Balance Literario 2011

Un año de transición

2011 concluye, desde el punto de vista literario, con muy escasas noticias reseñables. El mundo entero está en transición. La literatura también. Pero lo «nuevo» tarda en emerger. O, quizá, en aflorar. Tal vez ya esté aquí­, aunque aún no lo hayamos reconocido.

Mientras tanto, sí cabe indudablemente reseñar la elección del gran poeta chileno Nicanor Parra como Premio Cervantes del año. Ya nonagenario, el escritor chileno, elogiado por el gran crítico neoyorquino Harold Bloom como “uno de los mayores poetas de América después de Walt Whitman”, ha necesitado más de medio siglo para ser reconocido -académicamente- como una voz esencial de la poesía en lengua castellana. Pero, como dice el refrán, “más vale tarde que nunca”. Sus “Poemas y antipoemas” han sido, sin duda, un terreno fértil y renovador, del que se han nutrido y en el que han bebido muchos, entre ellos su compatriota Roberto Bolaño, que no dudaba en afirmar que “los tres mejores poetas de Chile son: Nicanor Parra, Nicanor Parra y Nicanor Parra”.

Otra inesperada sorpresa del año ha sido la publicación (por la editorial Pre-Textos) del “Diario” del poeta cordobés Juan Bernier, 65 años después de su primera redacción. Joya oculta de la literatura autobiográfica española, desvela una veta prohibida. Pocas veces nuestra literatura había caminado con paso tan noble por abismos éticos y precipicios de tan hondo calado.

También cabe reseñar, en el terreno de la poesía y la autobiografía, la publicación del “Diario anónimo” de José Ángel Valente, uno de los referentes esenciales de la poesía española de posguerra.Narrativa españolaEn cuanto a la narrativa española, sin una obra por la que apostar sin titubeos, cabría destacar cinco propuestas de muy diversa factura y calado. Una es “Los enamoramientos”, de Javier Marías, una rama menor de su fértil tronco narrativo, en la que da una nueva vuelta de tuerca a sus obsesiones clásicas, pero en torno a un eje nuevo: el amor, fuente natural de riesgos y engaños. También cabe destacar la última noivela de Juan Marsé, “Caligrafía de los sueños”, retorno al mundo, a los personajes, a los ambientes clásicos de su narrativa: la Barcelona de posguerra y la incierta búsqueda de la felicidad en una época de sueños truncados. Por terrenos menos conocidos y menos trillados discurre el relato de “Familias como la mía”, de Francisco Ferrer Lerín, uno de los catalogados como “raros” de la literatura española; en ella (como subraya Ignacio Echevarría) se propone, como transfondo de la historia, “una lectura cáusticamente «La concesión del Premio Cervantes a Nicanor Parra es un acierto histórico»desmitificadora de la tan celebrada Transición española… sobre ella arroja este libro, como sin quererlo, la sospecha de haber sido mangoneada por los servicios secretos americanos, de los que se insinúa que algo habrían tenido que ver con el atentado a Carrero Blanco y con el empuje que a partir de entonces cobraron los nacionalismos”. En línea -aparente- con las cada vez más frecuentes propuestas narrativas que bucean, rastrean y reconstruyen la vida de personajes notorios, cabe situar y destacar “El espía”, de Justo Navarro, una novela sobre”los demonios indescifrables” de Ezra Pound, el gran poeta norteamericano que simpatizó con el fascismo y fue encarcelado y encerrado en un manicomio tras la guerra. Navarro va más allá de la mera reconstrucción biográfica, formulando una hipótesis literaria poderosa y fructífera. Y, por último, cabe destacar la obra de Alberto Olmos, el célebre bloguero de “El lector mal-herido”, que con su “Ejército enemigo” ha conseguido levantar una breve polvareda mediática, con una novela que gira en torno a temas como internet, la intimidad, el sexo o el “fracaso de la solidaridad”, con un tono de vibrante denuncia de “lo políticamente correcto”. Aunque falto del cinismo de un Houellebecq, Olmos trata de acercarse a problemas actuales e hincar un poco el diente a nuestra realidad de hoy.HispanoaméricaEl adiós al maestro Sabato (fallecido a los 99 años) ha sido “conjurado” en la Feria del Libro de Guadalajara (México), recién clausurada, con la promoción de 25 nuevas promesas de la literatura hispanoamericana. Nombres de los que sin duda no tardaremos en hacernos eco. En todo caso, la narrativa hispana de América nos ha dejado a lo largo de 2011 títulos muy interesantes: obras de Bolaño (“Los sinsabores del verdadero policía”, póstuma), de Rodrigo Rey Rosa (“Severina”), de Horacio Castellanos Moya (“La sirviente y el luchador”), del colombiano J.G. Vasques (“El ruido de las cosas al caer”), del boliviano Paz Soldán (“Norte”), del mexicano Guillermo Fadanelli (“Hotel DF”) o de Patricio Pron (“El esp´ñiritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia”), una de las nuevas voces de la narrativa argentina. Una mención especial requiere la “Autobiografía soterrada” de Sergio Pitol, una sabia e inteligente despedida de un verdadero maestro; o “Los ídolos a nado”, antología de la obra de Carlos Monsiváis, el gran ensayista mexicano fallecido el año pasado.Literatura europeaAdmirada por unos, denostada por otros, la última novela del francés Michel Houellebecq -”El mapa y el territorio”- ha sido sin duda la obra europea más destacada del año, la de mayor impacto mediático, pese a que un sector de la crítica sigue describiendo su obra como “literatura-magazin”, por su afán de recolectar temas de actualidad, como hacen los “magazines” periodísticos de fin de semana. De Alemania ha llegado la inmensa “La torre” , minuciosa reconstrucción de la vida y los conflictos de los últimos años de existencia de la Alemania del Este, escrita por Uwe Tellkamp. Tres de los más destacados escritores británicos del presente han publicado obras en España en 2011; Ian McEwan (“Solar”), Martin Amis (“La viuda embarazada”) y Julian Barnes (“Pulso”). “La Folie Baudelaire”, del italiano Roberto Calasso, es una exquisita y sabia reconstrucción del mundo que rodeó al poeta que simbolizó una época de Europa.Predominio americanoCon todo, un año más, el protagonismo literario del año 2011 ha correspondido, sin duda, a la narrativa norteamericana. Empezando por “Némesis”, del gran Philip Roth, siguiendo por “Vicio propio” del oculto Thomas Pynchon, y acabando con la aclamada “Libertad”, de Jonathan Franzen, presentada a bombo y platillo como la última y gran expresión de la gran novela norteamericana, avalada por el mismísimo Obama (que leyó el libro en pruebas) y merecedora de una portada en ella revista “Times”, nada de lo cual, por cierto, avala su valor literario, puesto en cuestión por críticos y escritores de la talla de John Banville. A última hora ha llegado también a las librerías españolas la obra póstuma de Foster Wallace, “El rey pálido”.

Reseñar -y recomendar- por último, la nueva traducción que Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores está haciendo de las obras de Saul Bellow, este sí un verdadero gigante de las letras norteamericanas.

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