Se cumplen dos años de guerra en Ucrania

Ucrania: año tres

La invasión imperialista rusa sobre Ucrania cumple su fatídico segundo aniversario con un panorama sombrío para los defensores. Sin embargo, el balance de estos dos años de guerra demuestra que un pueblo determinado a resistir puede vencer a uno de los ejércitos más potentes y agresivos del mundo.

La criminal invasión rusa de Ucrania cumple dos años con un panorama más sombrío que nunca. Mientras los combates en el frente llevan meses estancados sin grandes avances o retrocesos, mientras los proyectiles rusos siguen golpeando las ciudades ucranias, la ayuda militar occidental a Kiev languidece, y el Kremlin se rearma y fortalece.

La guerra ha derivado en un pulso de desgaste en el que Moscú tiene mejores números. Pero nadie debería despreciar la voluntad de resistencia de un pueblo ucraniano que ha sido capaz de resistir y derrotar a uno de los más poderosos ejércitos del mundo

El 24 de febrero de 2022 los relojes se pararon en Ucrania. La vida cotidiana de sus 43 millones de habitantes dejó de ser como la suya o la mía, una sucesión anodina de días, unos mejores y otros peores. Se esfumaron las alegrías, las certezas, los proyectos personales. Se acabó llevar a los niños al cole, quedar con los amigos a tomar café, ir al cine o estudiar en la Universidad. Todo quedó sepultado por un terremoto de muerte y bombas, de sirenas en la noche, de miedo en el refugio, de separaciones en las estaciones, de sangre en los hospitales, de cristales rotos y frío glacial, de hambre entre las ruinas.

Este infierno tuvo y tiene un responsable: Vladimir Putin, cabeza de una feroz plutocracia monopolista rusa heredera de la más negra burguesía burocrática fascista soviética. Una clase dominante lanzada a un sangriento proyecto geopolítico: restablecer, mediante su poder militar, una zona de influencia exclusiva -equivalente al antiguo territorio de la URSS- donde todas las repúblicas exsoviéticas, desde Bielorrusia hasta los países del Asia Central, pasando por el Cáucaso o la costa oriental del Báltico, estén sometidas a los intereses de Moscú. Un proyecto que tiene en Ucrania su primera y más decisiva clave.

Las cifras de dos años de muerte y horror

Viñeta de Sergey Sychenko

La guerra que Putin lanzó sobre Ucrania ya ha dejado más de 10.300 civiles muertos. La mayoría -unas 4.200 víctimas civiles- se produjeron en el primer mes de guerra, cuando las tropas rusas avanzaron rápidamente por el norte y el oeste del país, tratando de capturar de manera relámpago grandes cantidades de territorio, y perpetrando atrocidades contra la población civil como la de Bucha, cerca de Irpin, donde 457 de sus habitantes fueron masacrados y enterrados en fosas comunes.

Otro punto álgido de las carnicerías del Kremlin se produjo en la conquista de la importante ciudad costera de Mariúpol, donde Moscú puso al día su brutal «Doctrina Grozni» ejecutando bombardeos de saturación, destruyendo el 90% de los edificios y bombardeando el teatro de la ciudad, masacrando a más de 300 menores, a pesar de que los refugiados había escrito la palabra «NIÑOS» bien grande en la explanada frente al teatro.

Pero hay muchas otras localidades ucranianas -Izium, Kramatorsk…- que ya forman parte de los anales del horror del imperialismo ruso: Hay documentados más de 80.000 crímenes de guerra -matanzas, violaciones, torturas- cometidos por las tropas rusas… pero no son todos.

Junto a la pérdida de vidas humanas, la guerra ha causado una destrucción por valor de 450.000 millones de euros. Según la ONU, cerca de 1,4 millones de edificios residenciales han sufrido daños, y un tercio de ellos están es estado irreparable. Los proyectiles rusos han alcanzado cerca de 5.400 centros sanitarios y educativos.

Cerca de 6,5 millones de ucranianos han abandonado el país, en su mayoría rumbo a Europa, en lo que es el mayor éxodo en el continente desde la II Guerra Mundial. A ellos hay que sumarle cerca de 4 millones de desplazados internos dentro de Ucrania.

Este infierno tuvo y tiene un responsable: Vladimir Putin, cabeza de una feroz plutocracia rusa heredera de la más negra burguesía burocrática fascista soviética.

Ucrania, pendiente de las elecciones norteamericanas

Caricatura de la entrevista del ultra norteamericano Tucker Carlson a Vladimir Putin

Si hay un país que vive pendiente de las elecciones en EEUU, que tendrán su cita decisiva en noviembre de 2024, ese es Ucrania. El resultado de la pugna electoral entre republicanos y demócratas puede determinar la continuidad o el fin de la ayuda militar norteamericana al país invadido.

Uno de los puntos álgidos donde más se diferencian las dos líneas -la de Biden y la Trump- que representan a dos fracciones enfrentadas de la clase dominante norteamericana es su actitud hacia Ucrania… y hacia Rusia.

Mientras que la administración Biden apuesta en lo fundamental por continuar con la asistencia militar a Ucrania para confrontar a Moscú, importantes sectores del poder norteamericano defienden sacrificar a Kiev para alcanzar un acuerdo con Moscú, que enfrente a Rusia con China. Por eso relevantes sectores del Congreso y el Senado norteamericanos han mantenido bloqueados durante meses un paquete de 61.400 millones de ayuda militar para Ucrania.

Hay documentados más de 80.000 crímenes de guerra -matanzas, violaciones, torturas- cometidos por las tropas rusas.

Y por eso, consciente de esa contradicción, Vladimir Putin, en una reciente entrevista con el ultraderechista periodista norteamericano Tucker Carlson, lanzaba un mensaje a EEUU: “Si realmente quieren detener las hostilidades, deben dejar de proporcionar armas” a Ucrania. El verdadero destinatario de esta misiva no es el actual inquilino de la Casa Blanca, sino Donald Trump.

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Una vez más: ¡Por la Paz! ¡Fuera tropas rusas! ¡Solidaridad con Ucrania!

En el segundo aniversario de la invasión rusa de Ucrania, Recortes Cero reedita en Infolibre el manifiesto «Por la Paz. Fuera tropas rusas. Solidaridad con Ucrania», que ya publicó en dos ocasiones en 2022, unas semanas tras el inicio de la guerra. Un manifiesto que traza potentes líneas de demarcación frente a algunos sectores de la izquierda, que concilian o contemporizan con la invasión.

«Esta criminal agresión tiene un máximo responsable, Putin y los oligarcas que le sostienen. Ninguna razón puede justificar la invasión de un país soberano y atentar contra el pueblo ucraniano (…) Hoy decir ¡No a la guerra! es decir ¡Fuera tropas rusas de Ucrania!. (…)»

Un manifiesto que fue suscrito por más de 150 personalidades, artistas e intelectuales, así como por 80 organizaciones. Por ejemplo cineastas de la talla de Pedro Almodóvar o Fernando Colomo, o actores y actrices como Antonio Banderas, José Sacristán, Marisa Paredes, Clara Lago o Luis Tosar. O por escritores como Javier Marías, Juan José Millás o Rosa Montero.

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Putin se quita de enmedio a la oposición

Métodos de la KGB, o que parezca un accidente

Vasco Gargalo (Portugal) sobre la desaparición de Navalni

«Por causas naturales». Esta es la explicación oficial de la muerte del líder opositor al Kremlin, Alexéi Navalni, que llevaba años en una prisión de seguridad en el círculo polar ártico. Una explicación cuanto menos sonrojante, teniendo en cuenta el largo historial de asesinatos mafiosos -como la periodista Anna Politkóvskaya-, accidentes aéreos -como el del jefe de los paramilitares de Wagner, Evgeni Prigozhin- o de envenenamiento con polonio o con Novichok -como varios ex espías o el propio Navalni- que sufren todos aquellos que se atreven a desafiar el poder de Putin en Rusia.

El mismo destino que ha sufrido Maxim Kuzmíkov, capitán ruso que desertó en agosto con su helicóptero de combate Mi8. Asesinado en Alicante, todo parece indicar que por pistoleros enviados por Moscú.

Las elecciones presidenciales rusas de marzo están al caer, y Putin es el indiscutido favorito con un apoyo popular superior al 80%. Pero el nuevo zar, forjado en la escuela del KGB, prefiere no correr riesgos, y toda candidatura que exprese una oposición a la invasión de Ucrania ha sido vetada «por irregularidades técnicas» de presentarse a los comicios, como es el caso de Iniciativa Cívica de Boris Nadezhdin.

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