Un peligroso juego de misiles y diplomacia

El lanzamiento por parte de Pyongyang de un primer misil de alcance continental -con capacidad de llegar a Alaska- ha disparado la tensión entre EEUU y Norcorea a un nuevo y peligroso peldaño.

Trump ha advertido a China que está dispuesto a actuar por su cuenta y ha respondido a la provocación de Kim Jong-un reforzando su presencia militar en la península norcoreana y el Mar de China y realizando maniobras conjuntas de misiles con Corea del Sur. Por el contrario, Pekín y Rusia han hecho frente común para exigir la doble distensión, la congelación simultánea de las pruebas nucleares y de misiles de Pyongyang y la respuesta militar de EEUU y Corea del Sur.

La propaganda del régimen de Kim Jong-un anunciaba exultante que habían culminado con éxito las pruebas de su misil Hwasong-14, con capacidad de alcanzar la otra punta del Pacífico. Esta vez no era un farol: el secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson confirmó que se trataba de un misil balístico intercontinental y fuentes oficiales norteamericanas han asegurado a Reuters que el misil puede alcanzar la costa de Alaska. Otra cosa distinta es que Pyongyang esté cerca de dotar a esos misiles de cabezas nucleares lo suficientemente pequeñas, o de lograr con éxito el reingreso en tierra una vez lanzados con carga. Pero es un peligroso escalón en la escalada de provocaciones que Pyongyang mantiene con Washington, en su aventurera y ciega determinación de dotarse de armas que puedan golpear una única vez a su enemigo antes de que EEUU borre a Corea del Norte del mapa.

La respuesta de la administración Trump ha sido la de escalar también en su respuesta de militarizar la península de Corea y el Mar de China. En un macabro yin-yang de provocaciones y gestos amenazadores, la tensión entre Washington y Pyongyang se retroalimenta peligrosamente, y sirve a la superpotencia como un poderoso justificante para reforzar el cerco militar a su verdadero rival geoestratégico, China. Aunque Washington no desea el desencadenamiento de una guerra de consecuencias devastadoras e imprevisibles, el peligroso juego de provocaciones y propaganda que mantiene con el régimen autocrático y enloquecido de Jim Jong-un acerca a la zona -y al mundo- a un estallido de incalculable destrucción.

Además de realizar maniobras de misiles junto a Corea del Sur -país donde tiene 28.500 soldados y cuyo presidente, Moon Jae-in fue recibido en la Casa Blanca a finales de junio- Washington ha vendido 1.400 millones de dólares en armas a Taiwán y ha enviado un destructor a Tritón, un minúsculo enclave perteneciente al avispero territorial en disputa de las islas Paracelso, en el mar de China Meridional. Gestos amenazadores no sólo para Kim Jong-un sino para China, que culminaron con una llamada de Trump a Xi Jinping advirtiendo que su paciencia con Corea del Norte ha terminado y que está dispuesto a actuar por su cuenta.

EEUU acusa a China de seguir respaldando a Corea del Norte, pero lo cierto es que Pekín -que absorbía el 90% del comercio norcoreano- «ha reducido a cero» sus intercambios militares y de materias primas estratégicas con Pyongyang, según fuentes oficiales chinas, redoblando la presión sobre Kim Jong-un para que cese en unas provocaciones cuyo resultado es el avance del cerco a China. Mientras Washington y sus aliados -Corea del Sur, pero también Japón, Reino Unido y Francia- respaldan sin fisuras la respuesta dura de la Casa Blanca, China y Rusia han revitalizado un frente diplomático que exige simultáneamente a Corea del Norte la congelación inmediata de pruebas nucleares y balísticas, y a EEUU el cese de los ejercicios militares en la zona, como paso previo a la distensión y al inicio de un proceso de desnuclerización en la península coreana.

Deja una respuesta