El segundo impeachment contra Trump llega al Senado

Trump se juega su inhabilitación

“Incitada por el presidente, una multitud irrumpió en el Capitolio, hirió a personal de las fuerzas de seguridad, amenazó a miembros del Congreso y al vicepresidente, interfirió en el deber constitucional solemne de la sesión conjunta [de las dos cámaras del Congreso] de certificar el resultado electoral y realizó actos violentos, mortales, destructivos y sediciosos”. Esto es lo que dice el texto del impeachment -el segundo al que se enfrenta Donald Trump- que la Cámara de Representantes ha enviado al Senado. 

Allí, los republicanos se encuentran divididos entre los que quieren expulsar al trumpismo del partido y los que buscan proteger al expresidente de un proceso que podría acabar con su inhabilitación de por vida para la política.

Donald Trump ya no es el presidente, y por tanto el proceso de destitución contra un mandatario fuera del cargo ya no tiene sentido legal. Esa es la línea de defensa -de “objeciones procedimentales”- que van a llevar adelante los abogados de Trump para intentar parar el impeachment, en línea con lo que sostienen muchos senadores republicanos, que no se atreven a defender a Trump tras lo sucedido en el Capitolio, pero tampoco a denunciarlo y a romper con él. Para que sea declarado culpable, sería necesaria una mayoría cualificada de 67 de los 100 votos de la Cámara. Esta se encuentra dividida 50 a 50, de modo que haría falta el voto de 17 senadores republicanos para condenar a Trump.

De cualquier manera, hay fuertes presiones sobre el partido republicano para que purgue la extrema derecha de sus filas, y algunas de ellas vienen directamente de importantísimos nódulos oligárquicos de Wall Street. Bancos como JP Morgan o Citigroup, que hace años respaldaran la gestión de Trump cuando éste bajaba los impuestos a las entidades financieras, no solo han dicho que retirarán todas sus inversiones en los negocios de la familia Trump, sino que dejarán de financiar a los comités de acción política vinculados al republicanismo, mientras el Grand Old Party no depure al extremismo trumpista de sus filas.

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