Selección de prensa nacional

Un debate sin futuro

Unanimidad casi total en la prensa nacional. Zapatero le ganó el pulso a Rajoy en el debate del estado de la nación al anunciar toda una baterí­a de medidas y de intenciones, en las que el lí­der del PP no quiso o no supo entrar. Pero, una vez analizada con serenidad toda esa baterí­a, resulta que como en la canción, lo suyo es «puro teatro». Zapatero ganó a Rajoy porque, simplemente, tení­a mejor aprendido el «estudiado simulacro». A Rajoy le cambiaron el guión con la representación ya iniciada, y no tuvo cintura -tal y como le crí­tica El Mundo en su editorial- para lanzarse a improvisar sobre las tablas.

Para El País, al que las últimas medidas sobre la eliminación de la ublicidad en la televisión pública parecen haber reconciliado con el gobierno, el debate de ayer fue empezar a “debatir el futuro”. A lo que se podría contestar que si el futuro que nos espera es el enunciado ayer en la Carrera de San Jerónimo, aviados vamos. Mejor harían los editorialistas del Grupo Prisa en esforzarse por explicar dónde ven ellos, en lo anunciado ayer por Zapatero, las medidas que van a “sustituir a medio plazo la economía del ladrillo por un patrón de crecimiento basado en la productividad, la tecnología, la educación y la sociedad de la información”. Porque nosotros, desde luego, no las vemos por ninguna parte. Jesús Cacho, en El Confidencial, valora la intervención de Zapatero como más de lo mismo. Como un nuevo episodio de “la ceremonia de la confusión que acompaña al Gobierno de España desde marzo de 2004”, como una “nueva estación en el vía crucis de un país condenado a vivir su calvario hasta purgar, de grado o por fuerza, los excesos cometidos por mucha gente -promotores inmobiliarios, banqueros codiciosos, políticos corruptos-, pero fundamentalmente por un Gobierno de tan alta ideologización como bajo nivel de capacitación técnica”. El Mundo, por su parte, critica a Rajoy de falta de cintura al no entrar a valorar y analizar las nuevas medidas y propuestas de Zapatero. No cree que vayan a aportar solución alguna, ya que las considera más “un conjunto de parches que un verdadero plan”. Y además, según su opinión, la mayoría de ellas “tienen trampa”. Editorial. El País DEBATIR EL FUTURO Contra los pronósticos de una intervención rutinaria destinada a recabar los apoyos que le faltan, Zapatero hizo ayer un discurso que supone un giro en la gestión de la crisis económica al proponer, durante el debate sobre el estado de la nación, un conjunto de medidas a corto y largo plazo dirigidas a estimular la economía y a cambiar el modelo de crecimiento. Las medidas para reactivar la economía y el empleo -eliminación parcial de la desgravación por vivienda, reducción en el impuesto sobre sociedades, ayuda directa de 2.000 euros a la compra de automóviles, entre otras- pretenden actuar directamente sobre los mercados y empresas. Por primera vez, después de más de dos años de crisis y 91 medidas poco coordinadas, el Gobierno adopta iniciativas con probabilidad de éxito para crear simultáneamente empleo y sustituir a medio plazo la economía del ladrillo por un patrón de crecimiento basado en la productividad, la tecnología, la educación y la sociedad de la información. La reforma de la desgravación fiscal por la compra de vivienda es políticamente arriesgada, pero técnicamente correcta. Su eliminación progresiva, limitada a partir de 2011 a rentas inferiores a 17.000 euros y gradualmente descendente hasta los 24.000 euros, combinada con la equiparación fiscal del alquiler a la compra, debería contribuir a que se venda el stock de vivienda en los próximos 19 meses y a estabilizar el mercado a partir de 2011. La ayuda directa a la compra de coches se basa en los crecimientos de las ventas experimentados allí donde se ha puesto en práctica. La rebaja de cinco puntos en el impuesto de sociedades para las pymes que mantengan el empleo también es coherente. Zapatero no concretó medida alguna para aumentar las prestaciones sociales de los desempleados, cuando existían fundadas expectativas de que el Gobierno comprometiera más gasto social. Esta ausencia se explica probablemente por su elevado coste presupuestario. La apuesta por incentivos ligados al crecimiento de la actividad y el empleo es más arriesgada, pero más coherente. Con todo, el conjunto de medidas de ayer adolece de cierta imprecisión. Las leyes que llegarán al Congreso para modernizar la economía forman un paquete muy colmado -Ley de Puertos, Ley del Sector Audiovisual, reforma de los organismos reguladores, nueva Ley de Ciencia y Tecnología-, pero destacan tres compromisos: que los 420.000 alumnos de 5º de Primaria dispongan de un ordenador personal, un fondo de financiación para la economía sostenible de 20.000 millones y una dotación de 70 millones para reciclaje de licenciados en paro. Rajoy tenía ayer la oportunidad de contribuir al debate sobre el cambio de modelo económico y la perdió con un discurso encastillado en la descalificación retórica. Es lógico que el jefe de la oposición pase factura por el tiempo perdido por el Gobierno antes de entender lo que pasaba, pero incoherente que critique con igual fervor la rectificación, incluyendo un plan de conjunto en el que encajan las dispersas medidas anteriores. Ni siquiera se atrevió a concretar qué reforma laboral propone o si incluye abaratar el despido. Si el PP tiene un plan económico, no lo enseñó. Comete un error si renuncia a debatir los términos de la modernización económica. Éste es el momento, y si se deja pasar será demasiado tarde. En un discurso muy inspirado en la onda de Obama, Zapatero pareció abierto a un acuerdo con el PP, incluso recogiendo sugerencias genéricas de ese partido antes desoídas. Pero sobre todo, tomó la iniciativa de plantear lo que piensa que hay que hacer, pidiendo apoyo para hacerlo. Lo cual es diferente de plantear sólo aquello que pueda ser apoyado por determinados grupos cuyo concurso necesita. EL PAÍS. 13-5-2009 Opinión. El Confidencial EL VISIONARIO, EL REGISTRADOR Y LA GRAN DEPRESIÓN Jesús Cacho Los hooligans de Rodríguez Zapatero en la prensa española, que son muchos y esforzados, no podían disimular a mediodía de ayer la satisfacción que les embargaba al escuchar a su carismático líder desgranando desde la tribuna del Congreso toda una batería de medidas, tan variopintas como inconexas, con las que supuestamente hacer frente a la dramática situación económica que vivimos (…) Lo de ayer fue un episodio más de la ceremonia de la confusión que acompaña al Gobierno de España desde marzo de 2004, una nueva estación en el vía crucis de un país condenado a vivir su calvario hasta purgar, de grado o por fuerza, los excesos cometidos por mucha gente -promotores inmobiliarios, banqueros codiciosos, políticos corruptos-, pero fundamentalmente por un Gobierno de tan alta ideologización como bajo nivel de capacitación técnica, presidido por un peligroso visionario que se cree sus propias fantasías. Hilo a la cometa. Eso es lo que hizo Zapatero, todo un experto en la materia. Su record como presidente ha consistido en negar a pies juntillas la realidad de la crisis hasta que resultó evidente, a cuenta del desplome de la actividad con su correlato de paro, que debía cambiar de registro. Luego, trató de enmascararla en la paralela crisis financiera internacional, intentando ocultar, mintiendo siempre, que España tenía su propia y demoledora crisis, personal e intransferible, tan distinta, tan cruel como atestiguan esas tasas de paro que no conocen parangón en el mundo civilizado. Ahora se trata de esperar a que una venturosa recuperación foránea, proveniente en gran medida de los malvados USA, nos lleve en volandas hacia una recuperación que le permita presentarse en 2012 con garantías de volver a ganar sus terceras elecciones generales. Y en el ínterin, planes y paquetes y ayudas, al menos supuestas, sin cuento. Gasto público a mogollón. Regalos a todos aquellos grupos de interés con alguna capacidad de presión o influencia electoral (…) A menudo decisiones pintoresca (…) Todas medidas distraídas y perplejas, sin capacidad de impacto global. A base de parches. Sin una política económica coherente para hacer frente a la Gran Recesión que padecemos. Darle hilo a la cometa en espera de ese milagro redentor, y pervertir, dar la vuelta, retorcer las palabras y sus significados. ¿Alguien en su sano juicio puede centrar su discurso en una tal “política social”, con cuatro millones de parados a las espaldas, que serán cinco a finales de año? La única política social digna de tal nombre es la que proporciona empleo y contribuye a la dignidad y autonomía de los hombres libres, alejados de la esclavitud de la caridad pública. España es hoy más pobre en términos absolutos y en términos per cápita que hace 10 años. Una década dilapidada. Y frente al visionario convencido de sus trucos de prestidigitador, la esforzada carrera del honesto registrador dispuesto a seguir combatiendo contra los fantasmas del pasado. Con una capacidad para encantar perfectamente descriptible, Rajoy sigue siendo víctima de los traumas de un partido prisionero aún en muchos de los cepos que dejó desperdigados por la geografía política española la nefasta última etapa de Aznar. Con cuatro millones de parados, camino de los cinco, que serán seis si los dioses no lo remedian en 2010, un partido de corte liberal tiene que atreverse a reclamar sin tapujos una reforma laboral en profundidad. La alternativa es la sociedad de parados y funcionarios a la que caminamos aceleradamente (…) La posición de Zapatero -un tipo que se lleva al Congreso los insultos preparados de casa-, sin embargo, es tan endeble, su andamiaje argumental tan falso, que el del PP se vino arriba en la réplica y propinó al presidente una buena manada de hostias de las que no logró recuperarse. Pura anécdota, con todo. Verdura de las eras. Lo grave, lo importante, es que en la mayor crisis que ha conocido la reciente Historia española, el frentismo más atroz y la falta de respeto al contario sigue presidiendo la vida pública española (…) EL CONFIDENCIAL. 13-5-2009 Editorial. El Mundo CUANDO VALE MÁS TENER CINTURA QUE RAZONES EL PRESIDENTE del Gobierno se le escapó vivo ayer a Rajoy en el Debate del estado de la Nación. Construyó un discurso efectista con el anuncio de nuevas propuestas contra la recesión, lo que le permitió mantener la iniciativa. Aunque la mayoría de estas medidas tienen más apariencia que realidad, merecían ser discutidas, y ahí le faltaron reflejos a la dirección del PP, que seguramente esperaba una intervención de contenido más ideológico. Zapatero anunció la rebaja fiscal de las pymes y la subvención directa a la compra de vehículos, y se apuntó ambas como un éxito propio, pese a que son dos medidas que ha venido reclamando el PP y que él se había negado a tomar en consideración… hasta ayer. Reveló que en 2011 desaparecerán las deducciones por vivienda para las rentas que superen los 24.000 euros como forma de incentivar la compra de pisos antes de esa fecha. Adelantó su intención de dotar a los escolares, progresivamente, de un ordenador portátil. Y todo ello envuelto en medidas tan dispares como un nuevo recorte de gastos en la Administración, la aprobación de una ley de «economía sostenible» que engloba desde las energías renovables hasta la moda, o la implantación de un plan de inversión local para 2010 de 5.000 millones de euros centrado en la dependencia. Sólo el batiburrillo de propuestas revela que estamos más ante un conjunto de parches que ante un verdadero plan. Además, la mayoría de medidas tiene trampa. La rebaja fiscal de las pymes es sólo por tres años, en una época en que pocas empresas van a poder presentar beneficios; la ayuda a la compra de coches obliga a los fabricantes a desembolsar 1.000 euros por cada operación, una circunstancia que nadie ha negociado con la industria del automóvil; las medidas para la mejora de la educación no solucionan el problema, que es de calidad y de exigencia; y la amenaza de retirar la desgravación por compra de vivienda es la subvención más barata imaginable y, en el fondo, una subida indirecta de impuestos a la clase media a dos años vista. Pese a que el debate llegaba en el peor momento para el Gobierno -cercado por la crisis, con cuatro millones de parados y debilitado por la falta de apoyos en el Parlamento- es verdad que los nuevos conejos sacados de la chistera sirvieron a Zapatero para jugar al despiste. Sobre todo porque Rajoy perdió la ocasión de discernir qué había de positivo y qué de artificio en sus propuestas. El líder de la oposición se enredó en un prolijo memorial de afrentas pasadas y entró en un cuerpo a cuerpo que no le convenía y que le hizo patinar con algún comentario desafortunado, como cuando acusó a los socialistas de «no saber leer». Claro que Zapatero fue también muy mezquino cuando dijo que el PP se frota las manos con la crisis y la ansía con tal de desgastar al Ejecutivo. Rajoy cargó contra el «refrito de improvisaciones sucesivas» y la política «despilfarradora» y de «gestos» del Gobierno, y acusó a Zapatero de «dar la puntilla» a la clase media. «Lleva usted cinco años de retraso» y «se ha convertido en el lastre de la economía española», llegó a decirle. Aunque su análisis era correcto, la inconcreción a la hora de aportar propuestas le sirvió en bandeja la respuesta demagógica al presidente: «Han pasado del España se rompe al España se hunde». El debate de ayer aleja toda posibilidad de llegar a unos nuevos pactos de la Moncloa. Ni el PSOE ni el PP quieren acuerdos. Las elecciones europeas serán un paréntesis que darán paso a dos años y medio de estancamiento, de tablas interminables que se resolverán en las generales de 2012. Rajoy tuvo más razón de fondo -hoy habrá 7.000 parados más-, pero Zapatero demostró más habilidad. La cabeza no pudo con la cintura. Mal andamos. EL MUNDO. 13-5-2009 Editorial. ABC RETRATO DE UN GOBIERNO A LA DEFENSIVA José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy protagonizaron ayer el debate más duro y áspero desde 2004, escenificando no sólo el antagonismo de sus políticas económicas, sino también la ruptura de puentes entre el Ejecutivo y la oposición. Los antecedentes de discrepancias entre uno y otra por la crisis y el contexto preelectoral auguraban este sesgo del debate, que además evidenció el creciente aislamiento parlamentario del presidente del Gobierno, cuyo discurso inicial de la mañana fue duramente criticado por las minorías aún antes de intervenir. La tensión que mostraba Zapatero en su primer discurso reflejaba la certeza de que ya han quedado atrás los tiempos en que todo valía para marginar al PP con el «cordón sanitario» trenzado con nacionalistas y extrema izquierda. Ahora, Zapatero es mal compañero de viaje y recibe un repudio que sus antiguos aliados no se recatan en disimular. El presidente del Gobierno intentó anticiparse a las críticas que iba a recibir lanzando anuncios de medidas económicas y sociales pretendidamente novedosas, expuestas de manera un tanto precipitada, en ocasiones confusa, que siguieron el patrón de la improvisación y la falta de proyecto global para la recuperación económica. Intentó mermar la réplica de Rajoy con unas rebajas fiscales a pequeñas y medianas empresas y trabajadores autónomos -reiteradamente rechazadas por los socialistas- que son insuficientes, porque son tan restrictivas y condicionadas que apenas van a tener efecto estimulador en la contratación y en la actividad económica. También anunció una ayuda directa a la compra de coches, pero basada en las cuentas de la lechera, porque el 75 por ciento de esa ayuda dependerá de que accedan a compartirla las comunidades autónomas (500 euros) y la industria del automóvil (1.000 euros). Y así hasta llegar al tijeretazo a las desgravaciones por adquisición de vivienda, previsto para 2011 -plazo tan largo que inutiliza la medida de antemano-, que maltrata a las clases medias, bien defendidas por Rajoy, e ignora las cargas familiares, al fijar como tope salarial para ese beneficio fiscal unas rentas de 24.000 euros, que tendrán los mismos problemas que los actuales para acceder a la financiación hipotecaria. El presidente del Gobierno se encontró con que sus novedades nacían ya amortizadas por un efecto letal para un gobernante: el descrédito personal, que fue uno de los argumentos principales de la intervención contundente de Rajoy. El líder del PP fue consciente de que el desempleo creciente, el pesimismo social generalizado y el estancamiento político del Gobierno debían centrar el debate, aunque Zapatero insistió en reconducirlo a una especie de culpa histórica del PP -de la que su líder supo liberarse en todo momento- por la «burbuja inmobiliaria» y el modelo económico sustentado en la vivienda. Rajoy acertó en sus críticas, porque pusieron a Zapatero frente a sus responsabilidades desde hace más de cinco años, tiempo suficiente para hacer propias las causas de cualquier carencia en el sistema productivo español. Los sondeos de opinión sobre quién ganó el debate arrojarán resultados dispares, pero la jornada de ayer se cerró con la certeza preocupante de que el Gobierno no tiene fuerza política para salir de la crisis económica. ABC. 13-5-2009 Opinión. La Vanguardia ALGUNAS DUDAS RESUELTAS José Antich LA intensa sesión parlamentaria de ayer sobre el estado de la nación vivida en el Congreso de los Diputados dejó resueltas varias dudas. Primero, el presidente Zapatero, con todo en contra, en una soledad política exageradamente visible, sigue siendo un comunicador excepcional capaz de cargarse a sus espaldas los parados, la crisis, las promesas no cumplidas y un sinfín de datos económicos a cual peor y encapsular esta realidad de España para subir a la tribuna de oradores y presentar el catálogo de promesas más amplio que se puede ofrecer en sede parlamentaria. Allí hubo agasajos para muchos sectores sociales; aunque si se rasca, muchas de las promesas tienen un cumplimiento difícil. Pero el éxito de su intervención fue que pasó el corte y en un momento difícil de su carrera no se cayó como algunos pronosticaban. Y ese fue su gran mérito. El presidente del PP, Mariano Rajoy, fue previsible, sin que eso sea una descalificación. ¿Qué hará Rajoy?, decían a mediodía en Madrid políticos y periodistas. Le dará duro, coincidían todos. Y eso hizo para satisfacción de los suyos e intranquilidad de los que preferirían un Rajoy más positivo, o sea, más generoso. Los ciudadanos no perciben que los dos grandes partidos quieran remar juntos en la crisis económica, y el tiempo dirá quién es el más perjudicado de esta acción política basada en el descrédito del adversario más que en la asunción de una hoja de ruta compartida. Si ahora no quieren luchar juntos contra la crisis, ¿cuándo lo harán? No fue ninguna novedad el discurso bien trenzado de Duran Lleida ni la valentía en sus propuestas económicas con especial insistencia en el caso de los autónomos. Pero Duran juega en otra liga: la de los políticos que con coste electoral o no quieren ayudar a salir del atolladero. LA VANGUARDIA. 13-5-2009

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