Decenas de miles de valencianas y valencianos se unieron durante semanas para recuperar las calles, y ayudar a la gente afectada, que lo había perdido todo y que había sido golpeada por la pérdida de seres queridos.
Fueron decenas las iniciativas de todo tipo y, entre ellas, nació el Centro de Voluntariado ‘La Cantina’ en la sede del Ateneo21 en Valencia, en el barrio de Russafa. Casi 500 personas se movilizaron, llegando a distribuir más de 26 toneladas de ayuda en 27 poblaciones.
Con el impulso de ‘La Cantina’, que es el nombre del restaurante abierto en el local, Unificación Comunista de España, anfitriona del local que es su sede en Valencia, y el movimiento Recortes Cero, casi 70 entidades han unido sus fuerzas a las de las vecinas y vecinos del barrio. Se organizó una cabalgata solidaria con la Fundación Gomaespuma, una Falla en homenaje a las víctimas, una semana cultura en el barrio, una exposición con objetos donados por profesionales destacados de la Cultura – proyecto en el que Foros21 jugamos un papel destacado -… y todo inspirado por la campaña ‘No olvidar la DANA’ que pretende unir sin distinción de ideologías, credos y siglas, para apoyar a las víctimas y los afectados.

Hace unas semanas, se inició la celebración de una serie de debates con expertos para apoyar las principales exigencias de las poblaciones afectadas. En uno de ellos participaron: María Diago, decana del Colegio de Biólogos; Joan Olmos, que fue decano del colegio profesional de Ingenieros, director de Obras Públicas de la Generalitat Valenciana, y profesor de la Universitat Politécnica de Valencia; Yaiza Pérez, doctora en Ciencias Sociales y profesora también en la UPV, además de doctora en Sociología en la UV; y Rosa Ávarez, presidenta de la Asociación de Víctimas Mortales 29 de octubre.
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María Diago, decana del Colegio Oficial de Biólogos de Valencia.
“No hay catástrofes naturales, sino medioambientales”

La decana abrió la sesión reivindicando la presencia de las ciencias básicas en los procesos de reconstrucción y toma de decisiones. Recordó cómo, tras el desastre, su colegio fue invitado a participar en el comité estatal de reconstrucción, una oportunidad que asumió “en nombre no solo de los biólogos, sino de toda la sociedad”.
Su exposición fue contundente: la DANA no puede explicarse como un simple fenómeno natural. “Esto no es una catástrofe natural sin más. Es una catástrofe medioambiental”, afirmó, subrayando la relación directa entre el territorio valenciano, su gestión y las dinámicas climáticas. A su juicio, el evento fue el resultado de la degradación acumulada del territorio, la ocupación de los cauces y la falta de respeto al funcionamiento ecológico de las cuencas.
Con la precisión científica, Diago explicó que el cambio climático amplifica las características extremas del clima mediterráneo —lluvias torrenciales, sequías prolongadas—, y que los efectos devastadores son producto tanto de la naturaleza como de la acción humana. “Hemos invadido los cauces y las zonas de laminación; lo que ha pasado no es fruto de la casualidad”.
La bióloga propuso actuar desde la raíz del problema y no solo sobre sus consecuencias. Para ello, el Colegio de Biólogos ha elaborado un plan con 30 medidas de regeneración territorial, que buscan “replegar y regenerar” en lugar de reconstruir. Diago abogó por una nueva manera de entender el territorio como una unidad ecológica, siguiendo la idea de Ramón Margalef, y apeló a la responsabilidad colectiva: “No podemos resignarnos al cambio climático; sí podemos decidir cómo responder ante él”.
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Joan Olmos, ingeniero y experto en la planificación del territorio.
“Hay que reivindicar la política y respetar el territorio”

El ingeniero Joan Olmos, veterano defensor de la planificación racional del territorio, empezó su intervención asegurando que “hay que reivindicar la política”. Recordó que las administraciones son las que garantizan los servicios esenciales y que, sin ellas, “no hay forma de canalizar las decisiones colectivas”.
Olmos advirtió de los riesgos de mirar solo hacia atrás, buscando culpables, o de proyectar soluciones técnicas milagrosas hacia el futuro. Lo importante, dijo, es “pensar en común” y mantener el respeto máximo hacia el territorio, “el soporte físico de esta catástrofe”. Citando a Edward O. Wilson, recordó que el territorio nos proporciona gratuitamente los recursos esenciales —agua, fertilidad, regulación climática— y que degradarlo equivale a empobrecer la sociedad.
Criticó los intentos de modificar la Ley de Aguas y la Ley de la Huerta, que protegen ecosistemas y espacios agrarios fundamentales para amortiguar las avenidas. “No podemos reconstruir para volver a lo mismo”, insistió, apoyándose en el informe de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
Olmos introdujo también un enfoque social: reconstruir no es solo levantar muros o carreteras, sino reconstruir vínculos. Citó un artículo que afirmaba que “los lazos sociales también nos salvarán de la próxima DANA”, y defendió la necesidad de fortalecer el asociacionismo local y los equipamientos de proximidad como polideportivos o centros cívicos.
En un tono más crítico, habló de la “Valencia bipolar”, donde el norte y el sur de la ciudad no reciben el mismo trato ni las mismas inversiones. Reivindicó al Estado como garante de la equidad territorial y del bienestar colectivo: “Cuando ocurre algo así, el pueblo no se salva solo; necesitamos un Estado competente, con valor y medios para resolver los problemas”.
Su intervención terminó con una llamada a invertir en capital natural y en cohesión social, porque “sin ambas, estaremos condenados a repetir los mismos errores”.
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Yaiza Pérez, socióloga
“La regeneración debe incluir la participación ciudadana”

La socióloga Yaiza Pérez, experta en diagnóstico y diseño de políticas públicas, aportó una mirada más cercana a la gestión local y a la participación. Desde su experiencia de más de una década trabajando con ayuntamientos valencianos, subrayó que la DANA fue un fenómeno agravado por la acción humana: “No fue solo un desastre natural; las consecuencias también son responsabilidad de nuestras decisiones”.
Pérez enumeró cuatro razones por las que “no debemos olvidar la DANA”. La primera: exigir responsabilidades políticas, en nombre de la justicia social hacia las víctimas y sus familias. La segunda: repensar el modelo urbanístico, insostenible y desordenado, que ha permitido construir sobre cauces y zonas inundables. Propuso hacerlo desde la participación ciudadana, con procesos “colaborativos y consensuados” en lugar de decisiones tomadas “desde arriba y para los de arriba”.
Citó las leyes estatales y autonómicas que obligan a incluir la participación en la ordenación del territorio, y denunció las resistencias de muchos gobiernos locales a abrir esos espacios: “Hay miedo a perder el control y sospecha hacia quienes participan. Se olvida que la ciudadanía también es capital social y humano”.
La tercera razón fue la falta de preparación ante emergencias. Pérez denunció que muchos municipios tienen planes de emergencia “guardados en un cajón”, sin actualización ni aplicación real. Propuso crear mapas de vulnerabilidad que identifiquen a las personas en riesgo —mayores, dependientes, familias sin recursos— y diseñar protocolos de actuación y evacuación operativos.
Finalmente, destacó la importancia de los vínculos comunitarios y la solidaridad, que se revelaron fundamentales durante la catástrofe. “La vida comunitaria salva vidas”, afirmó, recordando que la respuesta ciudadana espontánea fue muchas veces más rápida y eficaz que la institucional.
Su intervención cerró con un mensaje: “Tenemos que aprender de esta tragedia para construir un territorio más justo, más resiliente y más humano”.
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Rosa Álvarez, Asociación de Víctimas Mortales de la DANA del 29 de octubre
“Las víctimas también queremos tener voz”

La última en intervenir fue Rosa Álvarez, representante de la Asociación de Víctimas Mortales de la DANA del 29 de octubre. Con una mezcla de emoción y firmeza, agradeció que las víctimas fueran escuchadas junto a los técnicos y expertos. “No somos expertas en nada de esto, pero sí sabemos lo que significa perderlo todo”.
Álvarez recordó que el 29 de octubre no solo dejó dolor y pérdidas familiares, sino también una herida colectiva. Por eso, pidió que ese día marque “un antes y un después”, y que se trabaje de forma conjunta entre administraciones, sociedad civil y comunidad científica para que algo así no vuelva a suceder.
Criticó la falta de prevención y de alertas eficaces: “Nuestros familiares fueron doblemente víctimas: del fenómeno natural y de la negligencia de quienes debían protegernos”. Su asociación colabora actualmente con universidades y empresas tecnológicas en un proyecto de alerta temprana adaptado a personas vulnerables —con movilidad reducida, discapacidades o residentes en centros—, que recibirían los avisos con mayor antelación.
Álvarez subrayó que muchas vidas podrían haberse salvado si se hubieran tomado en serio los avisos previos. Reclamó que la verdad de lo sucedido se considere un bien común y un paso necesario para el duelo y la reparación.
Inspirada por la geógrafa Ana Cámara Sabel, defendió que la lucha contra el cambio climático debe ir “de lo local a lo global” y que la reconstrucción no puede ser una repetición del pasado. “Hay que repensar qué, cómo y dónde construimos”, dijo, llamando a un proceso de ‘aprendizaje correctivo’ que combine criterio técnico, participación ciudadana y respeto al territorio.
Antes de concluir, reiteró el compromiso de las víctimas con la participación activa en la reconstrucción, aunque “a algunos políticos no les guste”: “Nosotras nos vamos a empeñar y vamos a participar. Lo que nos ha pasado debe servir para que seamos una sociedad mejor preparada”.
La mesa redonda cerró con un sentimiento compartido de urgencia y responsabilidad. Cuatro voces que coincidieron en lo esencial: la DANA no fue un accidente inevitable, sino el resultado de un modelo territorial, político y social que necesita transformarse.
María Diago habló de regeneración ecológica; Joan Olmos, de ética del territorio y del valor de la política; Yaiza Pérez, de participación y preparación social; y Rosa Álvarez, de memoria y justicia. La reconstrucción debe ser también una reconstrucción de la conciencia colectiva, un aprendizaje que mire hacia el futuro sin olvidar las vidas perdidas.

