En el anterior número hablamos con León Gieco del significado de su canción más emblemática y de su valor al convertirla en un grito por la Paz en Oriente Próximo. Pero a León Gieco le llaman el Bob Dylan argentino por algo. Aunque no es reconocido popularmente en España, más allá de ‘Solo le pido a Dios’ que incluso hay quien atribuye a Ana Belén o Miguel Ríos, su contribución a la música popular es incalculable. Hablar con él, es recibir una lección sobre música de valor incalculable.
‘De Ushuaia a La Quiaca’ y los 450 conciertos durante cuatro años de León Gieco son una referencia para todos los que aman la música y esa forma particular de entenderla, a parte de ser una de las mejores producciones del rock latinoamericano de todos los tiempos. Su proyecto más emblemático es el esqueleto de toda una carrera que forma parte del ADN de la música latinoamericana.
.
Es evidente que contribuyó a cambiar la música mezclándose con sus orígenes, pero ¿en qué le cambió a usted?
Bueno, respecto a qué me cambió ‘De Ushuaia a la Quiaca’, primero debería explicar qué es ‘De Ushuaia a la Quiaca’, porque vos estás hablando solamente de una gira que yo hice en el año 80… y eso fue una gira tocando por diferentes lugares del Argentina.
Hay dos cosas que se llaman ‘De Ushuaia a la Quiaca’: una es la gira en la que hicimos de 600 conciertos del 81 al 83 por todo el país. La característica era que la gira estaba organizada por alumnos de quinto año del bachiller, el 30% de lo recaudado era para su viaje de estudios y el 70% para nosotros. Vivíamos, comíamos y dormíamos en sus casas para gastar menos y todos los conciertos estaban llenos porque los chicos de un pueblo -que terminan sus estudios secundarios-, son como el alma del pueblo… todo el mundo tiene sus ojos puestos en ellos, algunos quedan en el pueblo y otros se van a las grandes ciudades a estudiar carreras importantes.

Otra es la gira por el interior de Argentina en la que conocí a grandes músicos desconocidos pero geniales y me acordé de nuestra recopiladora Leda Valladares que -inspirada en Violeta Parra- estaba muy preocupada por el rescate de esas músicas y para que no se perdieran… Ella, Leda Valladares había empezado a grabar y a filmar por su cuenta -con recursos muy básicos-, a esos artistas desconocidos en el año 76 o 77, pero luego se sumó a nosotros en ese viaje, esta vez para filmar y grabar con tecnología mejorada y más actual. Ese trabajo, que también se llamó ‘De Ushuaia a la Quiaca’, se editó en el año 84 y dio como resultado tres discos de recopilación de música étnica argentina y uno de canciones mías con un tratamiento tecnológico muy avanzado para la época. Tanto es así, que en el 84, cuando se editó, fue el primer disco tecno de la Argentina.
‘Soy un recopilador de música étnica argentina’
Hoy ‘De Ushuaia a la Quiaca’ es un proyecto conocido, respetado y lo más importante es que se enseña en los colegios, y los chicos aprenden sobre música folclórica argentina que, por cierto, es muy variada por las grandes migraciones que recibió este país. La provincia de Entre Ríos tiene la chamarrita y cinco tipos de ritmo de chamarritas, unas mezcladas con el tango, otras con la música uruguaya, otras con la música de Corrientes (otra provincia). A su vez Corrientes tiene el chamamé y dentro de Corrientes -según las zonas- hay diferentes chamamés. Corrientes está al lado de la provincia de Misiones donde está el shotis, que es una música más europea, porque ahí se instalaron muchos polacos y ucranianos que tocaban el acordeón. Misiones está al lado de la provincia de Chaco, donde hay músicas de los indios tobas y matacos. Chaco está al lado de Santa Fe, que tiene las rancheras. Santa Fe está al lado de Córdoba que tiene el ritmo de cuarteto. Córdoba está al lado de Santiago del Estero que tiene las chacareras y las chayas. Santiago del Estero está al lado de Salta que tiene las zambas. Y Salta está al lado de la última provincia que limita con Bolivia, que se llama Jujuy y tiene carnavalitos, guainos, bagualas y vidalas. Bajando está La Rioja que tiene sus chayas y vidalas riojanas, y limita con San Juan y Mendoza, que tienen los escondidos, y las cuecas, que muy parecidas a la música chilena porque las tres provincias limitan con Chile. El sur de Argentina tiene el loncomeo rescatado de los indígenas mapuches, y Buenos Aires tiene el tango, la milonga y la baionga…
A mi, ‘De Ushuaia a la Quiaca’ me hizo más sabio, más humilde y me convirtió en recopilador de músicas étnicas argentinas, un trabajo que es atemporal, que se escuchó en aquella época y se escucha todavía ahora porque la cultura de un país es atemporal, nunca se va de su país.
.
¿El amor por el folclore, por las raíces, es en sí mismo una forma comprometida de entender la música?
En la música folclórica se puede definir un país, pero he pasado por muchas etapas de la música folclórica. Por ejemplo, desde chico conocí a Violeta Parra, que es chilena y recopilaba músicas folclóricas chilenas, de ahí sale la influencia que tiene Leda Valladares, que también hace lo mismo, pero a la vez es compositora.
Había, en aquella época, dos formatos de música folclórica, y eso se podía ver en una revista llamada Folklore, en la que aparecían todos los grupos que habían tocado en el gran Festival de Cosquín.

Un formato era el de los cuartetos, de tres guitarras, bombo leguero, y cuatro voces. Había muchas competencias entre los diferentes grupos. Estaban Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Los Huanca-Hua, Los Cuatro de Córdoba, Los Cantores del Alba, era muy lindo escucharlos. El otro era el de los solistas, por ejemplo, Eduardo Falú, José Larralde, Jorge Cafrune…
Jorge Cafrune fue a mi pueblo una vez, yo tenía 11 años, y ya cantaba sus canciones. Me lo presentaron y me anunciaron como el Jorge Cafrune de Cañada Rosquín (que es mi pueblo). Me contestó: ‘Por algo se dicen las cosas, pibe’. Fue como una bendición, digamos.
En el año 72 ya había grupos que le ponían batería a las canciones en vez de bombos legüeros, y empezaron a sumar el bajo, guitarras eléctricas… y se formaron grupos muy importantes, como Los Nocheros.
Aparte de eso, y paralelamente a esa corriente folclórica, había una corriente tremendamente importante de Capital Federal (Buenos Aires), que era el tango y que también tuvo su forma de progresar. Por ejemplo, había tangos que tocaba Troilo, tangos que tocaba Pugliese, tangos que tocaba Juan D’Arienzo…
‘Soy hijo de Bob Dylan, Joan Báez Pete Seeger y Woody Guthrie’
Muchos artistas tenían una orquesta de tango con cuatro bandoneones, cuatro violines, un piano y un bajo grande, no eléctrico y un bajo de jazz. Eso también se fue renovando.
El primero que lo renovó fue el gran Astor Piazzolla, y acá en Argentina le decían que no hacía tango, porque el tango era para bailar y Piazzolla hacía música para escuchar. Ahora el tango se toca con bandoneón, con guitarras eléctricas, con cualquier instrumento, y hay un movimiento de tango joven que es muy importante.
Volviendo, hay una corriente de folclore y una corriente de tango. Pero también hay una corriente del rock. El rock comenzó en Argentina en el año 67, con Los Gatos, Morris, Manal, Vox Dei, Miguel Abuelo, Tanguito… empezaron a tocar inspirados por los Beatles, los Rolling Stones o Led Zeppelin, pero con características de tango o de folclore argentino. Así se formó el rock de Argentina, que fue uno de los primeros movimientos de rock que hubo en Latinoamérica. Yo pertenezco a ese movimiento, pero también tengo influencia del folclore y del tango.
En las 400 canciones y 50 discos que he grabado, hay rock y hay músicas folclóricas y tangos. No marco diferencias entre los estilos musicales que hay en la Argentina.
Tras Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui o Piazzola, llegó el momento del rock con Los Fabulosos Cadillacs, los Enanitos Verdes, o Charly García, y por supuesto Soda Estéreo.
Después llegó el rap y el trap, con los que pibes como Trueno, Wos, Duki, o Nicki Nicole llenan estadios, y eso es un placer para los argentinos.
Estos son los grandes movimientos, el folclore, el tango, el rock, y ahora el rap y el trap.
.
¿Cree que ahora es más necesaria que nunca esa “máquina de matar fascistas” de Woody Guthrie?, ¿su música sería otra si no estuviera al servicio de la defensa y desarrollo de los Derechos Humanos?
Cuando yo llegué a Buenos Aires conocí a Bob Dylan y a Woody Guthrie, porque estaba internado en un hospital y Dylan lo iba a visitar, a cantarle canciones con su guitarra, la que tenía un sticker (pegatina) que decía “máquina para matar fachistas”.

Lo mismo hizo Pete Seeger. Le copió eso a Guthrie. Seeger y Guthrie eran amigos, viajaban en tren, paraban en los pueblos e iban a las fabricas a incentivar a los obreros para que se sindicaran, porque si echaban a tres, el sindicado podría defenderlos. Dylan y Joan Báez se inspiraron en ellos dos, de hecho, Pete Seeger fue maestro de música de Joan Báez en Universidad.
Yo traje a Pete Seeger a Buenos Aires, tocamos juntos en el Teatro Opera en 1989, y para esos conciertos invité a Leda Valladares y a uno de los músicos que conocí en ‘De Ushuaia a la Quiaca’, Don Sixto Palavecino, un descendiente de indios quechuas que tocaba el violín. El corolario de ese encuentro se dio en el tercer show, cuando un blanco comunista norteamericano (Pete) perseguido en la época de McCarthy le regaló una flor a un descendiente de indios quechuas (Don Sixto).
En una parte del recital, yo invitaba a todos los artistas argentinos presentes a que subieran al escenario a cantar ‘Guantanamera’ y ‘We shall overcome’, los dos temas más famosos de Pete Seeger, aunque también estaba ‘Turn Turn Turn’que cantan los Byrds en la película Forrest Gump.
‘Podría poner en mi guitarra: “máquina para matar fascistas”
Cuando fuimos a hablar con él sobre su cachet, nos dijo que ya no cobraba porque había sacado la cuenta y lo que tenía en el banco le alcanzaba para vivir hasta los 94 años. Y se murió a los 94.
Conocí a Bob Dylan, a Joan Báez en el año 70 y por supuesto, gracias a ellos conocí a Pete Seeger y a Woody Guthrie. Soy hijo de todos ellos. Siempre me dediqué a hacer canciones sociales y canciones de amor. Es mi estilo. ‘El Hombrecito del Mar’, mi último disco, sigue teniendo canciones sociales, no partidistas. Hablan de la gente, de la mala política de los políticos y también hablan de amor e historias sociales.
Sin duda, a día de hoy, podría poner un sticker (pegatina) en mi guitarra que diga “máquina para matar fascistas”.
.
¿Dónde cree que hoy en día se encuentran algunos de los retos que tiene el desarrollo de la música?
Creo que los retos van a seguir estando en la canción, y en lo que hagamos para que ese mensaje sea autentico. La poesía y la música son las mejores herramientas que contamos para hablar de las cosas a las que la realidad nos enfrenta. Los recursos tecnológicos, las nuevas formas de grabación y de lograr un sonido mejor, la posibilidad de grabar a distancia sin viajar… todo esto es maravilloso, pero cobra sentido realmente cuando la canción te atraviesa y llega donde debe llegar.