La deuda de España con el capital extranjero asciende a 1,68 billones, el 160% del PIB

Una factura para varias generaciones

Cada ciudadano español debemos al capital extranjero 3.652 euros. Cifra resultante de dividir el 1,68 billones de la deuda externa española total -sumando la deuda privada, de bancos y empresas, y la deuda de las administraciones públicas- entre los 46 millones de habitantes con que cuenta España. Esta es la onerosa factura que carga sobre nuestras espaldas la dependencia, cada vez más aguda, del paí­s con respecto al capital extranjero.

“Los esañoles no sólo nos compran los coches, sino que además nos piden prestado el dinero para comprarlos”. Esta frase de un alto ejecutivo de un banco alemán define a la perfección la situación financiera exterior de España, y explica por qué se ha acumulado una deuda externa de 1,68 billones de euros. La liquidación de buena parte de la estructura productiva del país -fruto de las exigencias para entrar en la UE y de la ausencia de un proyecto independiente de la oligarquía española- ha hecho imposible financiar el crecimiento sobre la base de la capitalización y ahorro interno. Es espectacular despegue de grandes bancos y monopolios españoles durante los últimos diez años, o el acelerado crecimiento de la construcción, se han financiado recurriendo permanentemente a créditos concedidos por bancos e instituciones financieras extranjeras. Todos los grandes países sostienen una elevada carga de deuda pública. En esto España no desentona respecto al resto del mundo desarrollado. Pero si Alemania tiene, por ejemplo, un superávit comercial acumulado de más de 180.000 millones de euros -base para una brutal capitalización-, España tuvo sólo el año pasado un déficit comercial de 73.261 millones. Es la diferencia entre una gran potencia industrial… y España. Las empresas alemanas aportan un exceso de capital, que se utiliza, por ejemplo para otorgar préstamos al extranjero. Mientras que los bancos y grandes monopolios españoles están obligados a endeudarse con el capital extranjero para financiar su expansión. Si uno pide un préstamo, luego debe devolverlo abonando los intereses correspondientes. Y en el mercado financiero mundial, esas operaciones otorgan al acreedor gigantescos beneficios. Sólo durante 2007, los intereses a pagar al capital extranjero (fundamentalmente alemán y francés, que concentran el 49,7% de la deuda española) ascendían a 82.393 millones de euros. Una cifra que casi triplica los intereses abonados en 2005. Si tenemos en cuenta que la mayoría de la deuda contraída por bancos y empresas españolas con el exterior está a largo plazo, obtenemos la sangrante conclusión de que cada vez vamos a vernos obligados a pagar más, sólo en concepto de intereses, al capital financiero extranjero. El camino de endeudamiento seguido por estos grupos bancarios y monopolistas supone no sólo que gran parte de la plusvalía producida por la clase obrera española va a estar destinada, en el presente y en futuro, a engrosar la cuenta de beneficios del capital extranjero, sino que buena parte de sus activos -como estamos observando con Repsol- pueden caer también en manos del capital extranjero. Y explica también buena parte de la política exterior española. Hasta finales de marzo de 2008, la banca alemana era la primera acreedora de la deuda española, con un 29,1% de ésta, siguiéndole la banca francesa con un 18,8%. Es decir, las dos grandes potencias europeas poseen de conjunto el 47,9% de la deuda nacional, un total de 535.282 millones de euros. Un volumen de deuda que supone un grado de dependencia económica hacia el eje franco alemán que, de forma inevitable, se plasma en el terreno político y diplomático

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