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Trump presiona a España y la UE para que rompan todo canal de diálogo con Maduro

La Embajada de EE UU en Madrid avisó al Gobierno antes de que Guaidó se proclamara presidente

La Administración estadounidense avisó al Gobierno español antes de que el líder de la Asamblea venezolana, Juan Guaidó, se proclamara presidente interino y ha presionado luego para que España y la UE lo reconozcan y rompan cualquier canal de diálogo con Nicolás Maduro. “Tenemos mucha presión, no les voy a decir de quién, pero se lo pueden imaginar, para que votemos en contra de la creación de este grupo”, admitió el ministro de Exteriores, José Borrell, en el Congreso. Aludía al grupo de la UE para propiciar el diálogo en Venezuela.

El día 22, el secretario de Estado de Cooperación y para Iberoamérica, Juan Pablo de Laiglesia, estaba de visita en Washington, donde se reunió con la subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, Kimberly Breier, y con responsables del Consejo de Seguridad Nacional. La situación de Venezuela, donde Nicolás Maduro había iniciado el 10 de enero su segundo mandato presidencial (en base a unas elecciones cuya limpieza niega la UE), estuvo sobre la mesa. Los interlocutores del diplomático español le anunciaron que se avecinaban “acontecimientos importantes” en Venezuela, pero evitaron los detalles.

La concreción llegó a primera hora de la tarde del 23, a través de una llamada de la Embajada estadounidense en Madrid: “Es probable de Guaidó se proclame presidente hoy y nosotros lo vamos a reconocer”. En un artículo publicado ese mismo día en el Wall Street Journal, el vicepresidente Mike Pence había dado su apoyo a Guaidó, con quien se había reunido la semana anterior.

El vaticinio se cumplió pocas horas después. Ante una manifestación de cientos de miles de personas que llenó Caracas, Guaidó juró como presidente encargado de Venezuela. Menos de un cuarto de hora después, lo reconocía oficialmente Donald Trump. A continuación lo hicieron los países latinoamericanos del llamado grupo de Río, los más activos hasta ahora en su rechazo a Maduro, con la excepción de México.

La noticia pilló a Borrell reunido en Madrid con su homólogo portugués, Augusto Santos Silva. Los dos ministros habían discutido la puesta en marcha del llamado grupo de contacto internacional que la UE acordó crear en octubre y no acababa de arrancar. Se trataba de que varios países europeos y latinoamericanos sirvieran de facilitadores, que no mediadores, para restaurar los cortados canales de diálogo entre el régimen de Maduro y la oposición.

Los jefes de la diplomacia de los dos países de la UE con mayores intereses en Venezuela (casi la mitad del millón de europeos que residen allí son españoles o lusos) reaccionaron con cautela. “No vamos a hacer seguidismo de nadie”, dijo Borrell. “Para nosotros, no basta con que Estados Unidos lo reconozca [a Guaidó]”, apostilló Santos. Ambos apelaron a la necesidad de salvaguardar la unidad de la UE.

Borrell abandonó precipitadamente una conferencia en Casa de América para atender una llamada de la Embajada estadounidense en Madrid (el embajador, Duke Buchan III, quería verlo) y hablar con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Foro de Davos (Suiza).

El análisis del Palacio de Santa Cruz (sede de Exteriores) era inicialmente diferente al de La Moncloa, admiten fuentes gubernamentales. Sánchez no quería quedar al margen de una ola a la que se habían subido la mayoría de los gobiernos iberoamericanos y que PP y Ciudadanos usaban para erosionarle. Las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, a favor de la oposición venezolana contrastaban con el silencio de Sánchez.

Exteriores, de su lado, recelaba de las consecuencias imprevisibles de dar un paso sin precedentes. No se trataba solo de las dudas jurídicas sobre la autoproclamación de Guaidó, sino de la ruptura de la tradicional doctrina Estrada, según la cual lo que se reconoce diplomáticamente es el Estado, no el Gobierno de turno. Por vez primera, se iba a reconocer a un presidente que no controla el aparato del Estado y de romper con quién ostenta el poder de facto, aunque se cuestione su legalidad.

El jueves 24 de enero, Borrell se reunió con el embajador Duke Buchan III. El representante de Trump le trasladó, según distintas fuentes, la importancia que Washington atribuye a España y Portugal en la crisis de Venezuela por su capacidad de arrastrar al resto de la UE. Y le planteó dos demandas: que reconociera de inmediato a Guaidó como presidente legítimo y que renunciara a mantener cualquier canal de diálogo con Maduro. “Estados Unidos está convencido y nos lo ha hecho saber”, admitió Borrell el miércoles en el Congreso, “de que no ha lugar a más mediación, ni más facilitación, ni más conversaciones, ni más nada”. Volar todos los puentes, aislar a Maduro y elevar la presión para hacerlo caer.

El día 25, tras el Consejo de Ministros, el jefe de la diplomacia española anunció que España reconocería a Guaidó si en un “plazo razonablemente corto”, que no quiso concretar, Maduro no convocaba elecciones con garantías y bajo supervisión internacional.

Incluso la creación del grupo de contacto parecía tambalearse. “Hemos impulsado en los últimos meses esta idea (…). Se estaba a punto de conseguir su formalización (…), pero los acontecimientos han cambiado las circunstancias y estamos adaptando nuestra actuación”, alegó.

El día 26, Sánchez hablaba por primera vez en público sobre la crisis venezolana. Tras reunirse en Davos con los presidentes de Colombia, Ivan Duque; Ecuador, Lenin Moreno; y Costa Rica, Carlos Alvarado, que ya habían reconocido a Guaidó, y hablar telefónicamente con el presidente de la Asamblea Nacional, daba un ultimátum de ocho días a Maduro.

Ayer, en Bucarest, Borrell confirmó que España reconocerá el lunes a Guaidó y la UE dio finalmente a luz al grupo de contacto, pero con un objetivo limitado (propiciar la celebración de elecciones en Venezuela) y un plazo tasado (90 días). “Aunque algunos de los más poderosos actores de este problema me digan que ya no es tiempo de mediaciones, nosotros creemos que puede servir”, argumentó.

“El tiempo corre en contra de la democracia en Venezuela”, advirtió el embajador estadounidense en un artículo en el diario El Mundo.  «La estrategia de Washington la conocemos bien, lo que no sabemos», admiten fuentes diplomáticas, «es cuál es su hoja de ruta para el día después ni si tiene  plan B».


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