Artur Mas ha defendido que en el próximo Congreso, a celebrar en junio, Convergencia debe definirse «más como soberanista que como independentista». ¿Significa eso una renuncia a los proyectos de ruptura, acogiéndose a lo que ya algunos denominan «un nuevo realismo político»? No. Más bien se trata de un cambio de estrategia obligada por las circunstancias. Marcadas por el rechazo mayoritario en la sociedad catalana a la fragmentación y a los recortes, ambos encabezados por Convergencia y Artur Mas. Esta es la realidad, ocultada por unos y otros, que determina todo lo que está sucediendo en Cataluña.
¿Dónde está la mayoría… y donde la minoría?Primero fue Carles Puigdemont, que pocas horas después de ser investido president de la Generalitat, renunciaba a una “declaración unilateral de independencia”, anunciando que el plazo de 18 meses prometido para alumbrar un nuevo Estado podría ampliarse dependiendo de los acontecimientos.
Ahora es el propio Artur Mas quien parece haber pasado de la “intransigencia” al “realismo”. Proponiendo que la “nueva Convergencia” adopte “unas bases ideológicas que no deberían ser estrictamente independentistas sino soberanistas”, con el objetivo de abarcar un “espacio central” para aglutinar a aquel potencial votante que “tiene claro que Catalunya es una nación y debe tener derecho a decidir, aunque no tenga claro que debe ser independiente”. «Es el rechazo de la sociedad catalana lo que impone sus límites al avance de los proyectos de fragmentación de los Mas y Puigdemont»
Señalando, en una gira por las principales sedes de Convergencia en toda Cataluña, que el 48% de los votos obtenido por el independentismo el pasado 27 de septiembre es insuficiente para dar el paso definitivo. No se trata de un “cambio repentino”, sino de una estrategia meditada para intentar vencer las resistencias que sus proyectos generan en la sociedad catalana.
Artur Mas afirma que el 27-S un 48% de los catalanes apoyaron la independencia. No es verdad, y lo sabe.Los votos a formaciones partidarias de la independencia solo alcanzaron el 47,74%, frente al 52,26% de los que se negaron a apoyar la ruptura. Pero respecto al censo electoral, los partidarios de la fragmentación apenas representaron el 36,81%. En un momento de máxima movilización y ofensiva soberanista, el 63,19% de los catalanes, más de seis de cada diez, se negaron a respaldar la fragmentación.
Una marea contra la fragmentación y los recortes que abarca desde el PSC y Ciudadanos a los votantes de En Comú Podem (enfrentados a la independencia a pesar de defender el “derecho a decidir”).
Una situación agudizada con los resultados del 20-D, donde Democràcia i Llibertat, la marca con la que se presentó Convergencia, perdió el 44% de los votos que tenía en 2011. Y donde los votos independentistas descendieron en casi un millón respecto a los obtenidos por Junts pel Sí el 27-S.
Esta es la actual correlación de fuerzas política en Cataluña, que ha obligado a Artur Mas y Puigdemont a “mover ficha”.
Los planes… y la realidadNo parece que en los hechos Convergencia haya abandonado sus planes de ruptura. La realidad más bien nos demuestra que están intentando aprovechar la relativa interinidad de un periodo con un gobierno en funciones en Madrid para dar los máximos pasos adelante posibles.
En una entrevista concedida a “El Nacional” de José Antich -ex director de La Vanguardia- Carles Puigdemont reafirma que mantiene el calendario marcado en la hoja de ruta fijada antes del 27-S y asegura que «en 16 meses» Catalunya empezará «a actuar como un Estado independiente».
El parlament de Cataluña, con los votos de Junts pel Sí y las CUP, va a seguir adelante con la tramitación de las tres leyes de “desconexión” con España (que permitirían crear una Seguridad Social, una Hacienda y un Banco Central propios), a pesar de que el Tribunal Constitucional las bloqueó al declarar nula la declaración del 9 de noviembre, donde se anunciaban. Mas y Puigdemont han “camuflado” su tramitación, a través de un procedimiento secreto, para evitar que sean impugnadas, a pesar de la oposición de los servicios jurídicos del propio parlament catalán.
De la misma manera, el govern de Puigdemont se niega a acatar la suspensión de la Consejería de Asuntos Exteriores decretada por el Tribunal Constitucional. Le ha cambiado el nombre pero manteniendo todas sus funciones y proyectando la apertura de nuevas “embajadas” por todo el mundo.
Otro tanto sucede con la comisión del “procés constituent”, también impugnada por la justicia española y que ya ha empezado sus sesiones en el parlament catalán, con el objetivo de alumbrar la “Constitución de la nueva República Catalana”.
Pero donde los Artur Mas y Puigdemont enfrentan las mayores resistencias es precisamente en Cataluña. Es el rechazo de la sociedad catalana lo que impone sus límites al avance de los proyectos de fragmentación.La Vanguardia lo afirma tajantemente, afirmando que “por mucho que el Govern diseñe un nuevo Estado sobre el papel, la declaración de independencia no llegará al final de los 18 meses”.
Las maniobras de Artur MasLa nueva estrategia de los Mas y Puigdemont para intentar vencer estas resistencias la expresó ya hace varias semanas Joan Rigol, miembro del sector independentista escindido de Unió, ex presidente del parlament y coordinador del Pacte Nacional pel Dret a Decidir: “tenemos el trabajo de ampliar el 48% de los votantes independentistas del 27S”, “el objetivo es atraer a los soberanistas como los que se encuentran integrados en las confluencias que inspira Colau hacia el independentismo”.
Y La Vanguardia ha filtrado declaraciones de dirigentes de Convergencia que expresan rotundamente el plan: “el objetivo es superar la barrera del 50% de los votos favorables a la independencia para legitimar definitivamente la ruptura”.
Existen sectores en Convergencia que rechazan el camino hacia la ruptura. Representando a los sectores de la gran burguesía catalana cuyos principales intereses están precisamente en España, y que buscan no la “desconexión” sino “ganar influencia en Madrid”. Defendiendo retirar el órdago independentista para pasar a negociar un acuerdo favorable con el gobierno central.
Pero esos no son los sectores que hoy dirigen Convergencia. Las propuestas de Artur Mas, no buscan abandonar el proyecto de ruptura, sino burlar el rechazo que sus políticas de fragmentación y recortes siguen generando en la mayoría de la sociedad catalana. Con una “maniobra de camuflaje” que lo hace todavía más peligroso.
Porque su disfraz intenta confundir a la izquierda. Así se pronunciaban fuentes de la dirección de Convergencia: “el techo del independentismo es el que es (…) sabemos que sin el apoyo de segmentos de la izquierda no será posible la República catalana”.
Difundiendo para ello que con un “procés constituent” que de lugar a una República Catalana, “todo puede cambiarse”, y existirán mejores condiciones para avanzar hacia “un cambio social”.
Así lo afirmaba el actual presidente catalán, Carles Puigdemont, en el pleno dedicado en el parlament a las medidas contra la emergencia social, declarando que la independencia es la única vía para combatir la pobreza.
Pero antes se pilla a un mentiroso que a un cojo. En ese debate se aprobaron 40 medidas contra la pobreza… pero solo tres de ellas con presupuesto… que asciende tan solo a 30 millones de euros, apenas un 12% del dinero comprometido en el anunciado “plan de choque contra la pobreza”.
Pero además, los diputados de Convergencia votaron en contra de la derogación de los copagos sanitarios y se opusieron a la derogación de la reforma laboral.
Los Mas y Puigdemont representan a los sectores más antipopulares, responsables de los mayores ataques a las políticas sociales. ¿Cómo van a encabezar ellos un “cambio social”?
Tal y como se expresó el 27-S y el 20-D en Cataluña existe una mayoría social que defiende la unidad y rechaza los recortes. Debemos contestar a la nueva “trampa” de los Mas y Puigdemont con una ofensiva para defender desde la izquierda la unidad del conjunto del pueblo trabajador de toda España, como premisa necesaria para cualquier cambio real.