De la Prensa: Entrevista a Obama

¿Un nuevo Kennedy?

El diario EL PAÍS reproduce hoy una entrevista del nuevo presidente de EEUU, Barack Obama de John Harwood, periodista del New York Times. El nuevo inquilino de la Casa Blanca repasa, en ví­speras de su investidura, los «puntos calientes» de su polí­tica económica, revelando además las claves actuales de la conformación de su equipo presidencial, y por las pistas sobre qué ejes tendrá la «lí­nea Obama».

En una arte de la entrevista, el periodista le pregunta acerca de si cree que su plan económico va a funcionar. Obama responde entonces revelando cómo el nuevo equipo de la Casa Blanca ha contado también con asesores y cuadros de Ronald Reagan, de Bush, de McCain, para elaborar un plan consensuado. “Creo que la estrategia que hemos adoptado es no hablar sólo con los de siempre, sino también con personas que tradicionalmente no están de acuerdo conmigo. Cuando hay antiguos asesores económicos de Ronald Reagan, [de] John McCain [y de] George Bush que dan consejos similares a los de los asesores de Bill Clinton y Jimmy Carter, da la impresión de que existe cierto consenso en todo el espectro político.”Lo que confirma que el gobierno de Obama no es un “gobierno Clinton II” -aunque los clintonianos predominen y ocupen puestos clave-, sino que el nuevo presidente se está esforzando en incluir también a sectores moderados del partido republicano. A Obama se le presenta un reto realmente complicado: frenar el acelerado declive en todos los terrenos (económico, político y militar) de la superpotencia norteamericana y recuperar la capacidad de liderazgo de EEUU. Y para ello es imprescindible cerrar las profundas fisuras que los ocho años de Bush han abierto en el seno de la clase dominante norteamericana, creando el máximo consenso posible en la burguesía monopolista y en las élites políticas de Washington. Obama abunda en esta idea cuando el periodista –contraponiendo a Obama frente a Bush, sin nombrarlo- le pregunta si el nuevo gobierno “estará dispuesto a aceptar ideas del otro lado del hemiciclo”. La respuesta del presidente electo es elocuente: “No creo que el Partido Demócrata tenga el monopolio de las buenas ideas. Creo que los republicanos tienen mucho que ofrecer. Y lo que voy a hacer es escuchar y aprender de mis colegas republicanos. Y siempre que logren convencerme de que es algo que va a beneficiar a los estadounidenses. Que no se les haya ocurrido a los demócratas y sean los republicanos los que lo estén promoviendo, no es una buena razón para no hacerlo. (…) habrá ocasiones en las que tendremos disputas. Pero yo no voy a buscar pelea, y sí voy a buscar toda la cooperación posible”.Obama deja claro, que en este marco de buscar consenso, seguirá los ejes rectores de las medidas aprobadas por la administración Bush, en definitiva utilizar el dinero de los contribuyentes en “rescatar” a los grandes bancos y monopolios norteamericanos. En ese punto –como es de esperar- también hay consenso: “todos los economistas, tanto conservadores como progresistas, están de acuerdo hoy en que necesitamos un plan de recuperación importante para ayudar a poner en marcha de nuevo la economía”. Obama prepara a sus votantes contra lo que sabe que serán medidas poco populares, pero imprescindibles… para los grandes capitales. “No tengo una bola de cristal. Pero hay algo de lo que estoy seguro. Si no hacemos nada, las cosas irán mucho, mucho peor. Con el plan que tenemos, saldremos mejor parados que sin él.”En otro momento de la entrevista, Harwood compara a Obama con Kennedy. Y el presidente –consciente de su popularidad- responde afirmativamente. Más adelante, dice “sentirse abrumado” por los retos que le esperan. Y efectivamente, la legislatura de Barack Obama será seguramente la más complicada para EEUU desde que acabó la Guerra Fría. Obama tendrá que lidiar con Irak, con Afaganistán, con Oriente Medio, y con un mundo cada vez más multipolar, donde el poder de EEUU –la única superpotencia- pierde peso relativo respecto a un conjunto de potencias emergentes. Pero quizá el reto más difícil de Barack Obama sea lidiar con los profundos centros de poder que intentan que EEUU no pueda cambiar de línea, o lo pueda hacer de forma muy limitada. Antes de jurar su cargo ya han estallado dos escándalos de corrupción en su entorno –uno de los cuales le ha obligado a renunciar a uno de sus primeros espadas, Hill Richardson, como Secretario de Comercio-, y la situación en Oriente Medio es de incendio descontrolado. Quien sabe si no hay poderes que –en un sentido muy distinto- también está pensando en Obama… como en un nuevo Kennedy.

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