SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Un piñón por el culo

Me cuentan: «En Génova, a los delfines y delfinas no les cabe un piñón por el culo». No me extraña, porque vuelan por el hueco de los ascensores los pagarés que encontró Rosalía Iglesias en su propio colchón después de que entrullaran a Luis Bárcenas.

En Ferraz, las puertas giratorias rugen como cafeteras y en la fuente de Canaletas los xarnegos de carajillo van a terminar arrastrando a los patriotas. En todos los telediarios caminan como manguis los que hasta hace unos días eran la rehostia. ¿Y qué van a hacer los españoles que han confiado su vida y sus dineros a una pandilla de harpagones, de idiotas morales, que cuanto más trincaban más lampaban?

Empiezo a pensar que no hay alternativa al caos. El PP, el PSOE y sus militantes, la mayoría honorables, han descubierto ya que robar ha sido oficio libre y consentido. Otra vez, en España se han hecho grandes los apellidos a base de mangues, mordidas y untajes («Yo, que en este lugar haciendo hurtos / tanto extendí la casa de Mendoza». Quevedo). Cuando ves a los jerarcas fuera de la moqueta, se quedan en nada.

Contra la farsa y el saqueo, no es bastante el puño sin obreros de Podemos. Convirtieron Sol en la Piazza della Signoria de Florencia, arrojaron a la hoguera de las vanidades las efigies de los mangantes. Pero, ¿qué puede hacer Savonarola contra el Ibex? La corrupción se multiplica y es inútil que los partidos, que la han disfrutado, vengan ahora con la receta catártica. Ya es tarde. Alberto Garzón lo ha resumido bien: «La política se comporta como un precipitado químico». Lo líquido se hace gas y el gas se solidifica.

El 15 de noviembre habrá un nuevo partido -Podemos-, que anuncia una virtud nueva. Anuncian la revolución del sentido común con lazarillos que ayudan a los mayores a utilizar las redes sociales. Piensan que la nueva revolución es la democracia digital y que la Komintern es internet, con Cuadernos de la cárcel de Gramsci como nuevo libro rojo.

Le digo a uno de ellos: «Eso de los círculos, asambleas y discursos callejeros suena a la CNT». «No, es puramente gramsciano: los consejos de fábrica de Turín», me dice. Y entonces recuerdo aquello de que todos somos filósofos, el Partido Príncipe, la nueva lectura de Maquiavelo, los intelectuales orgánicos infiltrados en los medios de comunicación. Lo llamaron eurocomunismo.

Llevan tres meses de asambleas, se organizan contra la corrupción y el secuestro de la democracia. Han finalizado la primera tanda de votaciones directas de la Asamblea Ciudadana. Hay portales de votaciones, asambleas de plaza, mensajes de texto, movilizaciones por teléfono. El pueblo, como sujeto de derechos; el círculo es la nueva ágora; la política, como ética frente a las actividades mafiosas de los partidos.

Muy bonito, pero yo creo que ni la ética ni el regeneracionismo fueron nunca una fuerza revolucionaria. Eso es cosa de krausistas y profesores. Gramsci era un bolchevique. Con la ética, el piñón vuelve a caberles por el culo.

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