientras yo estaba en Chile. Con el transcurso del tiempo pude explicarle que entre las Palabras y las Cosas he logrado acomodar mi deseo de dirigir a los actores. Sin Foucault no lo hubiera conseguido, pero sin Sartre o Deleuze, tampoco. El pesimismo en el entendimiento me ha posibilitado un optimismo creador que encuentro en dirigir a los actores y descubrir junto a ellos una puesta en escena.

A mis alumnos les hablo de Spinoza. Es el mas cercano a la técnica actoral pura de todos los que conozco desde Descartes hasta Paul Virilio o Peter Sloterdijk. Entre el vez a vez y el vínculo entre los individuos, vive la acción escénica. Eso lo dijo Baruch Spinoza no Stanislavsky. Lo siento mucho por el teatro ruso pero es así.

Mi hijo Federico esta preparado para dirigir actores en cine porque descubrió los espacios en blanco entre las palabras. Es decir, sabe leer lo que no está escrito. Igual que en los actores.

Creo que en mi vida he utilizado la lectura como un medio para detener el tiempo. Dirigir o dar una clase son algo distinto. La mejor manera que he encontrado para perderlo.

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