La UE ante el retorno de Trump

Trump y Europa: vuelve la borrasca transatlántica

O te encuadras en mis imperativos geopolíticos o sufrirás las consecuencias. Estas son las formas con las que Trump se dirige a la “Vieja Europa”.

Durante el primer mandato de Trump, la relación transatlántica entre EEUU y sus aliados europeos sufrió un maltrato tras otro. El republicano impuso fuertes aranceles y declaró conflictos comerciales, ejerció un trato diplomático grosero y degradatorio a los países de la UE, ordenó de forma cuartelaria el incremento de los gastos militares e incluso fue un apoyo fundamental para el Brexit y el ascenso de partidos y gobiernos de ultraderecha.

Cuatro años después, la línea Trump parece dispuesta a retomar esta tormentosa relación justo donde lo dejó. Incluso peor.

O estás conmigo o contra mi. O aceptas mis términos comerciales o tendrás aranceles. O te encuadras en mis imperativos geopolíticos o sufrirás las consecuencias. Estas son las formas con las que Trump se dirige a la “Vieja Europa”.

En su primer mandato (2016-2020) el republicano impuso un trato degradatorio a importantes potencias europeas, especialmente a Alemania y Francia. Ordenó una agresiva recategorización en los vasallos europeos en base a su supeditación a los intereses y mandatos norteamericanos. Y promovió el «descosido» de la UE, alentando todo tipo de tendencias eurocentrífugas -el patrocinio del Brexit y del gobierno británico del Boris Johnson es su ejemplo más palmario- y de partidos y mandatarios de extrema derecha: desde Orbán en Hungría, a Le Pen en Francia y Salvini en Italia.

Esta fue la política hacia Europa del primer trumpismo y todo indica que no será muy diferente. Un maltrato grosero y desconsiderado a los países europeos, imponiendo por las malas los intereses políticos, económicos y militares, de un Donald Trump que encima acusa a la UE de tratar “muy mal” a EEUU.

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El impuesto de guerra: un 5% del PIB

En una intervención por videoconferencia a las élites económicas y políticas que estos días asisten al Foro de Davos en Suiza, el nuevo presidente norteamericano anunció que exigirá a los aliados de la OTAN que gasten un 5% del PIB en defensa, tres puntos porcentuales más que el objetivo actual (un 2%).

Para hacerse una idea de qué significa esto: España debería de pasar a gastar los 19.700 millones de euros actuales (1,38% del PIB) a más de 75.000 millones de euros anuales en Defensa, un bestial incremento de 50.000 millones de euros anuales que en un marco de límites al gasto público saldría inevitablemente de recortes en partidas sociales.

Una exigencia militar difícilmente asumible tampoco para una economía alemana en recesión, o para una Francia estancada. Sin embargo, la perorata de Trump ya ha encontrado defensores en Europa. El siempre atlantista primer ministro polaco, Donald Tusk, ha cargado contra los aliados de la OTAN que no llegan como mínimo al 2% de su PIB en gasto militar. “Europa, los países europeos, deben aparecer como un aliado fiable”, ha dicho el polaco. “Si aceptan el desafío de aumentar el gasto en defensa, la óptica de Washington puede cambiar”, ha añadido Tusk.

También se ha mostrado favorable la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, días antes defendía «la exigencia» de reforzar el «pilar europeo» de la OTAN y la industria militar, y aseguraba que su país cumplirá con el mínimo del 2%. Una Italia a la que Trump se ha mostrado dispuesto a excluir de los aranceles.

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Aranceles a modo de garrote

“Quiero ser constructivo porque amo Europa. Pero desde el punto de vista de EEUU, la UE nos trata muy, muy injustamente, muy mal”, dijo Trump en su intervención por videoconferencia desde Washington a los asistentes a Davos. Expuso sus quejas sobre una relación comercial que considera injustamente desequilibrada, y las sanciones contra empresas estadounidenses, que calificó de una forma de imposición oculta.

Ya durante la campaña electoral, Donald Trump comparó a la UE con una «mini China». «No compran nuestros coches, no compran nuestros productos agrícolas, no compran nada. Venden millones y millones de coches en EEUU», dijo.

En ese momento Trump anunció un arancel de entre un 10% y un 20% sobre todas las mercancías producidas fuera de EEUU, incluyendo las europeas, una barrera comercial que tendría fuertes repercusiones sobre una Europa que tiene en EEUU su principal socio comercial, al que vende el 20% de sus exportaciones. La ‘solución’ que Trump ha dado a los europeos es que instalen sus fábricas en suelo norteamericano. «Vengan a producir a EEUU. O tendrán que lidiar con aranceles».

¿Qué hay detrás de este nuevo pulso de Trump? Es cierto que el balance comercial es en estos momentos un 46% favorable al lado europeo del Atlántico. Pero reducir la relación económica entre EEUU y la UE a la balanza comercial es profundamente engañoso.

Primero. En el capitalismo monopolista el peso de la exportación de mercancías palidece ante la superior importancia de la exportación de capitales. Y en ese terreno, en la ultima década se ha producido un auténtico «desembarco de Normandía» de grandes fondos de inversión norteamericanos en todos los países europeos, aumentando cualitativamente su presencia en los principales sectores productivos. Los activos financieros de EEUU en Europa se han duplicado, y está previsto que pasen de los 13,32 billones de dólares en 2022 a los 23,21 billones en 2026. No pocos consideran a Europa «una colonia financiera de Wall Street».

Segundo. Lo que el déficit comercial de EEUU hacia Europa revela es la progresiva pérdida de competitividad y dinamismo de la economía norteamericana, por supuesto frente a China, pero también frente a la UE. Esta -y no ninguna «injusticia» comercial- es la razón última de los aranceles, y por qué Trump busca fortalecer la base industrial de EEUU, volviéndola a hacer «grande de nuevo», gracias a obligar a los europeos a instalar sus factorías en suelo estadounidense.

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Desestabiliza para dominar

Elon Musk arenga por videoconferencia a los asistentes a un mitin del partido neonazi Alternativa por Alemania

Si en su primer mandato, el patrocinio de todo lo que oliera a «euroescéptico» y a «ultra» fue una de las señas de identidad del trumpismo en Europa, ahora ese rasgo parece están amplificado y multiplicado.

La extrema derecha gobierna en Italia y Hungría, y tanto Meloni como Orbán se frotan las manos ante el «trato preferente» que promete dispensarles el nuevo emperador, lo mismo que los partidos ultras de Austria, Holanda, España, Suecia o Rumania.

Pero es que las dos principales potencias de la UE -Alemania y Francia- atraviesan sendas y profundas crisis políticas, económicas y sociales, con la ultraderecha de Le Pen y de Alternativa por Alemania (AfD)asomando el hocico como la principal fuerza de oposición. Que el principal consejero de Trump, Elon Musk se haya lanzado a apoyar de manera explícita a los neonazis de AfD en pleno proceso electoral ha puesto los pelos de punta en Alemania, pero es que el CEO de X y Tesla ha hecho lo propio en Reino Unido, teniendo varias reuniones para ver cómo derribar al gobierno laborista de Keir Starmer y para promocionar al partido ultra británico, Reform UK.

Detrás de este patrocinio ultraderechista no sólo hay una agenda ideológica, sino objetivos de intervención política.

Detrás de este patrocinio ultraderechista no sólo hay una agenda ideológica, sino objetivos de intervención política. Debilitar y desestabilizar a la UE y a las principales potencias europeas es una vía segura para poder derribar resistencias y poderles imponer los intereses de EEUU en el plano económico, político y militar.

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