Tan solo dos días después de haberse celebrado la repetición electoral, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han comparecido para anunciar un acuerdo que incluye unos ejes generales programáticos y el compromiso de formar “un gobierno progresista de coalición” con presencia del PSOE y de Unidas Podemos.
Los ejes programáticos incluyen diez puntos, enunciados en términos generales, que van desde la “creación de empleo” y “el combate a la precariedad del mercado laboral” a “proteger los servicios públicos, especialmente la educación, la sanidad pública y la atención a la dependencia” o “el blindaje de las pensiones de nuestros mayores”.
Es una muy buena noticia, que confirma quien ganó el 10-N, a pesar de toda la propaganda sobre “el avance de la derecha” y “el retroceso de la izquierda”, fue la mayoría progresista.
Ha sido la movilización del viento popular y patriótico, que una vez más hizo acto de presencia el 10-N, lo que abre una vez más la posibilidad de un gobierno de progreso.
Este es un primer paso, en la buena dirección y que debemos celebrar. Pero la batalla ni mucho menos se ha cerrado, sigue abierta.
No solo porque el acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos debe ampliarse al apoyo de otras fuerzas para poder alcanzar una mayoría que permita formar gobierno.
Sobre todo porque va a haber poderosas fuerzas en contra. El hegemonismo y la oligarquía vetaron tras el 28A que pudiera formarse un gobierno de coalición, en cualquiera de sus formas. Y ahora, no sabemos todavía como, van a intervenir.
Conquistar un gobierno de progreso va a requerir esfuerzos, y no está ni mucho menos decidido. Pero la celeridad del acuerdo indica que, gracias a la presión de la mayoría de votos progresistas, existen ahora condiciones favorables.