Celebrando su 80 aniversario, ésta no ha sido una cumbre de la ONU más. Ha sido la Asamblea General que ha puesto como centro la condena de la inmensa mayoría de los países y pueblos al genocidio en Gaza. Ha sido la cumbre donde la bronca y delirante intervención de Trump nada ha podido hacer para detener el aislamiento de su gendarme israelí o el avance del multilateralismo. Ha sido la cumbre que -hasta la fecha- más y mejor ha reflejado el verdadero signo de los vientos que soplan en el mundo: el avance de la lucha de los países y pueblos.
Todos los años la Asamblea General de las Naciones Unidas celebra una cumbre. La mayoría de los años, el contenido de esas cumbres cae, sin pena ni gloria, muy poco después… en el olvido.
Pero la Asamblea General de este año se recordará durante tiempo. Porque ha sido una cumbre de la ONU que ha escenificado la pujanza de la lucha de los países y pueblos, el avance inexorable del multilaterialismo, el creciente aislamiento de la superpotencia norteamericana y el declive de su hegemonía.
Y particularmente se recordará por ser la cumbre de la ONU donde avanzó de forma notable y cualitativa el reconocimiento del Estado Palestino, contra todos los intentos de sabotearlo o socavarlo por parte no sólo de Israel, sino de Washington, que llegó a denegar el visado a la delegación palestina, teniendo que asistir a la sesión de forma telemática.

Nada de todo eso sirvió. A lo largo de la cumbre se han producido importantes incorporaciones al abultado número de países -157 de los 193 reconocidos en la ONU, que suponen el 81% de las naciones del globo, y que agrupan a casi el mismo porcentaje de la población mundial- que reconocen a Palestina como Estado soberano. Se trata ni más ni menos que de dos grandes potencias europeas -Reino Unido y Francia- que además forman parte del Consejo de Seguridad, de países tan importantes como Canadá o Australia, o de naciones europeas como Portugal, Bélgica, Luxemburgo, Malta, San Marino, Andorra.
Todos ellos han reafirmado su apuesta por la «solución de los Dos Estados» que Israel y Washington buscan cegar a toda costa.
Ha avanzado de forma cualitativa el reconocimiento del Estado Palestino, contra todos los intentos de sabotearlo o socavarlo por parte no sólo de Israel, sino de Washington
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La bronca del Emperador desnudo… y el aislamiento de su gendarme

Tras la cascada de reconocimientos al Estado Palestino, Trump acudió a la Asamblea General no sólo a reñir y abroncar a los asistentes, recriminándoles haber otorgado «un regalo demasiado grande a Hamás», sino a denigrar a la propia institución de Naciones Unidas.
En un discurso tan bronco como delirante, Trump se quejó de haber sido objeto de un «triple sabotaje» (ascensor atascado, teleprompter fallido y audio cortado durante su intervención). Luego acusó a la ONU de ser «inútil» e «ineficaz»: «Mientras estaba trabajando para salvar millones de vidas para poner fin a las guerras, a siete guerras interminables en siete meses, por lo que todos dicen que debería ganar el Premio Nobel» -dijo, ante el sonrojo de muchos- «lamentablemente las Naciones Unidas ni siquiera han intentado ayudar». Es más, acusó a la ONU de financiar «invasiones» a través de “programas de refugiados, destruyendo las fronteras occidentales”. Luego llamó al cambio climático «el mayor fraude en la historia» y a la agenda verde un «estafa global» que destruye economías.

La reacción a esta discursos: aplausos de algunos delegados.. y el frio silencio de la mayoría. Pero pocos días después, se produjo otra imagen reveladora. Cuando Netanyahu se dirigió al estrado para tomar la palabra y pronunciar un discurso en el que acusaba a los que han reconocido el Estado Palestino de “premiar a los asesinos de judíos”, un centenar de delegaciones -la mayoría del pleno- abandonaba la sala en protesta, o lo recibía con abucheos y una sonora pitada. Una imagen pocas veces vista en el máximo foro diplomático del planeta.

Lo que reveló la bronca de Trump y el vacío y abucheo del pleno a su gendarme israelí, lo mismo que la cascada de reconocimientos del Estado Palestino -algunas de ellas por parte de sus más estrechos aliados-, o las votaciones sobre temas como los Objetivos de Desarrollo Sostenible o sobre la próxima Cumbre del Clima… es la desnudez del emperador, la creciente soledad de la superpotencia, que sólo consigue ser acompañada en sus votaciones por estrechos gendarmes como Israel, por gobiernos de extrema derecha como los de Argentina o Hungría, o por pequeños países cuya soberanía está chantajeada por las decisiones de EEUU, como las islas del Pacífico.
El resto, la inmensa mayoría de las naciones de Asia, África, América, Europa y Oceanía, vota corrientemente, en casi cualquier cuestión de importancia, en contra del criterio de los EEUU de Trump.
Una situación que escenifica la contradicción principal que recorre el globo: la que existe entre el hegemonismo norteamericano y el conjunto de países y pueblos del mundo.
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Una ONU globalista
Detrás de las duras palabras de Trump no sólo está el amargo desdén que desde siempre ha mostrado el presidente norteamericano contra las Naciones Unidas, ni su «guerra cultural» contra el globalismo o «inventos woke» como el cambio climático, los derechos humanos o la agenda 2030.

Tras esa ofensiva ideológica contra la ONU y lo que representa -una legalidad internacional basada en reglas y consensos- hay intereses muy concretos y materiales. Los de una superpotencia en su ocaso imperial que quiere imponer la ley del más fuerte.
Cuando cumple su 80 aniversario, no está de más recordar que la Organización de las Naciones Unidas nació en 1945 nada más acabar una II Guerra Mundial de la que había emergido una única superpotencia dueña del monopolio nuclear (la degeneración de la URSS a superpotencia socialimperialista no ocurriría hasta más de una década después). Durante décadas, la hegemonía de EEUU convirtió la ONU en un instrumento para dar una pátina de «legalidad internacional» a gran parte de su política exterior.
La cumbre de la ONU escenificó la contradicción principal que recorre el globo: la que existe entre el hegemonismo norteamericano y el conjunto de países y pueblos del mundo.
Pero el mundo ha cambiado, y la correlación de fuerzas en la arena internacional también. La ONU de 2025 poco se parece a la de 1945. En los últimos 20 años, un grupo de potencias emergentes -los BRICS, liderados por China- en su mayoría procedentes del Tercer Mundo, han impulsado de manera vigorosa un nuevo orden mundial multipolar, que nace y se desarrolla a la misma velocidad con el que se agosta el viejo orden mundial unipolar con EEUU como único árbitro y gendarme.
Y al calor de las pujantes relaciones «Sur-Sur», mucho más ecuánimes y ventajosas para los países del Tercer Mundo, un número ingente de naciones de Asia, África y América Latina se han desarrollado económicamente, ganando mayores cuotas de soberanía e independencia, socavando y zafándose del yugo de EEUU y otras potencias imperialistas.
Cuando Trump ataca a la ONU, lo hace porque la considera «colonizada» por China, los BRICS y el Tercer Mundo.
Y no le falta razón. Mientras que en dos décadas y media el campo imperialista capitaneado por EEUU ha pasado de suponer el 85% del PIB mundial a sólo el 57%, el Tercer Mundo ha pasado del 18,7% de la economía global, a suponer el 43%. Las naciones del «Sur Global» han ganado terreno, arrebatando espacios de explotación y control a la superpotencia norteamericana
Esa ganancia de peso económico, de soberanía e independencia de los países del Tercer Mundo se refleja de forma cada vez más nítida en la ONU, especialmente en su órgano más democrático, la Asamblea General, donde todas las naciones están en pie de igualdad, donde no existe el antidemocrático derecho de veto que de manera sistemática ejerce EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU, por ejemplo para proteger a Israel de mociones condenatorias o de sanciones.
Cuando Trump ataca a la ONU, lo hace porque la considera «colonizada» por China, los BRICS y el Tercer Mundo. Y no le falta razón.

Es en la Asamblea General donde se ve de forma más nítida la verdadera correlación de fuerzas y hacia qué dirección avanza año tras año, donde se muestra claramente la creciente fuerza de los BRICS y del Tercer Mundo, y la cada vez más acentuada soledad de EEUU.
Es por esta razón por la que Trump quiere demoler a las Naciones Unidas. Y es por esta razón que la defensa de este organismo y de un orden mundial basado en reglas y consensos se ha transformado hoy en una herramienta de lucha, en un punto donde podemos y debemos unir a la inmensa mayoría de los países y pueblos del mundo contra la dictadura hegemonista de Trump.
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Algunas declaraciones en la Asamblea General
«Apoyamos un alto el fuego en Gaza y la solución de dos Estados como principio inquebrantable. Gaza y Cisjordania son la patria del pueblo palestino, no fichas en trueques políticos. Los palestinos deben gobernar Palestina».
«En 2025, el 80 aniversario de la ONU, debemos revitalizar el verdadero multilateralismo centrado en la ONU, reformando la gobernanza global para mayor equidad. El sistema internacional basado en la ONU salvaguarda el progreso humano; enfrentemos crisis con coordinación, no confrontación.»
Wang Yi, Ministro de Exteriores de China
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«Basta de palabras: lo que vemos en Gaza es un genocidio que ensaya el futuro. Colombia exige una fuerza armada internacional de la ONU para detenerlo y avanzar hacia la solución de dos Estados. Netanyahu es responsable de más de 65.000 muertes palestinas, con Trump como cómplice.»
«El genocidio en Gaza se une a la política de drogas, migración y el fracaso climático. Colombia propone multilateralismo para hacer vinculantes los planes de la COP y transitar a una economía descarbonizada»
Gustavo Petro, presidente de Colombia
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«Nada, absolutamente nada, justifica el genocidio en curso en Gaza. Este masacre no habría ocurrido sin la complicidad de quienes pudieron prevenirlo. Exigimos un alto el fuego inmediato y la implementación urgente de la solución de dos Estados para una paz justa.»
«El multilateralismo está en una encrucijada nueva. Debemos revitalizar la ONU como brújula moral.»
Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil
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«La respuesta de Europa a la guerra en Gaza ha sido un fracaso. Acusamos a Israel de genocidio en Gaza y exigimos un alto el fuego inmediato para avanzar hacia la solución de dos Estados, reconociendo el Estado palestino como paso transformador e irreversible.»
«España refuerza su compromiso con la cooperación internacional como pilar de su acción exterior, basada en la Carta de la ONU y el derecho internacional»
Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España
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«España apoya firmemente la implementación de la solución de dos Estados, con un alto el fuego inmediato en Gaza para acabar con la catástrofe humanitaria y la masacre en curso»
«La ONU debe ser el eje de un multilateralismo renovado, respetando el derecho internacional humanitario y las resoluciones de la Asamblea General.»
Rey Felipe VI

