Cuatro directoras de nuestro cine

Un nuevo lenguaje

Ocho mujeres se reúnen para hablar de cine. Cuatro directoras hablan de su profesión y las dificultades de desbrozar el camino

* Pastora Fernández es maestra en Vigo. Violeta Tercedor es bióloga y profesora en Almería. Ambas son colaboradoras habituales de Foros21. Estefanía Pérez y Paula Arguedas son miembros del equipo encargado de la edición y distribución de Foros21.

Tal y como explicamos en las primeras líneas de este número, la mesa redonda se celebró en el marco de las Jornadas de Verano de Unificación Comunista de España, cuyos actos se organizaron en colaboración con Foros21. Una mesa con ocho mujeres. Quienes firmamos esta crónica y las cuatro directoras. Cuatro mujeres cineastas que son, de una u otra manera, imprescindibles en nuestro cine.

Ya empieza a ser cotidiano que cualquiera pueda nombrar a cuatro o cinco directoras de memoria, pero no podemos olvidar que esto es posible gracias a una lucha revolucionaria. Son como las flores de secano, que por el hecho de nacer y medrar en la tierra árida de la opresión, brotan con más fuerza y con singularidad.

Susana Guardiola, Nerea Barros, Lucía Casañ y Ana Revert.

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Susana Guardiola es una directora y productora barcelonesa con más de 20 años de experiencia, formada ni más ni menos que en un taller del director Bigas Luna. Residió varios años en Los Ángeles y tuvo la oportunidad de trabajar con directores como Miloš Forman. Ha dirigido documentales como ‘Voces de Mozambique’, por el que recibió un premio en la sección oficial del Festival de Medimed, o como el dedicado a la figura del músico almeriense José Padilla, que fue premiado en la Seminci de Valladolid. En estos momentos está embarcada en el proyecto ‘Voces para la Paz’, con premios Nobeles de la Paz como protagonistas.

Nerea Barros es una actriz y directora gallega, pero también enfermera, que muchos tienen grabada en la retina como la madre coraje de ‘La isla mínima’, papel por el que recibió el Premio Goya a la mejor actriz revelación. Ha trabajado en series como ‘Matalobos’, ‘El secreto de Puente Viejo’, ‘El tiempo entre costuras’, ‘La novia gitana’ o ahora ‘La red púrpura’, por cuyo papel ha sido nominada en los Premios Feroz. Y en películas como ‘La Isla de las Mentiras’. Hace dos años debutó en la dirección con el corto ‘Memoria’, un poema visual que denuncia el magnicidio ecológico en el mar de Aral.

Lucía Casañ es una directora y guionista valenciana que en su corta carrera ya acumula varios proyectos a sus espaldas con un amplio currículum en diferentes ámbitos del cine, tanto delante como detrás de las cámaras. Ha creado varios cortometrajes, como ‘Antonia’, que le sirvió como base para su primer largo, o ‘Bypass’, y es creadora de la productora Amberes Films. Su primer largometraje, ‘Un bany propi’ (‘Un baño propio’), es una versión de ‘Una habitación propia’ de Virginia Woolf y ha sido seleccionada por el Festival Internacional de Cine de Shanghai.

Ana Revert es una directora y actriz valenciana, multifacética, también con varios proyectos musicales en España y Europa. Ha trabajado en películas como ‘Vivir dos veces’ y ‘El desentierro’, en series como ‘45 revoluciones’ y películas como ‘HollyBlood’ o ‘Lucas’. Viene de trabajar de auxiliar de dirección con Amenábar y ha levantado una productora con la que ya ha grabado seis cortos, como ‘Ataraxia’, elegido por la sección de talentos emergentes de la pasada edición del Cinema Joven, ‘La Virgen Santa’ o ‘El solo’.

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Susana Guardiola

Hoy en día callarse es delito’

Ser mujer y ser cineasta implica ser activista y ser revolucionaria. Y a lo mejor eso no estaba en tus planes, tú querías hacer cine.

Esta nueva generación de mujeres cineastas no ha surgido de la magia, sino que hay un trabajo detrás muy grande de asociaciones de mujeres. Ahí veo (señala entre el público) a Giovanna Ribes (directora y productora valenciana), activista de CIMA (Asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales). Hemos tenido que asociarnos, que trabajar juntas.

Primero nos pasó a cada una por separado. “¿Qué me está pasando? ¡Hay un techo de cristal!”. Y por supuesto estamos hablando de clases, de razas… estamos hablando de opresores y oprimidos. Quizá las mujeres en el cine nos sentíamos un poco oprimidas.

¡Qué importante ha sido poder contar las historias desde nuestra mirada! Al final la sociedad mira el cine y el cine no deja de crear patrones. Si solo se contaba la historia desde un lado de la sociedad y era el lado masculino, se creaba la necesidad de contar las historias de esos personajes femeninos, como nosotras los escribimos, los vemos.

Hace poquito escuchaba a una directora explicar un análisis muy concreto de la historia del cine, de cómo las películas tenían una mirada machista, incluso a la hora de grabar a esas mujeres, de grabar cada plano, de cosificar a la mujer. Eso sin querer, claro, y no por elección, sino por necesidad. Ha sido algo que a mí y a mi generación nos ha marcado mucho. Gracias a todas las directoras que hemos podido llevar a cabo nuestras carreras y seguimos, las cosas cambian. Porque no es fácil ser mujer y ser cineasta.

Creo que con nuestras películas estamos pudiendo contar todas esas historias porque ya no nos tenemos que callar. En la última entrevista que hice a Federico Mayor Zaragoza hablaba del delito del silencio. Hoy en día callarse es delito, porque ahora podemos hablar, y las mujeres podemos levantar la voz. Que una mujer tenga un micro con mucha gente escuchando tiene un significado histórico por muchas razones. Por eso hay que coger ese poder y poner en marcha una revolución humanista.

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Nerea Barros

Hacer un largometraje es revolucionario’

Primero tengo que dar las gracias encarecidamente, desde el fondo de mi corazón, a todas esas mujeres y hombres que han luchado por nuestros derechos desde siempre.

Desde que soy actriz he tenido que vivir machismo en los rodajes, porque venimos de una serie de conductas aprendidas que se ejercen, pero también he vivido a los personajes que nos dan a las mujeres que están pensados por hombres y que de otra manera no serían así. Personajes de mujeres que sean bravas, duras, ásperas, casi no existen. He tenido la suerte de encontrarme a Paco Cabezas en ‘La red púrpura’, que es uno de esos directores que escuchan continuamente.

Os pongo un ejemplo con esta serie. Mucha gente me ha dicho que sonrío muy poco. Pero si le han secuestrado un hijo y es una loca, que está muy mal, y que hace lo que sea para intentar liberar el dolor que tiene, ¿cómo se va a reír?, ¿porque es mujer? Elena Blanco (la protagonista de La red púrpura) no se ríe porque no se tiene que reír.

Por otra lado llevo tres años que estoy intentando levantar mi primer largometraje, sintiéndome una revolucionaria. Es como lo que dice Tarkovski, de la poesía del instante, la poesía de cada momento, de una mirada, de tu mirada… de un señor negro, de unos setenta y pico años, con toda esa veracidad de una vida de sufrimiento y lucha… Ver una mirada diferente a la que nos han querido contar.

Ahora estoy peleando por sacar ‘La Costa’, mi primer largometraje, que estoy haciendo porque, al igual que en ‘Memoria’, mi primer cortometraje que rodé en Uzbekistán, necesito contar las obsesiones que tengo, como el cambio climático, las mujeres o el legado de las personas mayores, el anclaje que nos dan nuestros abuelos, nuestros bisabuelos. Ese entendimiento de la historia, pero al revés. No para encargarte del pasado, sino para entender el pasado, para poder asumir el futuro de manera diferente.

Mis abuelos gallegos me transmitieron el entendimiento de la tierra como lugar que me da de comer, que me protege.

He estado en África. He visto la violación como arma de guerra. He estado en el Congo y en el Amazonas, en Indonesia… Este es un mundo de locuras para el planeta y para la mujer. Faltan tantos derechos para todas, que no puedo dejar de pensar que como mujer tengo suerte de haber nacido aquí. Si hubiera nacido en cualquier otro país no estaría hablando con vosotros. Seguramente me costaría muchísimo poder vivir y mucho más crear. Y siento la necesidad de contarlo.

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Lucía Casañ

Esto depende de la agenda que cada una tenga’

Las mujeres representamos un 38% del sector, es decir, del trabajo que está detrás de las cámaras, frente al 62% de los hombres. Es cierto que estos porcentajes pueden resultar, a priori, casi aparitarios porque hablamos de paridad cuando tenemos un 40% y un 60%. Pero no es así. Son datos que pese a que son objetivos no dejan de estar un poco maquillados.

Las profesiones que históricamente han desempeñado las mujeres siguen estando altamente feminizadas: en vestuario son un 85% de mujeres frente a un 15% de hombres; maquillaje, un 81% de mujeres frente a un 19% de hombres. ¿Qué pasa cuando nos vamos a los puestos de liderazgo, creativos o de la técnica? Los puestos están mucho más masculinizados, por ejemplo, en dirección de fotografía son un 19% de mujeres, en sonido un 24%, en dirección un 19%, un 30% en producción ejecutiva y en montaje, y en guion un 35%. Es decir, en la mayoría de puestos de liderazgo, creatividad o puestos técnicos, la presencia de la mujer apenas llega al 30%.

Aquí encontramos lo que normalmente se llama la discriminación horizontal y la discriminación vertical. La vertical es cuando hablamos, dentro de la cadena de producción, los puestos más elevados, donde históricamente siempre han habido hombres. Y la horizontal es donde hay puestos de la misma importancia dentro del mismo sector, pero algunos más feminizados y otros más masculinizados.

Hay más presencia de mujeres en la parte de documental y de ficción que en relación a la animación por ejemplo, ¿por qué? porque los presupuestos que tú necesitas para levantar una película de animación son mucho más elevados.

La realidad es que hay un agujero negro al que caen las mujeres cuando somos las que mejores notas sacamos en la carrera. Esto no depende de los méritos sino del capital social, es decir, la agenda que cada una tenga.

Hay un concepto que es el de ‘suelo pegajoso’, que hace referencia a que las mujeres han estado relegadas al espacio privado dentro de la casa, así que ¿dónde haces los contactos? Hasta hace muy poco nosotras no estábamos en el ámbito público.

Por eso quiero reivindicar el derecho a hacer películas de mierda, porque como mujer parece que tengamos que ser siempre excelentes. Cuando eso pase estaremos en igualdad de condiciones.

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Ana Revert

Ser directora de cine te convierte en activista’

Ser directora de cine te convierte en activista. No solo a la hora de contar historias sino también en nuestro día a día. En mi familia, que son todos médicos, aceptaron y respetaron la decisión de que yo quisiera dedicarme al cine. Mi abuela fue la primera cirujana de Valencia y fue porque pensó ‘me la pela que esto sea un mundo de hombres, yo voy a salvar vidas’. Esto es lo que a mí se me ha pegado un poco.

Desde siempre he tenido que aguantar cosas desagradables, justificando por qué quiero ser directora de cine. Me han llegado a decir, ‘no digas que quieres ser directora y miente, así te dejan en paz’.

Hace un par de años estudié un máster de dirección de cine. Cada alumno tuvimos que dirigir tres cortometrajes. Recuerdo cuando presenté el primero, el comentario estrella fue ‘no me esperaba que tú hicieras esto’.

También he tenido que escuchar lo de ‘me interesa que dirijas este proyecto que estoy escribiendo porque eres mujer y eso me dará puntos’. No necesito que nadie me haga un favor, sino que me valoren como directora independientemente de mi género, y cuando eso ocurra habrá igualdad. Pero hay luego quien se queja de que si recibimos ayudas es como tener ventaja, aunque no lo parece, ¿no?, escuchando los datos que ha dado Lucía.

De pequeña pensaba que iba a ser una de las pioneras en el mundo del cine porque no conocía mujeres cineastas, y a medida que fui creciendo me di cuenta de que había un montón. En la Universidad éramos más chicas que chicos, y sacábamos mejores notas y hacíamos mejores proyectos. El problema no es que haya mujeres cineastas, el problema es que no se les da voz.

Estoy empezando y he dirigido pocos cortos, pero lo cierto es que está siendo un camino difícil, aunque se note el esfuerzo brutal que han hecho todas las que van por delante. Sin lucha es seguro que yo no estaría aquí.

Espero que llegue el día en que no importe si la historia la ha contado un hombre o una mujer. ¡Que se dejen de gilipolleces! Y que nos valoren por nuestro trabajo. ¿Por qué todavía tenemos que escuchar que aún con los mejores expedientes académicos, resulta que me han dado un Premio de Máster por ser mujer? Mi trabajo es mejor, y punto.

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