Segunda ronda para fijar las condiciones del Brexit

Una factura más política que económica

Tras llegar a un primer acuerdo -basado en la aceptación por parte de Londres de una factura de entre 40.000 y 60.000 millones de euros-, Bruselas dio el plácet para iniciar la segunda ronda de conversaciones, que deberán fijar las condiciones concretas de la futura relación entre la UE y Reino Unido.

En el primer acercamiento entre las dos partes, en esta nueva etapa, no ha sido posible cerrar un acuerdo. El escollo principal (aparte del intento por no levantar nuevas fronteras entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda que amenacen los acuerdos de paz) está en los términos de las futuras relaciones comerciales.

El Gobierno británico aspira a un acuerdo comercial que no limite el acceso a los mercados europeos, pero conservando la autonomía para fijar aranceles con terceros países.

Una parte de la burguesía británica presiona para conseguir un Brexit suave, plasmado en la propuesta, defendida no solo por los laboristas sino también por importantes sectores del partido conservador, de establecer una nueva unión aduanera con la UE.

El 43% de las exportaciones británicas se dirigen a los mercados europeos. Limitar o encarecer el acceso a ellos sería una factura demasiado cara para Londres.

Pero, con ser importante, lo que se está dirimiendo en las negociaciones sobre el Brexit no es un simple pleito económico, sino una cuestión política que afecta al propio futuro de la UE.

Bruselas necesita imperiosamente mantener una posición de firmeza ante Reino Unido. Un acuerdo que no le suponga a Londres enormes perjuicios podría actuar como un “efecto llamada” para que otros países se planteen si la factura de seguir perteneciendo a la UE sigue siendo rentable.

Mientras tanto otras fuerzas, no solo en Londres, también y sobre todo en EEUU, desearían abrir todavía más la herida del Brexit, propiciando un trato ventajoso hacia Reino Unido. Lo que aceleraría las tendencias centrífugas que amenazan la cohesión de la UE, y que no solo se manifiestan en Londres, también en Francia y ahora en Italia.

Las sacudidas que vive el proyecto de la UE (el triunfo del Brexit, los problemas para formar gobierno en Alemania, los resultados de las elecciones italianas…) no son episodios puntuales y sin conexión. Son manifestaciones de la profunda crisis, económica, política y social, que vive Europa. En un tablero mundial donde el viejo continente queda relegado a un papel cada vez más secundario, y donde aumentan las presiones de Washington para que se incremente el pago de tributos que mantienen la hegemonía norteamericana.

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