SELECCIÓN DE PRENSA INTERNACIONAL

Un futuro (imperial) que ya está en marcha

A finales del año anterior, el Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) de los Estados Unidos resentó su informe Tendencias Globales 2030: mundos alternativos, un análisis de prospectiva estratégica en el que distintos especialistas proyectan escenarios y posibles rumbos de los acontecimientos en el mundo, desde la óptica de los intereses de la potencia norteamericana.Según los distintos despachos de noticias, el documento presta especial atención a cuatro grandes temas: la difusión del poder global (la construcción de la multipolaridad) y el cambio en las condiciones de gobernanza que hasta ahora había regido las relaciones internacionales (marcado por el ascenso de China); la recuperación económica en un supuesto fin de la crisis capitalista y mejores condiciones de bienestar individual; el crecimiento de la población mundial (que alcanzaría los 8.300 millones de personas) y una mayor –y acaso insostenible- demanda de agua, alimentos y energía.Tratándose de un ejercicio de cartografía política e ideológica de los otros, este tipo de informes terminan por proyectar, también, las visiones y apetitos imperiales, y permiten comprender acciones que ya se encuentran en curso, así como sus objetivos de mediano y largo plazo.Para el caso de América Latina, por ejemplo, las perspectivas que presenta el CNI son positivas en términos generales, aunque al mismo tiempo ingenuas y en nada sorprenden: el informe describe una situación de estabilidad, crecimiento económico, reducción de la pobreza y de relaciones en apariencia armoniosas con los Estados Unidos, con un liderazgo importante de Brasil, pero los especialista del CNI omiten toda referencia a la compleja estructura de organizaciones financiadas para promover la desestabilización de gobiernos en la región (NED, USAID, etc.) y para avanzar, sin escrúpulos y apelando a todos los recursos, en la imposición de grupos políticos afines a Washington.Donde quedan más claros los vicios coloniales y las prácticas imperialistas que subyacen a estas proyecciones estratégicas, es en lo relativo a América Central y el Caribe, la pretendida zona de influencia “natural” de los Estados Unidos, que es vista por la inteligencia norteamericana como una región frágil, vulnerable, y cuyos países podrían convertirse en “refugio tanto a redes criminales mundiales como a redes terroristas e insurgentes locales” (La Jornada, 11-12-2012).Se repite aquí el discurso de los Estados fallidos construido en los últimos años por ideólogos del Departamento de Estado y repetido por la clase política centroamericana -y mexicana, inclusive-, para justificar la guerra contra el narcotráfico y el debilitamiento del Estado de derecho, en contextos donde, de por sí, las instituciones políticas y judiciales ya sufren demasiados problemas.Lo que sí es novedoso del informe, y de un diagnóstico que los centroamericanos venimos escuchado y sufriendo desde hace más de un lustro, es la inclusión de una categoría nueva: la insurgencia local, un factor que le da sentido a los planes y programas estadounidenses con los que, bajo el engañoso nombre de seguridad nacional, encubren el ejercicio arbitrario de la extraterritorialidad y se arrogan el derecho de intervención: los leoninos convenios de patrullaje conjunto de los mares e ingreso de marines a puertos, la instalación de bases militares, el entrenamiento de tropas de élite en selvas centroamericanas y la militarización de la seguridad ciudadana.El futuro imperial contrainsurgente ya está en marcha: es el de la construcción del brazo armado que reclama el modelo de acumulación por desposesión del neoliberalismo y el capitalismo periférico, y que hace de los excluidos de América Central y el Caribe, la región más desigual del mundo, el blanco de sus políticas de represión, contención del descontento social y criminalización de la protesta de movimientos sociales, comunidades y pueblos indígenas.Para el imperialismo, los pobres son el nuevo enemigo interno.

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