Golpe de estado en Honduras

Una prueba de Fuego

El asalto militar a la democracia hondureña representa la primera prueba de fuego, en el ámbito hemisférico, para la nueva» diplomacia inteligente» de la administración de EE UU. No puede ignorarse que el nefasto papel histórico que ha desempeñado Washington en Centroamérica, y particularmente en Honduras, como promotor de golpes de estado, protector de oligarcas, usufructuario de bases militares y organizador de grupos terroristas de ultraderecha, como la contra nicaragüense, define ahora una responsabilidad particular de Estados Unidos en la tarea de impedir la consolidación de los golpistas hondureños y del gobierno espurio conformado ayer. Para la OEA, la situación es también todo un desafí­o, pues, de acuerdo con su carta democrática, tendrí­a que empeñar todo su peso en lograr la inmediata restitución de Zelaya en el cargo presidencial. Es fundamental, en este aspecto, que se niegue a los golpistas un margen de tiempo que podrí­a resultar en la plena destrucción del sistema democrático; así­ ocurrirí­a si las autoridades espurias lograsen mantenerse por lo que resta del periodo del presidente constitucional, que culmina a fines de enero del año entrante.

El gole de estado en Honduras pone a prueba de manera el ensayo de reconstrucción de las relaciones de los EE.UU. con sus vecinos del hemisferio, a tan sólo dí­as de que (justamente en Honduras) todos encontraran un punto de acuerdo para lidiar con la cuestión de la suspensión del gobierno de Cuba de la OEA. la nueva lí­nea definida por la administración Obama para establecer un nuevo liderazgo en la región, estableciendo coaliciones, intentando recuperar la iniciativa el la región, para aislar la creciente influencia de nuevos actores, económicos y polí­ticos en la zona, el Departamento de Estado ha rechazado el golpe y respaldado la intervención de la OEA para lograr la reposición de Manuel Zelaya. Esa actitud ha descolocado a los polí­ticos y la oligarquí­a hondureña, que han montado la pantomima en el congreso para darle cierto aire de «institucionalidad democratica», llevando estos a pedir a Washington que haga lo que se llegó a esperar como naturalidad de la capital del imperio, que avale al usurpador de la presidencia.El golpe de Estado en Honduras se ha encontrado con una unanimidad en su repudio por parte de toda Latinoamérica, que hubiera sido impensable tan sólo meses atrás, cuando el gobierno de los EE.UU. estaba en manos de la lí­nea Bush y los halcones de Washington No esta muy lejos en la memoria el golpe de 2002 en Venezuela, donde el apoyo a los golpistas no sólo provino de quienes mandaban en Washington, sino de de el eje de influencia de EE UU en la zona Chile, Perú y Colombia y de los aliados de las Azores, como España en ese momento.La OEA institución cuestionada por su innegable papel como uno de los ejes de intervención regional de EE UU en Latinoamérica y que esta en tela de juicio para muchos de sus integrantes, se ha visto llamada a ser la sede de debates y la fuente de acciones mucho más decisivas que las que nadie le hubiera atribuido hace escasos meses. Llevar a cabo con éxito la tarea de restituir a Zelaya podrí­a valerle una dosis de prestigio que puede ser preciosa para darle el lugar de relieve en el escenario hemisférico que los EE.UU parecen querer asignarle, alejándola definitivamente de una imagen de reliquia de la Guerra Frí­a que ha hecho que muchos de sus miembros le resten prioridad.Una situación preocupante y degradable para la nueva administración Obama, en la que seguramente, los halcones de Washington que no por perdedores en las elecciones se han desactivado, le han dejado un regalito radioactivo justo en la lí­nea de flotación de su nueva estrategia hemisférica, pero el caso de Honduras da lugar paradójicamente a la posibilidad de refundar las instituciones hemisféricas sobre bases distintas de aquellas que le dieron sustento original. Latinoamérica se ha puesto en pie, decidida a andar su propio camino, caminar con sus propios pies y pensar con su propia cabeza. Y no hay fuerza en el mundo, por poderosa que sea, que a dí­a de hoy parezca capaz de detener esta corriente imparable. Se acabaron los tiempos de la doctrina del patio trasero el frente antihegemonista como sucediera con Cuba no esta dispuesto a dar un paso atrás y EE UU se debe acostumbrar a los nuevos tiempos, si quiere como decí­a Hillary Clinton «alejar a Latinoamérica de las malas compañí­as», un nuevo mundo multipolar que abre nuevas oportunidades y perspectivas a Latinoamérica. De cómo se resuelva la situación en Honduras, dejara una indeleble marca en las relaciones de la nueva administración con Latinoameri

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