Una turba fascista intenta dar un golpe de Estado en Brasil

La democracia brasileña está bajo ataque. Emulando sin tapujos a la turba trumpista que invadió el Capitolio de EEUU el 6 de enero de 2021, miles de seguidores del expresidente brasileño Jair Bolsonaro han invadido la sede del Congreso Nacional en una manifestación que pide una intervención militar para derrocar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Poco después, también han invadido el Palacio de Planalto, residencia del recién investido presidente brasileño Lula da Silva, y el edificio de la Corte Suprema de Brasil.

Los miles de fanáticos ultraderechistas, que defienden tesis golpistas, han logrado superar la barrera policial y han subido la rampa que da acceso al techo de los edificios de la Cámara de los Diputados y del Senado.

Los extremistas, en su mayoría con camisetas amarillas y verdes y banderas de Brasil, también atacaron algunos vehículos de la Policía Legislativa, que brinda seguridad al Congreso. Además, destruyeron barreras de protección y armados con palos se enfrentaron a los agentes que intentaron contener, sin éxito, la entrada de los manifestantes.

Esta asonada golpista, cuyo desenlace es incierto y que amenaza la democracia de la principal potencia económica y demográfica de América Latina, es la crónica anunciada de un sector especialmente radicalizado y fanatizado de la extrema derecha bolsonarista, que desde la misma noche electoral se ha negado a reconocer el resultado de las urnas, y se han manifestado en las puertas de los cuarteles militares pidiendo una intervención armada que impida lo que ellos denominan «un gobierno comunista» en Brasil. Muchos ya habían advertido del peligro de que una turba fascista tratara de emular la toma del Capitolio norteamericano.

Desde el triunfo de Lula en la segunda vuelta electoral del 30 de octubre, con el 50,9% de los votos válidos frente al 49,1% de Bolsonaro, cientos de simpatizantes del ultraderechista se han concentrado en las afueras de los cuarteles del Ejército, concretamente frente al Cuartel General del Ejército, en Brasilia. Su líder, el expresidente Bolsonaro, que en ningún momento ha movido un dedo para desmovilizarlos, ha desplazado su residencia a Orlando (Florida, EEUU), no sólo para evitar participar en la investidura de Lula, sino por temor a tener que responder por la vía penal ante diferentes causas de la Justicia.

El presidente Lula, que asumió la Presidencia de Brasil el pasado día 1 de enero, se encuentra este fin de semana de viaje en la ciudad de Araraquara, en Sao Paulo, y por tanto su seguridad no está en peligro. El presidente Lula ya ha recogido el apoyo explícito de múltiples gobiernos de toda América Latina, de la UE -incluido el de España- y del mundo.