¿Una universidad de calidad o anoréxica?

¿Universitarios?, no gracias

Un estudio de la Fundación de Estudios de Economí­a Aplicada, después de un sesudo esfuerzo, ha calculado en 3.300 millones de euros la factura anual del fracaso en la universidad española. Lo que valora es que cada alumno que abandona los estudios superiores o repite curso supone un coste para el Estado de 7.000 euros. Lo que suman al coste estimado del fracaso en la Educación Secundaria, alcanzando todo ello el 0,43% del PIB. Incluso nuestro «inefable» presidente del Banco Santander, Emilio Botí­n, se ha permitido, la semana pasada, elevar dicho coste al 0,75%. No ha dicho nada de lo que nos ha supuesto a todos los españoles la inyección financiera a la banca. Pero el problema principal, de fondo, es qué proyecto de paí­s tiene la oligarquí­a financiera y sus representantes polí­ticos para España; y qué proyecto necesita la inmensa mayorí­a de la población española.

Hasta ahora su royecto ha consistido, í­ntimamente ligado a su modelo económico, en la explotación de una mano de obra con poca cualificación y baja productividad. Modelo económico que no necesita trabajadores y empleados con la mejor y más alta cualificación que apliquen sus conocimientos en sectores productivos de vanguardia y de alto rendimiento. Para esto se necesita una universidad de calidad, que lleve a cabo una investigación cientí­fica avanzada, que ayude al desarrollo tecnológico puntero, que permita la innovación productiva generalizada. Botí­n y compañí­a sólo quieren una universidad elitista, raquí­tica y anoréxica.Ellos proponen castigar económicamente al estudiante, cuando la media de inversión en becas en la OCDE es de un 0,25% del PIB frente a sólo el 0,08% en España. Sin embargo, el director de la cátedra UNESCO de Polí­tica Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid, Francisco Michavila, opina que «el estudiante, al igual que el profesor, debe esforzarse por realizar su deber, que es estudiar, con el único incentivo de recibir una enseñanza de calidad y de ser un buen profesional y mejor ciudadano». Y añade que los elementos más influyentes en el abandono y el fracaso universitario están relacionados con la orientación y la metodologí­a, ya que «bastantes profesores se preocupan más de lo que el estudiante debe saber con criterios abstractos y atemporales que de las condiciones que tiene para aprender»; y que, a diferencia de otros paí­ses europeos, «no hay pasarelas para reconducir los estudios, de modo que un joven que se ha equivocado tiene prácticamente que empezar una nueva titulación».

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