Muere el niño de seis años enfermo de difteria

Vacunas, seguras y eficaces

La alarma por la reaparición de la difteria en un paí­s como el nuestro en el que estaba desparecida desde hace 28 años está justificada. Pero entre la alarma y el alarmismo hay una sutil frontera por la que transitan intereses ajenos a la defensa de la salud.

La difteria es una infección respiratoria que puede producir la muerte del que la padece por asfixia o, a través de la toxina que produce el microbio, también puede generar daños en el corazón y el cerebro, donde puede dejar secuelas.

Los hechos son que la familia del niño de seis años del pueblo de Olot, en Girona, no lo vacunó. Ella fisioterapeuta y osteópata; el trabajador en una empresa de cartonajes.

No pertenecen a ningún movimiento organizado en contra de la vacunación, aunque sí existe la llamada Liga por la Libertad de Vacunación. Se les llama los anti-vacunas.

No se trata de un movimiento relevante. Postulan que los riesgos que supone la vacunación son mayores que sus beneficios y promueven la no-vacunación.

Afirman que las enfermedades infecciosas infantiles empezaron a descender antes de que aparecieran las vacunas, cuando mejoraron drásticamente las condiciones higiénicas y de vida de la población.«La política de meter miedo no funciona sino que genera más desconfianza»

Y que ahora se usan excipientes en la vacuna, como el mercurio, como potenciadores de la respuesta unitaria, capaces de explicar el auge de las alergias y las enfermedades autoinmunes.

Un estudio que promovió esta causa en los años 70, el de un médico británico que demostraba la asociación entre las vacunas y el autismo. Se demostró que el estudio era un fraude que pretendía tan solo generar un negocio multimillonario.

Aunque es cierto lo que dicen, no lo es del todo. Las mejoras en la higiene y las condiciones de vida han hecho reducir las infecciones y sus complicaciones. Pero las vacunas si han jugado un papel importante en mantener a cero la incidencia de la enfermedad y las muertes asociadas.

Definitivamente, las vacunas son un gran avance de la humanidad.

La vacunación lleva implícito un sistema de seguridad solidario ante las infecciones. Si hay una cobertura del 85% de niños vacunados protegen a aquellos que por alergias o inmunodeficiencia no pueden vacunarse o los que directamente no lo están.

El no vacunarse conlleva pues el riesgo de servir como puerta de entrada a la comunidad de enfermedades que de otra manera están a raya.

Sin embargo, criminalizar a los padres en esta historia no ayuda a resolverla sino todo lo contrario.

Existen más brotes de enfermedades como el sarampión que son originados a partir de niños

A raíz de un reciente brote de sarampión, el Centro Europeo para el Control y la Prevención de las Enfermedades (ECDC) señaló en un informe las barreras que impiden a Europa llegar al 95% de cobertura vacunal en sarampión: la percepción de la población general de que el sarampión es una enfermedad leve, la caída en la confianza del público en las vacunas en general, la existencia de bolsas de poblaciones mal vacunadas y los crecientes problemas presupuestarios para financiar la salud pública.

Información veraz

Lo primero que tiene que haber es información e información veraz. Los padres tienen que tener toda la información para poder tomar una decisión sobre lo que es mejor para sus hijos.

Es más, los propios pediatras tienen que tener la información veraz y no tamizada por los intereses farmacéuticos.

Eso es lo más importante.

Las reacciones adversas de las vacunas suelen ser leves y minoritarias, pero también pueden ser muy graves, dejar a un niño tetrapléjico o incluso provocarle la muerte.

Y ya hemos presenciado ejemplos donde han tenido que ser las familias afectadas las que se muevan para demostrar la relación entre la vacuna y los problemas graves que aparecen.

En España hay casos y en parte están en la Asociación de Afectados por Vacunas (AxV).

En la prensa se han recogido testimonios de estos casos, como el caso de Federico Sánchez, que hoy preside la Asociación de Afectados por las Vacunas, cuyo hijo, según cuenta, «empezó a sufrir convulsiones después de que le administraran la vacuna Infanrix hexa® [una vacuna hexavalente], del laboratorio GSK». Posteriormente, le diagnosticaron encefalopatía. Murió hace ahora un año.

La relación directa entre la vacuna y la muerte del niño es, para él, clara. Envió una muestra de dicha vacuna a un laboratorio estadounidense, donde la analizaron, y concluyeron que «tenía entre un 30 y un 200% más de hidróxido de aluminio de lo que indicaba en la ficha técnica».

Pero, ¿por qué no hizo los pertinentes análisis la administración?

En la página de la asociación, otro de los padres a los que se le murió un hijo tras la vacunación afirma: «cuando tu bebé pierde la vida tras una vacunación las autoridades sanitarias lo obvian. ¿Por qué tenemos que sufrir el maltrato institucional? ¿Tan malos ciudadanos somos que ninguna administración nos ayuda ante nuestra tragedia, después de la pérdida de nuestro hijo?»

No es oro todo lo que reluce

Por último, detrás de esta cuestión de las vacunas subyace otra cuestión que no debe ser obviada. Es la de las vacunas necesarias, seguras y eficaces.

Una cosa es que las vacunas sean buenas, otra que nos tengamos que vacunar de todo lo que nos dicen.

El médico de cabecera Juan Gervás, argumenta que «los llamados ‘antivacunas’ son un grupo mínimo, el problema de las vacunas es otro y triple 1/ las necesarias son muchas de baja calidad (como la misma de la difteria), 2/ las necesarias no llegan a los que más las precisan (pobres y marginados, como chavolistas-favelistas, gitanos y otros) y 3/ se mezclan las vacunas necesarias con las innecesarias, en paquete, para fomentar el negocio. Por supuesto, a quien quiera analizar las vacunas con métodos científicos se le declara anatema y antivacunas. El debate científico se elude y se substituye por la irracionalidad rampante”. «Hablan como si no hubieran vacunas innecesarias, ineficaces o inseguras»

Miles de profesionales, no digo ya padres, profesionales sanitarios propusieron la moratoria sobre la vacuna del papiloma. Una moratoria basada en criterios objetivos sobre la incidencia de casos de cáncer de cérvix causado por el papiloma virus, de las más bajas de Europa y del mundo. Se hizo caso omiso.

Miles de profesionales se negaron hace pocos años a ponerse la vacuna de la gripe A, aduciendo su falta de eficacia y seguridad. Luego se destapó una auténtica trama de corrupción de los grandes laboratorios farmacéuticos y la OMS para vender las dosis a los diferentes gobiernos.

La confianza en el sistema de sanidad, en que los recursos se administran por el bien común pierde enteros. Si eso no es así, se alimenta la espiral de la desconfianza en quien administra nuestro ahorro.

La confianza en el médico de cabecera parece ser mucho más efectiva que las campañas de miedo sobre la elección de no vacunar.

La confianza tiene mucho que ver con la existencia de una sanidad orientada únicamente al interés de velar por la salud. Esta era una de las claves del éxito de la Organización Nacional de Trasplantes. El mercantilismo en la sanidad le resta confianza.

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