El genial percusionista Tino di Geraldo, que también conoció a Camarón y a Paco De Lucía, explica que se introdujo en el flamenco con Diego Carrasco y luego con Manolo Sanlúcar. Tino Di Geraldo se ha convertido, no solo en un prestigioso percusionista, sino en uno de los más destacados productores de nuestro país. Artífice del proyecto de «Elbicho», pudimos entrevistarle para ofrecer a nuestros lectores el sello Di Geraldo. Como homenaje a todo lo que vino después de Camarón y de Paco De Lucía, porque sin ellos todo hubiera sido diferente.
Hace años decías que tú trabajabas con aquello que te gustaba, y que ojalá que te encontraras con algo que no solo te gustase sino que tuviese éxito…
Y por fin me ha pasado. Esto es el paraíso para cualquier productor o cualquier músico. Ahora estamos ensayando con músicos que todos los días me dan las gracias… en ningún momento sufren y están dispuestos a lo que haga falta, porque no solo es buen músico y cantante, sino también buena gente. A ver si me pasa más veces… «Para mí, Paco de Lucía y Camarón son los más grandes. Y ahí, en lo más alto, seguirán siempre»
No sabía ni qué era una bulería cuando empecé a grabar flamenco. El primer cajón que toqué fue con Sanlúcar, para su Tauromagia. Y cuando trabajé con Camarón, no era consciente de lo importante que era. No me daba cuenta. Lo intuía, pero no era consciente. Me he ido enterando después. Para mí, Paco de Lucía y Camarón son los más grandes. Y ahí, en lo más alto, seguirán siempre. No creo que se pueda igualar este dúo. Superar ese nivel, ese carisma que alcanzaron, es imposible. A lo mejor surge alguien que se aproxime a ese toque. Alguien que se parezca a ese cante. Pero son un techo. Nadie puede sobrepasar eso».
Pero quien la sigue la consigue…
Ya, pero estas cosas ocurren realmente por casualidad. Yo no lo he buscado.
Está bien que lo digas tú, pero en España está Javier Limón, Suso Sáiz… y Tino di Geraldo. Tienes un sello muy particular.
Bueno. Lo intento. Que luego se te reconozca, incluso en las primeras notas de tu trabajo, es estupendo. Eso sí se busca, claro.
No se trata de poner solo un ladrillo encima del otro, sino que se sepa que eres tú el que los has puesto. Si no es trabajar por trabajar, que también está bien. Pero cuando sales del estudio tienes que pensar en cómo quieres que suene esto y cómo hacer que salga bien. Y eso no se puede forzar.
Es un problema de actitud que es la que marca tu sello, pensar un disco en su conjunto y hacia dónde quieres que vaya.
Si luego además eres honesto y busca aquello que te convenza, cuando lo encuentras… ahí está tu sello. Unas veces aciertas y otras no.
Yo con lo que más disfruto es haciendo discos, aunque no toque. En este caso he tocado en todos los temas, pero en otro disco que hice con “69 revoluciones” no toqué nada y disfruté muchísimo cogiendo los mandos, llevando la nave para un lado o para otro.
¿Cómo ves el panorama musical?
Los músicos estamos indefensos, a expensas de lo que salga. Ahora mismo no se graban discos. El presupuesto se ha reducido como diez veces respecto a hace quince años. La gente hace los discos en su casa, de mala manera, y eso se nota mucho en la calidad del sonido…“con una batería en mi casa, luego la edito, luego viene un colega que entiende…”, pero no.
Bueno. Los músicos no podemos hacer mucho. Yo soy optimista y espero que la cosa se arregle, que la gente se conciencie, que la música sea asequible y fácil de conseguir.
Hay gente que lo está pasando muy mal, gente que vivía de trabajar con temas de segunda fila, que sigue habiendo mucho, pero son más los que “viven en casa de sus padres”. Estamos hablando de profesionales con más de cincuenta tacos. Somos cuatro o cinco los que hacemos cosas, y yo grabo lo que hago yo, porque son pocos los que te llaman. Y cuando lo hacen para alguna colaboración… pues eso no te saca de pobre, la verdad.
Además aquí la cosa está muy mal, y más para gente de cincuenta tacos. Ni pensión, ni paro… es la ley de la jungla.