Anonymous

Tu rubia puede ser un camionero

La polémica sobre Anonymous suma y sigue. Tras la detención en España de tres de sus miembros a finales de mayo la discusión ha rodado por Internet. Por una parte están los que simpatizan y defienden que se trata de una protesta legí­tima y de un movimiento espontáneo y horizontal. Por otra otros defienden la operación policial contra la organización, aludiendo que son delincuentes que atacan ilegí­timamente páginas web. De lo que no se habla es de la identidad, porque independientemente de la participación de ciudadanos «anónimos», ningún movimiento «secreto» y alejado del apoyo popular puede mantenerse «sano» mucho tiempo.

Más allá de las consecuencias enales o del debate de si estamos ante un delito o no (según el código penal español, podrían cometer el delito de obstaculizar o interrumpir el funcionamiento de un sistema informático ajeno (recogido en el artículo 264), castigado con prisión de seis meses a tres años), lo que nadie debe dudar es que operaciones de este tipo suelen requerir de la colaboración de mucha gente, del conocimiento de los sistemas que se van a atacar, y de un objetivo claro que mueva toda esa maquinaria. Lo que haya de “rebelde” o se convierte o será utilizado al servido de otros intereses de mucho mayor calado que un simple ataque informático que ponga en tela de duda la seguridad de esta o aquella organización o institución. Según uno de los detenidos: "Un usuario tiene una idea y la desarrolla en un blog de notas público denominado piratenpad. Si la idea gusta se plantea a todo el canal, y quien quiera colaborar, colabora de distintas maneras". Sobre todo, haciendo publicidad de la operación o participando en ataques DDoS (ataques de denegación de servicio consistentes en saturar una página web determinada hasta dejarla inaccesible). El detenido confeso comenzó a participar en los chats de Anonymous en octubre de 2010. "Como un usuario más, participando en ataques DDoS de manera individual conectando el programa LOIC [el que se descargan en sus ordenadores los que quieren participar en una determinada acción] a los servidores de ataque, que eran gestionados por americanos". Este individuo participó en el ataque que sufrió la SGAE en noviembre de 2010. Se supone que en febrero o marzo de 2011, se produjo "una división interna" dentro del grupo Anonymous a nivel internacional, "atacándose constantemente los propios administradores entre sí y publicándose muchos datos de las personas que estaban conectados a sus servidores, como nicks, direcciones IP de ordenadores, y contraseñas". El “lado oscuro” no ha tardado en aflorar. Más allá del juego de nombres y apodos que se han proporcionado, así como de las funciones que cumple cada uno, lo que es seguro es que nadie conoce a nadie, excepto alguien que los conoce a todos. El anonimato es lo que tiene, igual que puedes estar ligando con una rubia de metro ochenta que es en realidad un camionero del puerto de Gijón, tu contacto anonymous puede ser un agente con placa. Cada vez son más las informaciones que se publican sobre la participación de uno de cada cuatro hackers al servicio de diferentes agencias de información y espionaje. Pese a que las razones que se aluden son de “seguridad del Estado”, las denuncias de las organizaciones civiles norteamericanas, principalmente, apuntan a una herramienta más de control de las libertades individuales y, sobretodo, colectivas. Hace unas semanas un general del Pentágono levantó la polémica al afirmar que en la próxima guerra el primer disparo podría ser cibernético. Lo que es seguro es que producirá víctimas, pero no virtuales.

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