El año que ha terminado ha dibujado un nuevo mapa político en toda España, con un avance en la influencia de la mayoría progresista que reclama unidad para revertir los recortes
Septiembre de 2017 era el momento en que un referéndum debía dar impulso a una «independencia exprés» en Cataluña. Pero el año ha comenzado con Puigdemont reclamando un referéndum pactado con el Estado, que hace pocos meses el independendentismo denostaba calificándolo de «una pantalla ya superada». ¿Es solo un movimiento táctico, o un retroceso que asume una derrota? ¿Qué avanza y qué retrocede en Cataluña, la unidad o la fragmentación?
El año que ha terminado ha dibujado un nuevo mapa político en toda España, con un avance en la influencia de la mayoría progresista que reclama unidad para revertir los recortes.
Cataluña y el procés soberanista no han quedado al margen de este movimiento de fondo. Bastan algunos datos para comprobarlo.
Según el Centre d´Estudis d´Opinió, el CIS catalán controlado por la Generalitat, el apoyo a la independencia en Cataluña ha caído cuatro puntos desde junio.
Paralelamente, un sondeo publicado por El Periódico -el diario con mayor tirada en Cataluña- confirma que desde enero de 2013, a pesar de la ofensiva a favor de la ruptura, el porcentaje de catalanes que “no se siente independentista” -el 51,6%- aumenta cuatro puntos.
Más contundente es la respuesta de los ciudadanos catalanes cuando se les pregunta cuál creen que será el resultado del procés soberanista. Solo un 18% consideran que se conseguirá la independencia, la cifra más baja en los últimos dos años. Mientras que un 44,3% cree que se saldará con un acuerdo para dotar a Cataluña de más autogobierno.
Especialmente significativo es que el 27,6% de los catalanes, cinco puntos más que en septiembre, conteste que el procés soberanista acabará abandonándose por falta de apoyo ciudadano.
Son números y porcentajes que marcan una clara tendencia, y reflejan la posición de una mayoría social desaparecida en los discursos oficiales de la Generalitat.
La situación política en Cataluña está marcada por un rechazo cada vez mayor a las políticas que representan los Mas y Puigdemont.
Si en las autonómicas de 2010, CiU obtuvo 62 diputados, en las últimas encuestas publicadas sus herederos apenas alcanzarían los 16 escaños, quedando relegados al papel de quinta fuerza política, por detrás de ERC, En Comú Podem, PSC y Ciudadanos.
No existe en la historia reciente un desplome similar de un partido que tenga a su disposición todo el aparato de gobierno.
Ni ERC ni las CUP pueden encabezar el procés soberanista. Su liderazgo pasa inevitablemente por la ex Convergencia, la fuerza política que, junto con el PP de Rajoy, suscita más rechazo en Cataluña.
Esta extrema debilidad de la cabeza del procés es la que ha obligado a Puigdemont a retroceder desde la amenaza de una declaración unilateral de independencia a la reclamación de un referéndum pactado con el gobierno central.