Un aristócrata del pueblo

.

Antonio Chenel «Antoñete» es un hombre muy especial. No sólo ha sido un torero excepcional (su mano izquierda ha sido la mejor del toreo contemporáneo), sino que también es un hombre excepcional, y más en los tiempos que corren. Nacido durante la guerra civil, pertenece al bando de los vencidos, y se hace torero por afición, tradición y para salir del hambre. Nunca ha renunciado a sus orígenes, nunca ha hecho tampoco exhibición de ellos. En ese tono elegante y tranquilo que le caracteriza no ha hablado nunca desde el rencor, ni ha querido sacar beneficio de ello. Simplemente recuerda, y deja constancia en entrevistas o conversaciones de su singladura como hombre y como torero. Su elegancia en el ruedo es pareja a su elegancia en la vida. Se torea como se es. Ha sido un triunfador muy especial. Nunca le ha interesado el dinero, sino torear bien, estar bien colocado dentro y fuera del ruedo. Ha estado en lo más alto y en lo más bajo, pero siempre ha sido Antoñete. Toda su vida ha seguido fiel al lema del filósofo griego: llegar a ser lo que se es. Y jamás se ha apartado un ápice de ese camino. Ha tenido tanto valor frente al toro como frente a la vida. Para todos los antoñetistas, entre los cuales naturalmente me incluyo, Antonio Chenel «Antoñete» ha sido un torero de leyenda, uno de los artistas más importantes del siglo. Para los que, además, tenemos la suerte de ser sus amigos, es no sólo un pozo de sabiduría, cordialidad y gracia madrileña, sino también un ejemplo vital. Antoñete es un maestro del toreo y de la vida, y un genuino aristócrata del pueblo. La expresión más alta de civilización que un hombre y una sociedad pueden alcanzar.

Deja una respuesta