Cumbre del G20 en Pittsburg

¿Un traje nuevo para el emperador?

¿Quién hace sólo dos años hubiera osado vaticinar que el selecto club de las ocho grandes potencias dejarí­a paso a la gran reunión de las veinte grandes naciones? La Cumbre de Pittsburg ha dejado tras de sí­ una camisa vieja -un G8 propio del «Nuevo Orden Mundial» nacido tras la Guerra Frí­a- y ha diseñado un nuevo traje lleno de retales, un G20 que anuncia la llegada de un nuevo orden multipolar. Sin embargo, los sastres – que han anunciado a bombo y platillo la nueva vestimenta- siguen siendo los mismos que en su dí­a diseñaron la vieja prenda. Ha sido la Casa Blanca de Obama la que en medio de la Cumbre propuso la sustitución de los ocho por los veinte como «coordinador económico mundial». ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Es el G20 un anticipo del amanecer multipolar o una estratagema del mundo unipolar ante su inexorable ocaso?

Para lantearse esta cuestión es preciso, en primer lugar, partir de los hechos. La misma existencia, desde hace más de un año de un “grupo de los 20”, es un signo inequívoco del acelerado declive norteamericano –que tras ocho años de línea Bush y el estallido de la crisis financiera, ha alcanzado el rango de ocaso imperial- y de la irresistible emergencia de un grupo de grandes potencias, encabezadas por China. EEUU es aún la única superpotencia y su ocaso será previsiblemente prolongado, pero el viejo orden mundial unipolar -donde Washington era la “nación imprescindible”- está tocado de muerte.El “grupo de los ocho” surgió de la era Clinton, en la que el emperador norteamericano, ebrio de poder, decidió que la mejor forma de gestionar su supremacía era una línea de hegemonía consensuada con las seis principales potencias económicas –Japón, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia y Canadá- todos ellos vasallos suyos y sujetados por una tupida red de dependencias e intervenciones. Rusia –perdedora de la guerra fría y un agujero negro económico y político- no figuraba al principio entre las invitadas al club, pero su amenazante arsenal atómico persuadió a Washington de que era más conveniente tener a su antigua rival dentro del club que fuera.Los portavoces de la Casa Blanca y los medios occidentales destacan como principal ruptura de Pittsburg la suplantación del G20 por el G8 como “el gran directorio de la economía mundial”, y alaban “la decisión del presidente norteamericano por incorporar al diseño de la nueva arquitectura financiera mundial no sólo a las grandes potencias industrializadas, sino a las nuevas potencias emergentes como China, India y Brasil”. Pero de la misma manera que en los años 90 las principales decisiones de la política y la economía mundial no se tomaban en el G-8, tampoco ahora va a ocurrir con el G-20. Pretender que la superpotencia norteamericana renuncie voluntariamente y por las buenas a su papel dirigente y hegemónico de los principales asuntos mundiales y que comparta ese poder con las potencias que están cuestionando –en los hechos- su orden mundial es más que una ilusoria y miope visión. Es una mentira interesada, fabricada por las destilerías de Washington.Sigamos partiendo de los hechos. Efectivamente, Washington patrocinó la propuesta de China, Brasil, India y Rusia de adelantar la reforma sobre el reparto de poder en el FMI, que había sido fijada en la anterior Cumbre de Londres para 2011. Obama tuvo que templar la resistencia de los antiguos miembros del G8 –los europeos y Japón- y ha cedido en Pittsburg un 5% de los derechos de voto en el FMI (y un 3% en el Banco Mundial) a varios países emergentes. La prensa ha repetido cien veces que se trata de una “necesaria cesión” de los países “sobrerrepresntados” a los “infrarrepresentados”. ¿Seguro?Primero: sin contar a otros países emergentes, ¿cuánto pesan, en economía mundial, las economías de los BRIC?. China (la segunda economía mundial), India (la cuarta), Rusia (sexta) y Brasil (novena) suman juntas el 22,30% del PIB mundial. ¿Se corresponde esto con la migaja del 5% de poder en el FMI?. ¿Han sido compensados los “infravalorados”?. Segundo: ¿Y cuanto poder ha perdido el más “superrepresentado” de todos?. De cuanto control del FMI ha cedido EEUU no ha hablado nadie. Y es mejor que así sea, para no añadir más fuego a la hoguera de la confusión. Entrar al trapo de quien esta “bien representado” o “mal representado” en el FMI nos deslizaría en la trampa de que el FMI es –o aspira a ser- un órgano colegiado de la economía mundial, que vela por los intereses comunes de las economías del planeta. Ocultando así al padre de la criatura: Washington es el que creó el FMI, es una institución hecha de acuerdo al mundo unipolar y a la hegemonía norteamericana. Con Obama o sin él, EEUU no va a ceder el poder de sus instrumentos de supremacía global sin oponer encarnizada resistencia.La Cumbre de Pittsburg se ha cerrado, como la de Londres, con una sensación contradictoria. El traje nuevo del Emperador ha logrado deslumbrar a algunos, como a Brasil, radiante con su nueva “representación en los órganos económicos del mundo”. Ha dejado fríos e indiferentes a otros (los rotativos de China, India o Rusia no parecen haber valorado la cumbre, quizá porque sospechan que sus conclusiones son “humo y nada”). Y ha contrariado –mansamente- a los más cercanos vasallos de Washington. Pero seguramente es en palacio donde se preguntan ansiosamente cuanto tiempo pasará antes de que alguien cuestione seriamente la desnudez del soberano.

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