Elecciones USA

Una batalla sin decidir

Cuando quedan poco más de 4 meses para las elecciones presidenciales, nada parece estar decidido todaví­a en el centro del Imperio. Según la ultima encuesta conocida, Obama tiene el 47% de los votos, pero el candidato republicano el 44%, es decir, un empate técnico. Una igualdad que no hace sino reflejar el grado de aguda división en la burguesí­a norteamericana sobre el camino a seguir.

Todo el mundo coincide en que la aventurera y militarista presidencia de Bush dejó un legado catastrófico para la superpotencia. Con dos aventuras militares (Irak y Afganistán) saldadas con sendos fracasos y el estallido en Wall Street de una crisis de dimensiones desconocidas en los últimos 80 años, los dos mandatos de Bush significaron una aceleración de los factores de declive de la hegemonía yanqui que la llevaron verdaderamente a las puertas de su ocaso imperial. Sin embargo, los cuatro años de mandato de Obama tampoco pueden presentar un balance mucho mejor para el  mantenimiento de la supremacía yanqui en el mundo. /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:»Tabla normal»; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:»»; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:»Calibri»,»sans-serif»; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:»Times New Roman»; mso-fareast-theme-font:minor-fareast; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:»Times New Roman»; mso-bidi-theme-font:minor-bidi;} «El orden hegemonista yanqui ofrece cada día más grietas y puntos de fisura»


Con Obama, el declive económico de EEUU no ha hecho más que agudizarse mientras, a la inversa, se ha acelerado enormemente el ascenso de las potencias emergentes. Hasta el punto de que según los últimos informes publicados por Goldman Sachs y el FMI, en 2027, es decir, en apenas 15 años, el PIB de China ya habrá superado al de EEUU. Y en 2050 la economía china tendrá el doble de peso en el mundo que la norteamericana.


Con esta adversa correlación de fuerzas en el terreno de la distribución del poder económico mundial, el orden hegemonista norteamericano ofrece cada día más grietas y puntos de fisura, sin que la presidencia de Obama haya sido capaz, no ya de revertir la tendencia, sino tan siquiera de aminorarla. La apuesta mayoritaria de la burguesía monopolista norteamericana por un cambio radical de línea, no ha dado por el momento ningún resultado.


El retroceso de la capacidad de influencia y liderazgo de EEUU en estos cuatro años, incluso entre sus propios aliados y Estados clientes, tiene su mejor indicador en las dificultades con las que se encuentra Washington para intentar sujetar a su virrey en Europa, Alemania, o en los signos de descontrol que tras la primavera árabe han aparecido en el país clave de la región, Egipto, durante más de 40 años sumisamente obediente a la Casa Blanca.


Las aceleradas ganancias de las potencias emergentes en fuerza económica, política y militar, les está permitiendo, sin necesidad de cuestionar frontalmente la hegemonía global yanqui, desafiar su supremacía en distintos ámbitos. China se lanza a ganar cuotas de poder financiero mundial frente a EEUU, mientras Putin contesta a la petición de Obama de presionar a Damasco, enviando tres buques de guerra con tropas de elite a la base de Tartus para “garantizar la defensa de los intereses nacionales de Rusia en Siria”.


Potencialmente, la superpotencia debería disponer de recursos suficientes como para maniobrar en esta situación adversa y tratar de reconducirla de la forma más favorable a sus intereses. El problema es que hasta el momento no ha sido capaz de movilizarlos con éxito. Ni lo hizo Bush con su agresiva y aventurera política de expansión militar, ni lo está haciendo Obama con su política de “multilateralismo”. Si el balance de aquel en este terreno fue catastrófico, el de éste sólo puede calificarse, benévolamente, de paupérrimo.


Y esta es, de fondo, la razón última de que a cuatro meses de las elecciones no se destaque ninguno de los candidatos como favorito. Las divisiones y fracturas en el seno de la clase dominante yanqui acerca de como gestionar su declive de la forma más favorable hacia su hegemonía, se enquistan y tienden a agudizarse en tanto que ninguna de ellas es capaz de presentar un resultado mínimamente satisfactorio.


Habrá que estar atentos los próximos meses y seguir de cerca cómo y en qué condiciones va decantándose la disputa en  EEUU sobre que línea a seguir. Porque, sin duda, la decisión que se tome en el centro del Imperio nos va a afectar, y mucho, a todos.

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