El poder de las cajas en España

Un bocado más que suculento

Se ha dicho estos dí­as, y no sin cierta razón, que la nueva reforma de las Cajas de Ahorro viene a ser algo así­ como una tercera desamortización, que seguirí­a a la agraria del siglo XIX y a la de las grandes empresas públicas de finales del siglo XX. Y es que, en efecto, con ella asistimos a un cambio sustancial en las estructuras del poder económico en España. Sólo que en esta ocasión, a diferencia de las anteriores, su gran beneficiario va a ser el gran capital extranjero.

El sistema bancario de cualquier aís desarrollado es, en la época del capitalismo monopolista, el verdadero corazón de todo el sistema económico. En el proceso de acumulación capitalista, el sistema financiero ocupa un papel vital tanto en el inicio del ciclo de revalorización de capital como al final. Por eso, controlar el sistema bancario de un país, es tener el bastón de mando sobre su economía.A tener ese nuevo bastón de mando sobre nuestra economía –o al menos a quedarse con una parte sustancial de él– es a lo que aspiran las grandes oligarquías financieras mundiales. Y es la razón de fondo que ha llevado al gobierno Zapatero a poner en marcha una reforma de las cajas que pueda acabar con muchas de ellas en manos del capital extranjero.Al exigirles que aumenten su capital básico hasta el 10%, inevitablemente las condena a ponerse en manos de quienes poseen esos capitales: los grandes fondos de inversión, los fondos de capital riesgo, los fondos soberanos o los grandes bancos mundiales.Y dada la precipitación con que se está exigiendo la reconversión, no es difícil aventurar que muchas de ellas tendrán que venderse a precio de saldo.Aprovechando la situación de la mayoría de la cajas, atrapadas en el estallido de la burbuja inmobiliaria y sus ingentes niveles de deuda, Bruselas y el FMI, Washington y Berlín, han forzado al máximo la presión política sobre el débil, claudicante y sumiso gobierno Zapatero para conseguir por esta vía su histórica aspiración de penetrar y apoderarse de una parte cualitativa del sistema financiero español. Una aspiración histórica De llevarse a cabo la reforma en estos términos –y especialmente con el resultado de la entrada de capital extranjero en el sistema financiero español– las grandes oligarquías mundiales habrían cumplido uno de sus mayores sueños, largamente acariciado pero nunca conseguido.En 1986, con las negociaciones para la entrada en el Mercado Común, la oligarquía española y su clase política aceptaron la liquidación y venta de gran parte de tejido industrial que podía llegar a suponer una seria competencia para los monopolios europeos. A cambio, los grandes capitales españoles se reservaron para sí los sectores financiero, energético, telecomunicaciones y construcción, cerrados a la competencia extranjera durante un período de tiempo. De modo que la oligarquía pudo dar un salto en la concentración monopolista de esos sectores y dotarse de una posición de predominio en el mercado interno.Con el tiempo, el capital extranjero fue haciéndose con parte de esos sectores. En telecomunicaciones Airtel y Amena cayeron en manos británicas y francesas, en el energético, la más grande, Endesa, fue a manos italianas y las dos menores a alemanes y portugueses.El sector bancario, la joya de la corona de la oligarquía española, pudo permanecer sin embargo en manos del capital nacional. El grado de híper-concentración de la banca privada, y la atomización, extensión y cercanía de las cajas han impedido durante décadas que el capital extranjero tuviera algún peso significativo en el sistema financiero español.Un sector vital para la economía de cualquier país –y mucho más en España, dado nuestro grado de bancarización–, pues de él depende la transformación del ahorro y las rentas en capital, y por tanto el flujo y la distribución y reasignación de recursos de capital y liquidez para la economía en su conjunto. La mitad del sistema financiero Las cajas de ahorro representan en nuestro país más de la mitad del sistema financiero nacional, el 52% del volumen de depósitos de lo que los españoles tenemos ahorrado y la mitad de los créditos concedidos a familias, autónomos y pymes.Eso es lo que Zapatero está a punto de entregar a las grandes oligarquías financieras mundiales, encabezadas por los bancos alemanes y los fondos de inversión norteamericanos. Esta es la envergadura de lo que está en juego.La hipoteca y los ahorros de muchos de nosotros van a ser puestos en las manos de los mismos financieros de Wall Street, la City londinense o Francfort que se hicieron de oro con las hipotecas subprime y sus derivados, mientras desataban la mayor crisis en 80 años y hundían en la pobreza a decenas de millones de personas.Porque además, una de las características de las cajas de ahorro en España, es que por su mismo nacimiento y desarrollo histórico, por su dispersión territorial y su cercanía local han sido desde siempre las entidades financieras más cercanas a las necesidades de financiación de las clases populares.Mientras el negocio de la gran banca ha estado históricamente vinculado al desarrollo de las grandes empresas monopolistas, a la exportación de capital, al negocio de la deuda pública y de la especulación financiera y bursátil, las cajas, nacidas como tales en la primera mitad del siglo XIX, han tenido como una de sus funciones principales el impulso del ahorro popular y el desarrollo de la industria local. Independientemente, por supuesto, de que siempre hayan estado controladas por las oligarquías locales de cada ciudad, provincia, comarca o pueblo. Control que en los últimos 30 años ha pasado a manos de las nuevas burguesías burocrático-administrativas surgidas al calor de los excesos en el desarrollo del proceso autonómico. Y cuya nefasta gestión esta, en la mayoría de los casos, en el origen de su precaria situación financiera. ¿Y por qué no una banca pública? Entre las fuerzas populares, la oposición a la privatización y venta de las cajas es unánime, aunque adolece de falta de perspectiva, de una visión superficial de la cuestión.Los sindicatos denuncian que con ella se perderán decenas de miles de empleos. Las organizaciones sociales levantan la voz diciendo que la obra social –a la que las cajas dedican una pequeña parte de sus beneficios– desaparecerá engullida por la voracidad sin límite de sus nuevos dueños. Y ambos llevan razón.Pero el aspecto principal no reside en esas cuestiones, sino en el grado supremo de dependencia y control sobre nuestras vidas y sobre nuestros recursos que supone que la mitad del sistema financiero español –y además el más cercano a las necesidades de financiación de las clases populares– caiga en manos de los grandes tiburones mundiales de las finanzas.En el caso de las cajas, como en el resto de medidas de ajuste y reformas, todos los argumentos del gobierno se basan en medias verdades que son la peor de las mentiras. ¿Cómo que no hay mas alternativa que privatizarlas y venderlas al capital extranjero? ¿No son acaso las cajas de ahorro, según sus estatutos, entidades financieras “sin ánimo de lucro”? ¿No nacieron para ayudar mediante el ahorro y el crédito al desarrollo económico local y a los sectores menos poderosos socialmente?Pues entonces inyectemos dinero público las Cajas de Ahorro para sanearlas y convertirlas en un instrumento financiero público de tipo confederal, una banca pública cuya dirección general esté en manos del gobierno y cuyo control y supervisión esté efectivamente en manos de los impositores, sus verdaderos dueños.¿Qué esto no es posible? No desde luego mientras el 90% de la población no nos dotemos de la necesaria fuerza política y organizativa para imponer un cambio en la correlación de fuerzas y avanzar en un camino de redistribución, ahorro e inversión para salir de la crisis en beneficio de la mayoría. Con fuerza política organizada, cualquier alternativa en beneficio de la mayoría es posible. Sin ella, nada es pensable.

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