SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Un presidente que está dejando de ser previsible

EL HASTA hace poco previsible Rajoy aprovechó ayer la rueda de prensa conjunta con Nicolas Sarkozy para dar a conocer a los españoles, por primera vez, que está a favor de la tasa a las transacciones financieras que estudia la UE. Esta tasa gravaría con un 0,1% cualquier operación en Bolsa o en bonos que se hiciera en un banco europeo. Se trata de un impuesto nuevo a las instituciones bancarias que adquirió notoriedad como tasa Tobin y en España ha sido defendido por la izquierda política, empezando por el PSOE, y por movimientos aglutinados en torno al 15-M. Esta tasa fue propuesta por el premio Nobel James Tobin en 1971 para luchar contra la pobreza mundial sacando recursos de la actividad financiera.

Bruselas es consciente de que el nuevo gravamen tiene un carácter recaudatorio y estima que su puesta en marcha haría desaparecer unos 440.000 puestos de trabajo en los 27 estados en los que se debería aplicar, aunque podría recaudar unos 57.000 millones de euros al año.Esa tasa bancaria no tiene nada que ver con el planteamiento económico liberalizador del que ha hecho gala el Partido Popular y da la sensación de que Rajoy ha cambiado de postura para complacer a Sarkozy y asegurar su apoyo para que España incremente su influencia en el proceso de construcción europea. Hay que esperar la respuesta de Merkel, más escéptica sobre la tasa. Además, en el caso español es un nuevo palo que se coloca en la rueda de la reestructuración de los bancos, a los que Rajoy quiere imponer otro impuesto, a la vez que les pide que saneen sus activos inmobiliarios, se recapitalicen -50.000 millones de euros-, profundicen en las fusiones y empiecen a dar créditos para la actividad productiva.Por eso es sorprendente que el presidente del Gobierno dé otro bandazo -tras la subida del IRPF- y abrace de nuevo esa inexistente «salida social de la crisis», que recuerda a la propugnada por Zapatero. Es lógico, pues, que muchos ciudadanos que votaron al PP el 20-N se pregunten a estas alturas si para este viaje se necesitaban alforjas. Porque es difícil entender que lo que hace 15 meses era «una retórica inútil e inaplicable», en palabras de Cristóbal Montoro, hoy ministro de Hacienda, se convierta ahora en una necesidad urgente. Rajoy apenas ha necesitado un mes en el poder para dar muestras de que su previsibilidad es imprevisible. Ayer mismo, al ser preguntado por una posible subida del IVA en los próximos meses, mostró de nuevo su intención de no hacerlo para terminar con un desconcertante: «Pero nada es para siempre», que nos sitúa de nuevo en la incertidumbre.Lo peor es que los mercados toman nota de todo. Y las agencias de calificación también. Por eso Standard & Poor’s puso el dedo en la llaga que más duele ahora al Gobierno. En el informe en el que el viernes justificaba la rebaja del rating a España, señalaba el alcance de la reforma laboral como la clave para posteriores movimientos negativos. Es el siguiente paso al que se ha comprometido el Ejecutivo en su programa de salida de la crisis. Mientras los agentes sociales negociaban, miembros del Gobierno hablaban de aplicar una «reforma profunda» del mercado de trabajo. En cuanto ha acabado el tiempo de las conversaciones, el ministro de Industria, José Manuel Soria, se ha apresurado a decir que el Gobierno no plantea su reforma laboral «en días por despido». Como afirma el catedrático Juan Antonio Sagardoy en nuestras páginas, el mercado de trabajo español necesita una reducción de las indemnizaciones y contrataciones más baratas y sin ellas no habrá una verdadera reforma. ¿En qué está pensando el Gabinete? «Sé lo que tengo que hacer», manifestó Rajoy al conocer la rebaja del rating la semana pasada. Mantenemos el obligado margen de confianza pero su conducta incita a que empecemos a dudarlo.

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