La Cortina Rasgada

Un furtivo en busca de la verdad

Borau fue siempre un cazador furtivo. Dispuesto a quebrantar las leyes establecidas si era necesario para buscar la verdad escondida bajo siete mentiras.

José Luis Borau era mucho más que guionista, director, productor, profesor, escritor, editor, actor, expresidente de la Academia Española de Cine —y su principal impulsor tal y como hoy la conocemos—, expresidente también de la SGAE, miembro de la RAE y del patronato del Reina Sofía y creador de una fundación que bajo su tutela pretendió allanar el camino de todo aspirante a cineasta. José Luis Borau, fallecido en Madrid a los 83 años, era, sobre todo, un oráculo para el cine español, un referente absoluto para varias generaciones que vieron en él a su representante más independiente y complejo, un hombre que amaba el cine por encima de todo y que bajo su aspecto tierno y bondadoso era capaz de dar un golpe en la mesa (con plato redondo y mantel blanco como condiciones innegociables para sentarse a comer) y decir basta con esa rotundidad y tozudez que parecen inherentes a la genética aragonesa.

Borau nació en Zaragoza en 1929, hijo único tardío de unos padres que él siempre vio demasiado “mayores” y que le sobreprotegieron y aislaron, entre otras cosas, de los horrores de la Guerra. “Durante el conflicto no fui al colegio; hubo un bombardeo y mi padre dijo ‘ni hablar, hasta que esto no acabe no sales de casa’, y allí me quedé, en una mecedora que guardo como una reliquia porque fue el sitio en el que me pasaba las horas”, recordaba en una entrevista con este periódico en 2008, año en que ingresó en la Academia con un discurso que indagaba en las huellas del cine en el lenguaje hablado y escrito. Le gustaba decir que no había hecho otra cosa en su vida que ver y leer cine, oficio que comparaba con el arte de la seducción: “Uno hace el cine como el amor. Como puede”. Durante casi una década vivió en Estados Unidos donde rodó Río abajo (1984), un estrepitoso fracaso financiero que sin embargo demostró su genio loco y su empatía por los márgenes (Leo, 2000) y la frontera.

De carácter bronco, pero fondo frágil, Borau asumió en varios momentos de su vida los compromisos de un hombre incorruptible. En el fondo latía la insobornable tenacidad de todo individualista. En 1975, se negó con una firmeza que chocaba con su aire de inocente niño gigante a realizar los 40 cortes que la censura de un franquismo ya agonizante le exigía para dar luz verde a Furtivos, su filme más reconocido. Su idea era hacer una película de gente escondida, “ese tipo de gente que vive como metida entre hojarasca…”, decía. Manuel Gutiérrez Aragón fue el coguionista de “un cuento de hadas” duro y cruel. Borau venció a los censores, no solo no lograron masacrar su filme sino que tuvieron que asistir a su éxito nacional e internacional y a su triunfo en San Sebastián, donde obtuvo la Concha de Oro.

El otro episodio que marcó su vida pública ocurrió el 31 de enero de 1998, cuando, siendo presidente de la Academia de cine, Borau sorprendió a todos con otro gesto que le identificará para siempre con la integridad moral de los grandes. Sus manos blancas sobre el escenario en la gala de entrega de los Goya para condenar el asesinato del concejal sevillano del PP Alberto Jiménez Becerril y su esposa dejaban claro que el venerable cineasta no sabía vivir callado. “Ha sido el mejor presidente de la Academia, lo sabemos todos”, señalaba ayer Enrique González Macho, actual cabeza de la institución.

Solitario vocacional, militante, Borau siempre se quejó del exceso de atenciones que recibía su persona. “Soy un solitario frustrado, siempre hay gente alrededor, pero mi afán es la soledad. Tengo amigos, me invitan, me agasajan, y yo siempre estoy con una reserva: ‘A ver si me dejan en paz”.

La vieja mecedora de José Luis Borau se detuvo definitivamente. La impronta de su memoria seguirá acunando el cine español.«Uno hace el cine como el amor. Como puede»

Saludo de José Luis Borau al nacimiento de www.deverdaddigital.com

Al comenzar la andadura de nuestra página web, recibimos el saludo de decenas de personalidades del mundo de la cultura, transmitiéndonos su calor y apoyo. Uno de ellos fue José Luis Borau, siempre dispuesto a respaldar aventuras a contracorriente.

No hay Verdad sin libertad de expresión. Y como este nuevo periódico implica una mayor cuota de libertad, hay que darle la bienvenida más cordial y esperanzada.

Queridos amigos: Os deseo mucha suerte en vuestra aventura y muchos ánimos. Ojala que los nuevos medios de comunicación nos sirvan para entendernos de verdad unos a otros y buscar lo que necesitamos para ser libres y felices.

(José Luis Borau)

Discurso de Borau al ingresar en la Real Academia de la Lengua

Al cabo de un siglo largo de vida, el Cine ha marc a d o la forma de hablar y de escribir con huellas más abundantes y profundas de lo que pudiera parecer a simple vista.

Sin caer en el vicio de las comparaciones ni menos aún en tipo alguno de recuento, bien cabría afirmar que el Cine no queda a la zaga del Teatro o de los Toros –las grandes diversiones históricas del pueblo español – en cuanto a riqueza de vocabulario y de expresiones nacidas, como en aquellos terrenos, al calor del duro oficio de fascinar y, por supuesto, al entusiasmo de los seducidos.

Dado que, pese a tamaño filón lingüístico, se aprecia una notoria falta de curiosidad por el fenómeno, sin trabajos donde quede registrado con cierto detalle, decido adentrarme en tan densa maraña aun sabiendo de antemano que no habré de llegar muy lejos, dada la brevedad del tiempo con que se cuenta y la escasez del bagaje disponible.

Pero el tema encaja con la profesión ejercida durante cuarenta años largos por uno y, miel sobre hojuelas, con una parte de la de su ilustre antecesor en este mismo sillón B mayúscula que el azar académico parece habernos deparado a los d o s .

Y como alguien enseñó que los caminos se hacen al andar, es decir, echándose al monte, ahí vamos. (…)

A manera de los escritores o pintores cuyas formas creativas acabaron por traspasar el terreno propio para regalarnos un nuevo adjetivo –dantesco, sádico, goyesco, kafkiano–, ciertos directores y más de un intérprete disponen de su calificativo particular. Y cada vez oímos con mayor frecuencia describir a un personaje o una situación de la vida real como fellinianos, buñuelescos o berlanguianos.

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