Elecciones intermedias en EEUU

Un termómetro para la presidencia de Trump

Las elecciones de mitad de mandato previstas para el 6 de noviembre serán una importante prueba para la presidencia de Trump. En ellas se decide buena parte del poder político en EEUU: se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los del Senado, junto con los gobernadores de una treintena de Estados y cientos de cargos públicos a nivel estatal y local.

Trump se juega en las «midterm elections» si su presidencia va a poder desplegarse como hasta ahora, con una mayoría republicana en el Congreso y en el Senado que le garantiza que el grueso de sus políticas pueden desplegarse; o si un contraataque demócrata le privará del control de una de las dos cámaras del Capitolio, dejándole limitaciones y obstáculos para el resto de su mandato.

En realidad, lo que se dirime en estas importantes elecciones legislativas es la cada vez más aguda y profunda pugna que enfrenta a dos fracciones de la clase dominante norteamericana. Dos líneas de gestión de la superpotencia, que aunque coinciden en el interés de defender la supremacía de EEUU, difieren en el rumbo y las formas que debe adoptar Washington en el turbulento periodo de transición entre un mundo unipolar llamado a agostarse y un mundo multipolar que lucha por nacer.

Muchos titulares, esgrimiendo las últimas encuestas como prueba irrefutable, auguran que una «ola azul» (el color demócrata) va arrebatar a los elefantes republicanos al menos el control del Congreso, y quizá (aunque es menos probable) el Senado. Los sondeos dan un 48% de intención de voto a los demócratas, contra un 41% de partidarios conservadores.

Pero los hechos son tozudos. Trump llega a estas elecciones con varias e importantes victorias politicas bajo el brazo. Ha conseguido el nombramiento del juez Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo pasando por encima de las acusaciones de abusos sexuales y reteniendo la hegemonía conservadora en el órgano máximo del poder judicial de EEUU. En el plano internacional, el inquilino de la Casa Blanca ha conseguido torcer el brazo de Canadá o de la UE en sus pulsos comerciales.

Y sobre todo, Trump se presenta con el aval de una economía en ascenso, y no solo para los oligarcas de Wall Street, sino para amplios sectores populares en EEUU. Unos niveles de paro que han descendido hasta el 3,7% y el retorno de las empresas a suelo norteamericano le han garantizado el apoyo de zonas del país que habían sido duramente castigadas por la deslocalización industrial, como la de los Grandes Lagos.

Trump cuenta con muchos y furibundos detractores, pero goza de un suelo electoral a prueba de bombas, que no baja del 38-40%. Pese a las vitriólicas críticas de buena parte del establishment republicano, se ha metido a la inmensa mayoría de los votantes conservadores en el bolsillo. Todos ellos votarán en masa en unos comicios que se presentan como un plebiscito sobre Trump. ¿Conseguirán los demócratas movilizar a más gente?

Las elecciones intermedias son una batalla decisiva de resultado incierto, pero Trump se ha revelado como un experto en remontar predicciones adversas. Los que vaticinan una “marea azul” que ahogará al neoyorquino en el Despacho Oval harían bien en recordar dónde acabaron las encuestas que aseguraban que Trump «nunca jamás» podría llegar a la Casa Blanca.

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