El acuerdo del Brexit y la crisis en la UE

Un Brexit de barras y estrellas

El acuerdo alcanzado entre Bruselas y Londres sobre las condiciones en que Reino Unido abandonará la UE no pone punto final a la crisis del Brexit. Por el contrario, va a seguir siendo una herida abierta en Europa, un permanente elemento de inestabilidad.

Ni siquiera ahora, con un acuerdo ratificado por todos los miembros de la UE, está asegurado que el parlamento británico lo apruebe. Y el fantasma de un “Brexit duro”, sin acuerdo, sigue planeando.

Comprender por qué hemos llegado hasta aquí, con un divorcio entre Reino Unido y la UE impensable hace pocos años, cómo nos afecta y de qué manera va a seguir influyendo en el futuro de Europa, exige tener en cuenta el “factor oculto”: la larga sombra norteamericana ejerciendo una poderosa influencia sobre la crisis en el viejo continente.

En junio de 2016 el referéndum convocado por el primer ministro David Cameron se saldó con un sorprendente resultado: una mayoría de votos favorable a la salida del Reino Unido de la UE. Un terremoto sacudió toda Europa, y su onda expansiva está lejos de haber expuesto todos sus efectos.«En el Brexit ha actuado la alargada sombra norteamericana, que sigue siendo un factor decisivo en los asuntos europeos»

Han sido necesarios casi dos años, y arduas negociaciones, para alcanzar un principio de acuerdo que fija las condiciones en las que Reino Unido abandonará la UE. Lo refrendaron todos los Jefes de Estado y de Gobierno de los 27 en un Consejo Europeo Extraordinario. ¿Hubo celebración por el éxito conseguido? No. La reunión apenas duró 25 minutos. Y las caras de los asistentes encajaban más en un funeral.

¿Qué condiciones se han acordado? ¿Por qué son un desastre tanto para Londres como para Bruselas?

Reino Unido deberá pagar una factura de hasta 50.000 millones de euros por abandonar la UE, reconocerá los derechos de los 3,5 millones de ciudadanos europeos que trabajan en suelo británico, y se contempla un periodo de transición, hasta 2020, en el que Londres permanecerá dentro de la Unión Aduanera, estando obligado a acatar la normativa europea.

Mientras la UE acepta ofrecer a Reino Unido un acceso privilegiado, bajo otras formas y durante varios años, al mercado europeo, y una estrecha colaboración en política exterior, de defensa y judicial.

Quedan todavía muchas cosas por resolver. El acuerdo solo contempla como debe salir Reino Unido de la UE, pero deja abierta cual será la relación que las dos partes mantendrán en el futuro, que deberá decidirse en nuevas negociaciones. Y tampoco queda clara la resolución del espinoso tema de Irlanda del Norte.

Lejos de ser un buen acuerdo, lo que se ha alcanzado es un inestable y precario punto de encuentro para evitar el caos que hubiera sido cerrar las negociaciones sin ningún acuerdo.

Pero incluso está todavía en cuestión si puede realmente llevarse a la práctica. La primera ministra británica, Theresa May, tiene realmente complicado que el parlamento nacional lo apruebe. No solo se opone la oposición, también cuenta con el rechazo de buena parte de los diputados del Partido Conservador, encuadrados en el sector más euroescéptico.

Nadie esperaba un buen resultado de las negociaciones del Brexit. Reino Unido verá entorpecido el acceso a un mercado europeo que es destino del 43% de sus exportaciones. Y la UE verá reducido su peso económico -tras el abandono del segundo país por volumen de PIB- y su dimensión internacional.

¿Pero entonces, si todos salen perdiendo, por qué se encendió la mecha del Brexit?

El factor americano

La comprensión del Brexit, de su origen y de las consecuencias que comporta, ha estado viciada desde el principio.

Se atribuyó la convocatoria del referéndum en 2016 a la torpeza del entonces primer ministro británico, David Cameron, que envalentonado tras el éxito de la consulta en Escocia, quiso dar un golpe para resolver los problemas generados por la iniciativa de los sectores más eurofóbicos.

Y se considera que el sorprendente resultado del referéndum -una salida de Reino Unido que nadie esperaba- se explica por la influencia de las posiciones de una extrema derecha xenófoba y antieuropeista.

La realidad es otra muy diferente. Si el Brexit triunfo fue porque hubo poderosos sectores que apostaron por ello. Dentro y fuera de Reino Unido.

Mientras el gobierno de Obama y organismos como el FMI hacían campaña por la continuidad en la UE, el entonces candidato a la presidencia, Donald Trump, calificaba el triunfo del Brexit como “algo grandioso”, concluyendo que “Reino Unido ha retomado las riendas de su país”, y anticipando que “el enfado mostrado por los británicos se extenderá a otros lugares”.

No era una más de las salidas de tono de Trump. Sino la posición de una parte de la gran burguesía norteamericana. Refrendada por uno de sus históricos portavoces, el Wall Street Journal, que publicó un editorial titulado “Una revolución muy británica”, en el que se recibía con simpatía el triunfo del Brexit.

Si las negociaciones entre Londres y Bruselas para acordar las condiciones del Brexit han sido tortuosas, es porque desde Washington se han hecho todos los esfuerzos posibles para que encallaran.«Si las negociaciones entre Londres y Bruselas han sido tortuosas, es porque desde Washington se han hecho todos lo posible para boicotearlas»

En su visita a Londres, Donald Trump abroncó con formas inusualmente poco diplomáticas a la primer ministra británica, afirmando que le “aconsejó” defender un Brexit duro -donde se rompieran relaciones con la UE- pero que “ella hizo lo contrario”. Y alabando a Boris Johnson -principal rival de May en el Partido Conservador, y cabeza de los sectores más enfrentados a la UE- al afirmar que “sería un gran primer ministro”.

Esta división se ha reproducido también en la burguesía británica. Mientras unos sectores -los más beneficiados con las facilidades de acceso al mercado europeo- apostaban por la continuidad en la UE o, tras el referéndum, por un Brexit “suave” que mantuviera la puerta abierta, otros sectores han apostado por distanciarse de Bruselas y fortalecer la relación “especial” con Washington.

Un horizonte todavía borroso

Estas, y no la tendencia británica al “aislamiento insular” o “el auge de la extrema derecha populista”, son las auténticas razones que han puesto el Brexit encima de la mesa. Y si hoy importantes sectores del Partido Conservador anuncian que intentarán boicotear el acuerdo alcanzado entre Bruselas y el gobierno británico, es porque están arropados por importantes centros de poder.

Detrás de esta situación hay poderosas corrientes de fondo. Tienen que ver con el papel cada vez más secundario que Europa ocupa en un tablero mundial cuyo centro se traslada hacia Asia. Pero sobre todo, con las intenciones y proyectos de EEUU. Cuanto más peso relativo pierde en la economía global -por el auge de países como China, India… que le comen terreno- más se revuelve contra los países que controla para exigirles una mayor cuota de tributos. Y en Europa, donde mayor y más profundo es el control norteamericano, es donde más lejos puede llevar Washington sus exigencias.

Esto, y no las bravuconadas de un presidente “descerebrado”, es lo que empuja a Trump a maltratar públicamente a Europa. Quiere azuzar las contradicciones para, sin destruir la UE, sí debilitar cualquier resistencia y poder imponerle condiciones más draconianas.

Un camino que comenzó con el Brexit, pero que ha continuado azuzando desde Washington las opciones más xenófobas y antieuropeas, o empujado al nuevo gobierno italiano -con una Liga cuyas relaciones con los círculos más cercanos a Trump son estrechas- a enfrentarse directamente con Bruselas.

El Brexit fue el primer anuncio de como, en una situación internacional especialmente móvil, caracterizada por el tránsito desde un orden unipolar a otro multipolar, son posibles acontecimientos inesperados y hasta hace muy poco impensables.

Pero conviene recordar que, si el Brexit se ha convertido en una herida incrustada en el costado de Europa, no es solo por los indeseados efectos de una situación internacional convulsa. Ha actuado de forma directa la alargada sombra norteamericana, que sigue siendo un factor decisivo en los asuntos europeos. Aunque muchos se empeñen en ocultarlo.

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