Cine

Una palabra tuya

Rosario, que acaba de empezar como barrendera, está enfadada con una señora mayor que la espera a diario para tirarle la basura desde su ventana. «Ya se te hará un callo en el alma igual que en las manos» le larga su compañero. Y, como la mayorí­a de la gente, a ése trágico destino parecen abocadas ella y su amiga Milagros, aunque cada una lo afronta de forma opuesta.

Rosario es una treintañera que aún vive con su madre, que emieza a desvariar por Alzheimer, y quiere un trabajo “normal” porque como ella dice, “ha hecho hasta primero de carrera”. Se reencuentra con Milagros, una antigua compañera del instituto, taxista sin carné, una chica sola, divertida y estrafalaria que, al contrario que ella, parece enfrentar los problemas de forma valiente y decidida. Las dos emprenden un viaje al pueblo de Milagros a enterrar a su gato, secuencia entretejida al resto de la película como una metáfora del otro viaje, el que recorren sus almas, sus emociones, sus sueños, luchando cada una por atreverse a tomar una decisión que las cambiará para siempre. Malena Alterio y Esperanza Pedreño, dos actrices en estado de gracia, dos interpretaciones opuestas pero fundidas, magistralmente dirigidas para llevarnos de los detalles más cotidianos y populares a los más profundos abismos de la condición humana. Y al que ayudan bastante los no menos geniales trabajos de reparto de Antonio de la Torre y MªAlfonsa Rosso. Una toma de posición por cómo se desarrolla la realidad y cómo funcionamos las personas al intentar conocerla. Porque esta película nos lleva de la risa al llanto sin concesiones, o más bien es risa y llanto a la vez. De la alegría de ver a una madre feliz a la tristeza de saber que su felicidad es imaginación causada por una enfermedad que la consume. De la miseria de encontrar un recién nacido abandonado en la basura al milagro de encontrar al hijo negado y soñado. Porque la realidad, a nuestros ojos, no avanza en línea recta, constante, sino en zigzag, dando bruscos bandazos de un opuesto a otro, y a cada paso vamos decidiendo y comprendiendo un poco más. Una joya, creo que el tiempo lo dirá, en cuanto a recursos narrativos y específicos del cine, donde un brusco cambio de tamaño de un plano a otro puede tener significado en varios niveles de la trama (detalles geniales creo que de la talla de Billy Wilder, de Welles o de John Ford), donde la banda sonora señala de forma sutil infinidad de matices, donde se disecciona una situación y sensación tan compleja como la soledad sin tener que aguantar un aburrido plano de 15 minutos de una persona sola y triste. Según su directora, un retrato realista de dos vidas corrientes, del temor al cambio, a no merecer ser felices. Pero un retrato del realismo de los cuadros de Goya, que aunque invisible a primera vista ofrecía, al que quería verlo, un prisma desde el que mirar de otra manera la realidad pintada, desde el que impregnarse de su grandeza o miseria. Un retrato genial de la honda y trágica esencia de la gente de esta España, que tiene que decidir entre dejar o no que se le haga un callo en el alma, entre amar sin importar las consecuencias o encerrar al corazón por miedo a la herida. El cine español está de enhorabuena. Vayan a verla, espero que salgan tan emocionados como yo.

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