España ante la crisis

Un paí­s hipotecado

La historia de la economí­a española durante los últimos años parece la de aquel pueblo de Villar del Rí­o, genialmente retratado por Berlanga en Bienvenido Mr Marshall, que, para impresionar a los norteamericanos y recibir una lluvia de dólares, escondió sus destartaladas casas detrás de fachadas de cartón piedra de cortijos andaluces. Durante varios años, Zapatero exhibió un crecimiento económico superior incluso al de Alemania y Francia, presumió de «el sistema financiero más sólido del mundo», e incluso anunció que «España ha entrado ya en la champions league de la economí­a mundial. Pero la agudización de la crisis ha demostrado que, detrás de la brillante fachada de cartón piedra, estaban las mismas casas destartaladas de antes. El último informe del Deutsche Bank -coincidiendo con la apreciación de todos los organismos internacionales- lo confirma al anunciar que España -antes envidiada como protagonista de un «milagro económico»- es junto a Irlanda el paí­s europeo más vulnerable ante la crisis, y que con mayor dureza va a sufrir sus consecuencias.

Zaatero ha perpetuado, sin apenas diferencias, el modelo económico iniciado por el tándem Aznar-Rato. Y el resultado es un país hipotecado durante generaciones, mucho más dependiente del capital extranjero y las grandes potencias, y por ello con menos defensas frente a la crisis.El “milagro español” se ha sustentado casi en exclusiva sobre la explotación intensiva del boom inmobiliario. El delirante incremento del precio de la vivienda, hasta un 18% anual -sostenido sobre el saqueo de los trabajadores, obligados a hipotecar nuestra vida para adquirir una vivenda- ha proporcionado una hiperganancia. Para exprimirla al límite se ha incrementado desmesuradamente la producción, hasta construir tantas viviendas como la suma de Alemania, Francia e Italia. Transformando a España, salvando las distancias a la manera de las repúblicas centroamericanas, en una especie de monocultivo de la construcción.En España no existía la suficiente acumulación de capital para alimentar el espectacular boom inmobiliario, y durante años grandes bancos, constructoras y monopolios han recurrido al camino más fácil, recurriendo a la financiación exterior.Se pedía prestado al extranjero, pero el dinero no se utilizaba para impulsar el desarrollo tecnológico o los sectores punteros y más competitivos, que habrían creado bases de un desarrollo sólido e independiente. Sino en un sector productivo atrasado como la construcción.Esta operación ha retribuido ingentes beneficios a un pequeño puñado de grandes bancos y monopolios. El Santander se ha transformado en el primer banco de la zona euro, Telefónica en la primera operadora de telecomunicaciones europea, Iberdrola, ACS o Acciona han pasado a ser gigantes internacionales. Pero al país y para el pueblo trabajador se nos ha cargado con una factura tan onerosa que hipoteca nuestro futuro. España se ha transformado en el país más endeudado del mundo. Acumulando una deuda privada valorada en 850.000 millones de euros -más del 80% del PIB-, y una deuda externa total -incluyendo la deuda pública- de 1,68 billones. Cada español debemos al capital extranjero una media de 15.000 euros. Eso significa que nos vemos obligados a pagar, sólo en concepto de intereses, una parte cada vez mayor de la riqueza nacional al capital extranjero. Sólo en 2007, esa factura ascendía a 82.393 millones de euros.Al mismo tiempo, el boom del ladrillo se ha traducido en un fulminante desarrollo de los créditos concedidos por grandes bancos a constructoras e inmobiliarias y en el incremento de las hipotecas. Lo que ha permitido al capital financiero español, encabezado por Botín, apoderarse de una proporción mayor de la plusvalía total.Y todo ese gigantesco negocio para los grandes bancos extranjeros y españoles se ha sostenido sobre la drástico incremento del saqueo sobre la población trabajadora. Jamás la distribución de la riqueza en España había evolucionado de manera tan injusta como durante los años de gobierno de Zapatero. Entre el 2003 y el 2007, los trabajadores hemos perdido 6,4 puntos en la parte de la riqueza nacional que nos apropiamos. Lo que suponen 9 billones de pesetas -unos 3.300 euros por cabeza- que hemos dejado de percibir, y que han pasado a engrosar las cuentas de beneficios del capital.Este es el “lado oscuro” del crecimiento español, que la crisis se ha encargado de hacer aflorar a la superficie en todo su antagonismo.

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