Negligencias médicas

Un rastro de amargura

«Este tratamiento deshumanizado se convierte en una cámara de los horrores, tener un sistema sanitario que desemboque en una muerte así­ de inhumana no tiene sentido, expresa una de la fallas más graves de nuestra sociedad».

Ha tardado seis años en emitir sentencia, ero finalmente el que fue líder de Radio Futura, asesorado por la asociación El Defensor del Paciente, ha conseguido que la justicia reconociera que fue una negligencia médica la que mató a su padre. Los 130.000 euros que tendrá que pagar la Comunidad a “Juan Perro” le deja “un rastro de amargura”, pero se ha decidido a contar el caso de su padre públicamente porque “la atención médica sufre una falta alarmante de sostén institucional, y la saturación acaba quemando al personal.” El caso de Gregorio Auserón es el de “un mañico muy valiente” de los que acaban yendo, al cabo de toda una vida, al médico porque no hay más remedio, se le opera, se le tiene una semana ingresado de postoperatorio y, el día antes del alta, le da un repentino dolor abdominal. Esto es el Gregorio Marañón. Los médicos residentes están de huelga reivindicando mejoras laborales. Nadie le prestó atención durante toda una noche, ni tan siquiera cuando la reclamó su hijo Santiago a la mañana siguiente. Quince fueron las horas totales de desatención, quince largas horas tras las que los médicos comprobaron que tenía peritonitis con perforación intestinal. Hubiera tenido solución dentro de las dos primeras horas de dolor, pero en ese momento ya no tenía remedio. Y a pesar de ello, Santiago relata el “encarnizamiento innecesario” para justificar el error médico. Un auténtico maratón de quirófano y una “agonía salvaje”. Morfina. El fín. Junto a la justeza de las reivindicaciones de la huelga, Santiago Auserón percibió “cierta falta de formación ética y de conciencia: al personal se le nota tan quemado, por lo que sea, que no le importa manifestar su desidia con gente que lo está pasando muy mal”. Con esta toma de posición pública, “Juan Perro” contribuye a que se denuncien las negligencias médicas. Pero también a poner de manifiesto la “ética” del economicismo en la sanidad. Una forma de asesinar bajo las instituciones sanitarias, aunque no es el economicismo el que mata sino gente concreta. Y de eso nada se dice.La justicia puede haber reparado financieramente una pérdida sin precio para él. Pero es encomiable que el dinero no le haya hecho callar a este hombre, que reconozca que con ello no se ha reparado un problema estructural de la sanidad que origina miles de denuncias a lo largo de cada año. Pero tampoco se ha reparado penalmente el tema. Queda que "entre todos lo mataron y él sólo se murió", lo cual asienta la impunidad más sangrante. Lo mismo que agredir a un médico se considera un atentado a un funcionario del estado, que vayan a la cárcel y se inhabilite al personal sanitario que es capaz de dejar 15 horas abandonado a su suerte a una persona con una peritonitis.

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