El pasado 3 de abril, el presidente norteamericano Trump anunciaba el listado de los aranceles que imponía unilateralmente a prácticamente todos y cada uno de los países del Mundo.
Inmediatamente un terremoto se desataba haciendo caer las bolsas, especialmente la de EEUU. En el diario Wall Street Journal se podía leeer: «El mensaje de la épica caída de la Bolsa estos días que destruyó 6,6 billones de dólares es que no hay dónde esconderse».
Estados Unidos podría acabar haciéndose daño a sí mismo como ahora parece; pero lo que ha hecho es apostar muy fuerte a una desestabilización general que le permita después obtener grandes réditos políticos, económicos y militares, forzando a negociar con Washington, uno a uno, a cada país, evitando instituciones globales.
En cuanto Trump finalizó su rueda de prensa no había duda en el enorme alcance de lo que acaba de anunciar: «Ha lanzado una bomba nuclear sobre el sistema comercial global» afirmaba Ken Roggoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional.
«Seamos claros sobre las enormes consecuencias: la economía mundial sufrirá enormemente, la incertidumbre se disparará y desencadenará un mayor proteccionismo» y «las repercusiones serán nefastas para millones de personas en todo el mundo» declaró la presidenta de la Comisión Europea.
«Los aranceles de la administración de EEUU carecen de fundamento lógico y contradicen la base de la alianza entre nuestras dos naciones» afirmaba el primer ministro australiano.

Unas naciones anunciaban inmediatamente represalias equivalentes (China, Canadá, Brasil…); otras se apresuraban a tomar medidas de defensa interna para sus industrias afectadas (España, Gan Bretaña… ); algunas pedían negociar (UE, Vietnam… ); y las hay que se han quedado paralizadas por las inesperadas y graves consecuencias para su economía.
Sólo un día después Trump declaraba que estaría abierto a negociar con cada país, y que dependería de si éstos tenían algo «fenomenal» que ofrecer a cambio. Este parece ser su objetivo real.
De hecho el propio Trump se apresuró a publicar en redes sociales que «acabo de tener una llamada muy productiva con To Lam , secretario general del Partido Comunista de Vietnam, que me dijo que quiere reducir sus aranceles a cero para los productos estadounidenses si logramos llegar a un acuerdo.»
Los aranceles protegen a algunos monopolios y perjudican al trabajador
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Subida de impuestos encubierta

Los aranceles son derechos de aduana aplicados a las importaciones de mercancías. Elevan con impuestos el valor de los productos que otras naciones quieren vender en EEUU. Así su gobierno se asegura para lo manufacturado dentro del país una ventaja en precio.
Se argumenta que el mercado se copará con lo producido internamente, aumentando el empleo y las ganancias de sus productores. Aunque esto no es así, y son los consumidores los que acaban pagando los aranceles como un impuesto que encarece su consumo.
Internamente Trump presenta a sus votantes esta guerra comercial con el Planeta como motivada por su interés de defender al trabajador americano. En un mitin ya afirmaba que “vamos a ser una nación de aranceles. No va a ser un costo para ustedes. Va a ser un costo para otro país”.
Simplemente no es verdad. Los aranceles sólo benefician a sectores de su burguesía monopolista que no pueden asegurarse el dominio exclusivo o en su mayor parte del mercado interno.
Ciertamente también puede repercutir en proteger algunos puestos de trabajo en las manufacturas; pero el consumidor medio norteamericano y especialmente los trabajadores con menos ingresos pargarán la cuenta.
La Tax Foundation ha calculado que los aranceles de la primera administración Trump sumaron “casi 80 mil millones de dólares en nuevos impuestos para los estadounidenses… uno de los mayores aumentos de impuestos en décadas”.
El centro de estudios, American Action Forum, (centro-derecha), calculó que un arancel del 10% sobre todas las importaciones de EEUU aumentaría los costos de un hogar entre 1.700 y 2.350 dólares, en promedio, cada año. Ahora el arancel medio fijado estará en un 25%… dos veces y media el cálculo anterior.
Tal es la evidencia de este impuesto encubierto a los trabajadores que en EEUU apenas tres días después del anuncio de Trump se han organizado protestas en 1.200 ciudades y pueblos con una asistencia que ha superado ya en esta primera convocatoria el medio millón de manifestantes. El lema era «fuera tus manos de nuestros salarios».
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Hacerse la víctima
El argumento que insistentemente intenta hacer calar el gobierno de EEUU entre su población es que su enorme déficit comercial (importa mucho más de lo que exporta) es porque son blandos y las demás naciones se aprovechan de ellos. Y que esa es la causa del empobrecimiento general de los norteamericanos y del ocaso de su nación. Básicamente que «el Mundo les roba», como literalmente formuló Trump.

Es cierto que Estados Unidos registró un déficit comercial de 918.000 millones en 2024, un 17% más que el año anterior, y esto es lo que Trump calificó como «una emergencia nacional que amenaza nuestra seguridad y nuestra forma de vida».
Ahora bien EEUU no vive principalmente de vendernos sus mercancías, y en sus argumentos queda oculto el inmenso trasvase de riqueza desde todos los rincones del Planeta hacia Wall Street, por sus inversiones financieras, y los beneficios que obtiene de su posición de dominio hegemónico.
(Sólo en España el valor del volumen acumulado por la Inversión Extranjera equivale ya al 56,3% del Producto Interior Bruto).
Las ganancias de EEUU radican en su capital financiero, que no aparece en las balanzas comerciales.
No estamos en la época del mercantilismo, en el periodo inicial del capitalismo de libre cambio, cuando las metrópolis inundaban sus colonias de mercancías con los más variados mecanismos de extorsión. Desde la aparición del Imperialismo, con el salto al monopolio, el capital financiero se impuso al industrial y comercial.
Desde ese momento las grandes potencias han pasado a ser exportadoras de capital hacia las otras naciones subordinadas. Ese capital financiero actúa como una succionadora de la riqueza de las otras naciones, en forma de compra o mediante participaciones en las principales sociedades de cada país, incluidos sus bancos, abriendo sus propias sucursales de crédito, otorgando empréstitos a los Estados y convirtiéndoles en deudores…
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Matonismo económico

Esta guerra de aranceles es en esencia una «práctica de intimidación unilateral» como definía un editorial de la prensa china. Y Estados Unidos busca usar su poder no solo para sacar ventaja directa en pactar transacciones comerciales más favorables, sino para obligar a más naciones a aceptar la entrada de su capital financiero, para imponerles su agenda política, o para instalar una base militar… para perpetuar sus intereses de dominación en todo el Planeta.
Pero aunque EEUU sigue siendo el mercado con mayor poder adquisitivo, el 70% del comercio mundial ya se realiza sin participación norteamericana. Y no está claro que el resultado final de este intento de chantaje global resulte favorable a Washington.