El nuevo gobierno de Pedro Sánchez ha presentado el 18 de junio una proposición de ley para expulsar el cadáver del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Una cuestión de justicia frente a más de 40 años de ignominia.
¿Se imaginan que los restos de Adolf Hitler reposaran en un rico y lujoso mausoleo, financiado con dinero público, justo a escasos kilómetros de los campos de exterminio de Auschwitz o Mauthausen? Salvando las distancias, es lo que lleva ocurriendo en España durante más de 40 años.
Construido en el valle de Cuelgamuros entre 1940 y 1958, es la cruz más alta del mundo. Su existencia es un homenaje explícito a los soldados caídos del bando “nacional” y una humillación y degradación implícita a todos los luchadores del bando republicano que dieron su vida contra el fascismo y por la libertad. Aunque posteriormente, en un desesperado intento de legitimarse, el régimen declarase que se hacía honor a ambos bandos, la naturaleza del significado del edificio no cambia.
El Valle de los Caídos es la mayor fosa común de España. En la Basílica hay enterradas 33.833 cadáveres, de ambos bandos. 12.410 cadáveres están a día de hoy todavía sin identificar. En muchísimos casos, con un nivel de deterioro inhumano. Muchos de esos cadáveres fueron enviados al Valle de los Caídos sin permiso de sus familias, y aún hay quienes reclaman que les sea devuelto el cuerpo de su familiar.
Para la llevar a cabo la construcción del monumento, se utilizó en parte como mano de obra a presos políticos republicanos, a condición de rebajar la condena. Rafael Torres, en el libro “Los esclavos de Franco” habla de 20.000 presos trabajando en la obra. Azucena Rodríguez, hija del último preso en salir del Valle de los Caídos, denuncia como “trabajaban muchísimas horas, trabajaban como salvajes durante todo el día, y además en condiciones muy precarias y arriesgadas”. Se sabe que hubo víctimas mortales a la hora de construir el Valle de los Caídos, pero no existen cifras oficiales.
El Valle de los Caídos es una muestra de la violenta represión que tuvo que llevar a cabo el régimen franquista, frente a un pueblo que se atrevió a cuestionar durante tres años el dominio de la oligarquía y el imperialismo. Tras la guerra, sólo en 1939, el régimen ejecutó (legal e ilegalmente) a 30.000 personas y encerró a 300.000 presos políticos. Enterrar el cadáver de Franco allí, justo al lado de miles de víctimas del propio régimen, es un insulto a la memoria de todos los republicanos que lucharon contra el fascismo.
Por eso mismo, la expulsión de los restos del dictador es una cuestión de justicia. Así como lo es una auténtica investigación acerca de la creación del Valle de los Caídos, y que su verdadera naturaleza se haga pública a ojos de todo el mundo.