SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Una Alianza sin norte

La OTAN traza una línea roja para Rusia. En su cumbre en Gales la alianza militar entona contra Moscú el lenguaje de la determinación, tras la que esconde cierta indecisión.

Pocas veces una cumbre de la OTAN ha resultado tan castrense. En el sitio de la conferencia se desplegaron tanques y una maqueta a escala real de un avión de combate adornaba la entrada al hotel de la conferencia. Tan marcial decorado, expresión de la despreocupada forma en que los británicos tratan los temas militares, revelaba, sin embargo, algo más: el regreso de la OTAN a su misión fundamental como una alianza defensiva.Esto se debe a la presión externa, casi con cierta inevitabilidad. Para los miembros de la OTAN vuelven los viejos términos del lenguaje de la Guerra Fría: la disuasión y la contención. Pero ¿qué otra cosa puede hacer una alianza militar cuando en Europa del Este el nuevo viejo enemigo vuelve a la política de la fuerza militar y a cambiar las fronteras por las armas?

La Alianza mira al Este

La OTAN ha respondido con un plan preventivo para tranquilizar especialmente a sus miembros del este. La bautizada como ‘doctrina Putin’ ha hecho saltar las alarmas en Tallin y Riga. Rusia reclama el derecho de intervenir para proteger a las minorías de habla rusa. En Crimea, Putin ha demostrado qué significa eso y cómo termina. En Estonia y Letonia viven grandes minorías rusas y una razón para su «protección», probablemente, siempre se pueda fabricar desde Moscú.Pero una fuerza de reacción rápida no resuelve los problemas de seguridad en el este. Sí puede ofrecer una máxima protección frente a los «hombres de verde», esas fuerzas sin insignia ni distintivos que se infiltran irregularmente en la zona. Los militares de la OTAN saben muy bien que los Estados bálticos son militarmente indefendibles en una guerra convencional abierta. Así que la Alianza necesita una estrategia renovada.

El actual cálculo estratégico-militar de la alianza se basa en una premisa simple: que el presidente ruso respete la línea roja trazada alrededor de la Alianza. En otras palabras: que el liderazgo en Moscú se deje amedrentar por las garantías de asistencia mutua definida en el Artículo 5 del tratado de la OTAN.

Preguntas incómodasPero ¿y si Putin se decide a «testar» el funcionamiento del Artículo 5 en el Báltico, sea con una intervención «no ortodoxa» o con un desembarco aéreo? ¿Morir por Tallin? ¿Tomar represalias nucleares por Riga? Estas preguntas no son muy académicas y tampoco se las plantean los grupos paficistas. Estas preguntas se plantean en la OTAN. De momento, el prometido grupo de intervención rápida no las responde.¿Y Ucrania? La cumbre de la OTAN ha sido pródiga, como previamente, en contundentes afirmaciones, muestras de solidaridad y compromisos simbólicos con Kiev. Sin embargo, al país se le abandona a su suerte frente a Rusia. La alianza no puede ofrecerle auténtica asistencia: Ucrania está más allá de la línea roja. Eso, con toda seguridad, lo ha entendido Putin.

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