Nos dejó Vicente Ferrer.

Un Hombre bueno, de los de aquí­.

Los grandes cambios no son nunca fruto de la acción de un solo hombre, sin embargo, una sola decisión, de una sola persona, puede ser determinante para el curso de la Historia o de determinados acontecimientos. Anoche se fue un Hombre de los que no están dispuestos a doblegarse, sin importar las consecuencias; a decidir sobre el rumbo y no dejar que el rumbo decida por él. Un Hombre bueno de solemnidad.

Vicente Ferrer ha construido una ciudad de voluntad y determinación en Anantaur: hospitales, escuelas, casas, pozos, caminos… cientos de comunidades y pueblos. Llegó como jesuita en 1952 a la ciudad de Mumbai, y 57 años después la Fundación Vicente Ferrer gestiona 1696 escuelas, donde trabajan 2190 profesores y estudian 125.500 alumnos; 3 hospitales, 2 centros y 14 clínicas rurales con 1.400 profesionales que atienden a 1.500 poblaciones; han fundado 4.200 asociaciones de mujeres, 18 escuelas para discapacitados que atienden a 1.200 alumnos; han construido más de 25.000 viviendas, 32 placas solares, 2.500 unidades de biogás y talleres de fabricación de incienso en los que trabajan 1.500 mujeres; han construido 2.300 estructuras de distribución de agua que atienden a 1.400 poblaciones, plantado casi 3 millones de árboles… una obra titánica nacida de una decisión. En los primeros años su labor provocó el malestar entre los sectores dirigentes. Ferrer puso en marcha un sistema de ayudas comunitario a través del cual la gente se prestaba dinero sin intereses para mejorar sus condiciones de vida. En unos meses se consiguió una orden para expulsarle del país. La respuesta fue más de 30.000 campesinos, secundados por intelectuales, políticos y líderes religiosos, movilizados en una marcha de 250km para protestar por la orden de expulsión. En una entrevista con Vicente, Indira Gandhi, entonces primera ministra, reconoce su trabajo y poco después hace público el siguiente telegrama: "El padre Vicente Ferrer se irá al extranjero para unas cortas vacaciones y será bien recibido otra vez en la India.". Poco después llegó a ordenar la expedición del visado ante la tardanza del propio Ferrer. Durante los años 70 continuaron los enfrentamientos con dirigentes locales, esta vez en la región de Anantapur. El resultado es evidente. No hace mucho un conocido hizo una donación de 1.000 euros a la Fundación. Al tiempo decidió hacer un viaje a la India y aprovechar para visitar la Fundación. Fue recibido con orquesta, comitiva y manifestación, en el pueblo donde habían ido a parar los 1.000€. Habían construido una escuela con su aportación y la del ayuntamiento de un pueblo levantino. El colegio tenía su nombre en la entrada. Se le invitó a dar “una conferencia” a padres y alumnos. Estando allí decidió hacer una segunda aportación con la que edificaron una casa. Le presentaron al arquitecto y pudo ver, sobre el terreno, el inicio de la obra guiado por sus explicaciones y el agradecimiento del futuro dueño. Conoció personalmente a Ferrer con el que pudo charlar, mientras le enseñaba algunas de las instalaciones y el trabajo que hacían allí. “Un Hombre bueno”, decía. Un Hombre bueno y, sobre todo, sencillo. “Da la impresión de ser… lo que es, de aquí; como si fuera tu vecino, al que ves todas las mañanas”

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