Rodrigo Sorogoyen es el director de «Que Dios nos perdone», la película protagonizada por Antonio de la Torre y Roberto Álamo que triunfó en el Festival de San Sebastián
¿Por qué situar la trama de la película en el contexto de la acampada del 15M en Madrid, de una España en crisis con más de 6 millones de parados y con la visita del Papa?
A priori lo que buscábamos es un contexto original y aportar algo nuevo al género. Ya se han hecho muchos thrillers y como guionistas, Isabel Peña y yo necesitábamos encontrar un sitio y un momento especial. Nosotros vivimos la visita del Papa ese verano y mientras escribíamos la película nos dimos cuenta de que ese contexto hablaba mucho de los personajes y de lo que queríamos contar sobre estas sociedades violentas que nos convierten en individuos violentos, nos dejan a solas y nos incomunican.
Los personajes de la película son solitarios y les cuesta comunicarse, les cuesta amar. Este contexto explica muy bien todo esto.
La película está recorrida por la lucha entre la humanidad que intenta prevalecer y una especie de pulsión animal. ¿Lo habéis buscado como eje de la película?
Sí, claro. Hay cosas que salen solas, pero si salen es porque la materia prima está ahí. Y eso es lo que pretendemos al hablar de la violencia. Se trata de buscar una luz que parte de la humanidad está buscando e, incluso, cree que la ha encontrado. Y hay otra parte que está en otra cosa y que hace que no vayamos todos a una. Se le puede llamar pulsión animal o forma inevitable de hacer daño.
Un personaje le dice al otro: “si me muero, quien va a proteger a mi hijo si no soy yo, ¿los bancos, Europa, el FMI, la ONU? Se mezcla el contexto con la trama…
Hemos intentado darle a cada personaje un pensamiento, y por lo tanto un discurso y un tono. Y esto nos parecía apropiado por la simbología y por el momento.
Y también está presente la lucha entre el orden y la rebelión, lo que está dentro o fuera de la ley, qué es y quién imparte justicia…
Hay muchos temas en la película y ese es uno de sus atractivos. Hablamos de agentes de la ley y de gente que se siente desprotegida, y que no tiene más remedio que acatarla, de los límites del bien y del mal, de la justicia. Toda la película navega en ese dilema y, claro, hay dos protagonistas que son policías y su antagonista que es un criminal.
¿Por qué un thriller policíaco?
Después de Stockholm queríamos seguir haciendo películas, obviamente, y pensamos que un thriller era la mejor forma de saciar nuestras necesidades con lo que podría estar pidiendo la industria, y no nos hemos equivocado. Además es un género que permite hablar de muchas cosas, de la sociedad, de la condición humana, de la moralidad y también de las intimidades. Es un género que nos encanta por todo eso.
¿Crees que es casualidad que proliferen tantas buenas películas de este género en España?
Que sean buenas no es una casualidad, es que cada vez somos mejores. Siempre se ha hecho muy buen cine en España pero ahora se está aunando muy bien el cine comercial con la calidad.
Y lo del género no puede ser casualidad. Algo le está pasando a la sociedad y a los ciudadanos, y los directores somos parte de ello y necesitamos hablar de estos tiempo oscuros. ¿Qué mejor que un thriller para contarlos?
¿Se tiene el espectador que enfrentar al dilema de si perdonar o no a los personajes?
Supongo que sí. Pero no creo que sea un dilema. Cualquier espectador sabe que es necesario el perdón, igual que no se puede perdonar cualquier cosa. Es más una reflexión. La película habla de la violencia y de que no es redentora, de que no consigues nunca perdonarte con ella. Se consigue perdonar amando y entendiendo. El espectador se va a enfrentar, más que a un dilema sobre si perdonar, a un dilema sobre qué sociedad estamos construyendo.
Hay una relación sorprendente entre los personajes, porque quien se supone que debería reaccionar de una manera lo hace de otra, como si se intercambiaran las personalidades.
Sabemos que los giros en cualquier relato puede venir bien. A nosotros como guionistas nos gusta que los giros sean causales, no casuales. Es verdad que sorprende, pero si lo piensas lo que terminan haciendo los personajes está totalmente justificado con la evolución, con el viaje y con el relato.
Forman un buen trío con su antagonista
Ese es otro de los mantras que trabajábamos. No queríamos que fueran dos personajes, sino tres porque al tercero lo están buscando permanentemente, hablando de él y preguntándose cosas sobre él. Queríamos dibujar un triángulo, no una pareja, y es muy complementario.
¿Por qué eliges a Antonio de la Torre y Roberto Páramo, y cómo ha sido el trabajo de dirección?
Ha sido un aprendizaje brutal de estos dos monstruos que tienen dos formas muy diferentes de actuar, muy válidas. Una vez los escoges estás tranquilo. Una película es como una pieza de alfarería, si me permites la pedantería, la vas moldeando en tiempo presente. Al escoger a estos actores sabía que podíamos moldear en una dirección o en otra pero que no iba a salir una pieza fea.
Queríamos dos actores con nombre porque eso ayuda mucho en esta crisis permanente del cine español. Siempre quisimos a Antonio de la Torre, tanto a Isabel como a mi nos gusta mucho y es uno de los mejores actores del país. Y para encontrar a Alfaro hicimos pruebas, pero desde que Roberto entró en la sala y dijo las primeras líneas vi que era lo que buscaba. De hecho mis amigos me decían que no le hiciera pruebas a Roberto Páramo porque era él. A mi me gusta mucho hacer pruebas y no dar las cosas por sentadas, pero mis amigos tenían razón.
Hasta llegar al cine has desarrollado tu trabajo con series de televisión, ¿qué te ha aportado para tu trabajo como director?
Supongo que la capacidad de pensar rápido. Es un tópico pero es verdad, en la televisión se trabaja muy rápido. Esto te permite perder el miedo a tomar decisiones rápidas todo el tiempo, que es lo que hay que hacer en un rodaje. A veces pasa mucho y a veces no, pero es un elemento constante. A lo mejor directores como Spielberg van con todo preparado, pero es imposible que todo salga como estaba planeado y hay que estar preparado para ese azar.
¿Pasa aquí al revés que en Hollywood, donde hay una crisis de contenidos y hay un trasvase del cine a las series?
Entiendo que se pueda pensar eso, pero en España cada vez se hace mejor televisión y dentro de poco va a pasar lo mismo aquí. Se va a invertir más dinero y la profesión va a ir migrando hacia la televisión.
¿Qué puede encontrar la gente de nuevo en “Que Dios nos perdone”?
La humanidad. En pocos thrillers he visto tanta humanidad. La película habla de seres humanos, pero hay pocos thrillers que lo hagan. Por ejemplo, “Seven” es un thriller que no se puede hacer mejor, pero no tiene humanidad, aunque no la necesita. “Que Dios nos perdone” la tiene. A quien le interese más este aspecto le puede incluso gustar más esta película.